miércoles, 30 de enero de 2008

Carta (entreabierta) a la FEB


19 sep 2007
Señores de la FEB:

Se dice por ahí que ustedes quieren solicitar la organización del Mundial de Baloncesto de 2014. Se dice también que Madrid es candidata a organizar los Juegos Olímpicos de 2016. Seguramente no se logrará ni lo uno ni lo otro, seguramente Madrid’16 es un sueño inalcanzable, y en cuanto al Mundial del 14 todo dependerá de a qué dé más valor la FIBA, bien a las constantes averías de los relojes y marcadores del Palacio, o bien a la semana y media que se han pasado en esta ciudad comiendo y viviendo a cuerpo de rey. Conociendo cuáles suelen ser la prioridades de los mandamases de la FIBA tal vez no resulte descabellado pensar que sí que tendrán ustedes alguna posibilidad...

Vale; pues si ello sucediera, si cayera otra vez por estos pagos la organización de un evento de semejante magnitud, señores de la FEB, por favor, se lo ruego, se lo suplico por lo que más quieran, por lo más sagrado, de verdad, no me cometan ustedes otra vez el mismo error, por nada del mundo: no se les ocurra poner entradas a la venta.

Porque luego pasa lo que pasa, que por muy pocas que ustedes saquen, por muy difícil que lo pongan siempre hay alguien que va y las compra. Y en cuanto se descuidan la grada se les llena de pobres, humildes currantes o estudiantes que se gastan la nimiedad de 200 ó 300 euros que encima a ellos les salen del hígado, modestas criaturas vestidas de rojo que ingenuamente también se creen con derecho a disfrutar de su espectáculo, gentes tan vulgares que hasta pueden ser capaces de gritar y animar a su equipo, pringaos que ni dios conoce, que no saben ni estar ante las cámaras, que ni siquiera sirven para salir por televisión.

Además, ténganlo ustedes bien presente, algunos de ellos son seres muy peligrosos. Se dejan medio sueldo en un abono y con eso ya creen tener derecho a verlo todo, no se limitan a asistir a los partidos de España como dios manda, es que les pones a Lituania o a Eslovenia y también van, como si eso pudiera interesarle a alguien, y cuando les preguntas por qué hacen eso te contestan que es que a ellos les gusta el baloncesto y por eso quieren verse todos los partidos, será posible tamaña vulgaridad... Y ustedes, señores de la FEB, que han dejado el Palacio hecho un primor, tapizado de inmensas butacas por todas partes, limpio y pulcro que da gloria verlo, de repente se encuentran el gallinero lleno de seres desarrapados y mugrientos, escolares, universitarios, técnicos, informáticos, oficinistas, funcionarios, repartidores, tenderos, curritos varios, hombres y mujeres de la plebe, gentes de mal vivir en resumidas cuentas.

Y encima luego nadie se lo agradece, encima luego los que tienen entrada ya por haber pagado se creen con derecho a todo, encima los que no la consiguen les montan un pollo como si esto fuera para todo el mundo, como si el mero hecho de vivir ya les concediera tener las mismas oportunidades, como si todos fuéramos iguales ante las taquillas, como si tuvieran que ponerse a la venta todas las localidades, por dios, sólo faltaría...

Así pues, no corran ustedes esos riesgos, no cometan ese error ya nunca más. No se anden con medias tintas, no tengan tantos remilgos. No vendan entradas, regálenlas. Si es muy sencillo: una entrada que se pone a la venta la puede comprar cualquiera (incluso por muy difícil que sea su adquisición); cualquier indeseable, cualquier aficionado al baloncesto (que viene a ser lo mismo)... En cambio una invitación sólo se regala a quien realmente la merece, a gente de alcurnia y prosapia como debe ser.

Y por supuesto, lo más importante: no hagan Zona VIP sólo una parte del pabellón, como si les diera apuro, como si no se atrevieran a dar un paso más. No sean tímidos, decídanse, conviertan en Zona VIP todo el pabellón.

Pero claro, nunca pierdan de vista que entre las personas importantes también hay clases, hay gente muy principal y gente menos principal. Para estos últimos (empresas patrocinadoras, clientes, proveedores, lameculos, recomendados varios) destinaremos las mullidas butacas blancas cuyo uso y disfrute ya ha sido sobradamente probado en este Campeonato pero eso sí, llevándolas a lo más alto del pabellón, acaso no se vayan a creer las criaturas que son más de lo que son. Y que no se preocupen que aunque estén tan arriba se les asignará su correspondiente cuota de pantalla: es decir, que aunque no vean se les vea, dado que como todo el mundo sabe eso es lo único que les importa.

Y ya en los niveles medios y bajos, para los súperVIPs, híperVIPs y megaVIPs, es decir federativos nacionales e internacionales, autoridades civiles y militares, líderes políticos variopintos, prebostes varios, futbolistas, toreros, deportistas de alto nivel, cineastas de variado pelaje, presentadores, telepredicadores, artistas de toda clase y condición, famosos en general, famosillos, famosetes y demás familia de probado prestigio y elevada distinción, para todos ellos nada de butacas, por favor: inmensos y espaciosos palcos poblados de sofás, tresillos, tumbonas, cheslóms (a saber cómo se escribirá), provistos todos ellos de los aditamentos necesarios (cojines, reposapies, pufs, etc) para que no necesiten ni siquiera por un segundo permanecer sentados, no vaya a ser que en tan incómoda posición no les quede más remedio que mirar hacia la cancha, por dios, qué asco. Muy al contrario, se pondrán a su disposición todos los medios posibles para que puedan estar permanentemente recostados, qué digo recostados, acostados incluso.

Y por favor, olvídense de esa tontería de ponerles en la muñeca una pulserita para que en los descansos (¿y por qué sólo en los descansos?) puedan acceder a una Sala VIP enmoquetada, donde ponerse ciegos a canapés y a bebidas espirituosas diversas, rigurosamente prohibidas para el público en general... Vamos a ver: son gente importante, así que no son ellos los que tienen que ir a buscar la comida, es la comida la que tiene que ir hacia ellos. Ellos deberán permanecer desmoronados en su sofá, pero a su alrededor pulularán constantemente camareros/as de imponente presencia transportando inmensas bandejas repletas de sublimes manjares que habrán de colmar las necesidades de los paladares más exigentes...

Además, cuanta más comida y bebida se reparta más tiempo permanecerán ocupadas sus mandíbulas, por lo que de esta manera evitaremos la peligrosa tentación de que a alguno le dé por animar. Improbable en cualquier caso, dado el nulo interés que deberá suscitarles lo que acontezca en la cancha, pero no imposible, dado que no es descartable que alguno de ellos, viéndose en medio de un espectáculo deportivo, deje aflorar sus más bajos instintos. Así pues mantengamos su boca permanentemente llena, y de esta manera mantendremos también sus instintos bajo control.

¿Cómo dicen? ¿Que tantos camareros para acá y para allá podrían acabar dificultando la visión de los de las filas de atrás? Pero hombres de dios, vamos a ver, cuántas veces más se lo tendré que repetir: ellos no van a ver el partido, lo que suceda en la cancha carece de importancia, ni les importa ni tiene por qué importarles, ni saben qué es el baloncesto ni tienen por qué saberlo; no corramos el riesgo de que a alguno le dé por mirar y descubra que hay qué ver, qué deporte tan curioso que se juega con las manos y no con los pies, que los árbitros gesticulan pero no sacan tarjetas, que los puntos no siempre van de uno en uno sino de dos en dos (y a veces, incluso de tres en tres)... Se lo diré una vez más: no van allí a ver, van a ser vistos.

En este sentido, tengan siempre presente que la cooperación del canal encargado de la retransmisión deberá ser fundamental: el realizador deberá tener muy claro el orden de prioridades, deberá tener siempre presente que lo fundamental será mostrar constantes primeros planos de todos los asistentes, del primero al último, para que el telespectador en su casa se pase todo el partido diciendo una y otra vez, anda, mira, si está Mengano; anda, mira, si también está Zutano; anda, mira, y éste quién será... Todos y cada uno tendrán su cuota de pantalla pero los más VIP de entre los VIPs tendrán también a una cuadrilla de entrevistadores a su alrededor para así poder proclamar a los cuatro vientos una y otra vez lo bien que se lo están pasando, lo bonito que está todo, el magnífico ambiente reinante, la intensísima emoción del encuentro, lo encantados que están de haberse conocido, lo felicísimos que son...

¿El juego? Vamos a ver, ¿no se supone que cada posesión dura 24 segundos? Pues dediquemos siempre los primeros 20 segundos a mostrar espectadores felices y los últimos cuatro a enfocar a la cancha, para que no digan. Y si acaso la jugada finaliza antes de esos primeros 20 segundos pues mala suerte, ya habrá otra más larga. Y si no les gusta, pues entonces que no se den tanta prisa en tirar.

Sí, ya lo sé, es muy probable que las pobres gentes, el común de los mortales, los vulgares aficionados tal vez se quejen por no tener entradas a su disposición; ello no deberá sorprendernos porque es bien sabido que se trata de seres amargados y resentidos por naturaleza, cuya única cualidad es la envidia y que lo único que saben hacer en la vida es lamentarse por todo aquello que en realidad nunca podrán alcanzar. Así pues asumiremos dichas quejas, pero teniendo claro que éstas siempre serán mucho menores que las que se producirían si se pusiese a la venta un número digamos limitado de entradas. En este último caso se generarían grandes expectativas, que luego quedarían frustradas en su mayor parte. En nuestra propuesta, en cambio, al no poner a la venta ni una sola entrada no se generaría expectativa alguna.

Pero si aún así dichas protestas persistieran, que nadie se preocupe porque ya lo tenemos todo previsto: montaremos ferias en las principales plazas de nuestros pueblos y ciudades, de ésas tan bonitas con hinchables y con canastas de pega que harán las delicias de chicos y grandes, a los que se ofrecerá la oportunidad de encestar en todas las posturas posibles y desde todos los artilugios imaginables, todo ello por supuesto financiado por nuestros patrocinadores (sponsors, perdón) que de esta manera disfrutarán de la oportunidad de inundarles de publicidad impunemente.

Además en muchas de estas plazas instalaremos pantallas gigantes para que se puedan seguir los partidos (es decir, la sucesión de planos de los asistentes), y al mismo tiempo instalaremos también cámaras que enfoquen a las gentes allí hacinadas, para así poder disponer de esas típicas escenas de masas gritando todas a la vez, que es bien sabido que siempre dan un toque humano y entrañable a cualquier retransmisión que se precie.

Y si pese a tantos esfuerzos aún quedara algún desafecto que no viera todo esto con buenos ojos, la respuesta que deberá recibir es bien clara: si no le gusta, hágase federativo (meta la cabeza en cualquier federación territorial, en cualquier puesto aunque sea de IBM -y veme a por esto, y veme a por lo otro...- desde el que pueda empezar a medrar); o bien hágase lameculos (pero asegúrese bien antes de cuáles son los culos que tiene que lamer, no vaya a ser que escoja el culo equivocado); o bien lo más fácil de todo, hágase famoso (apúntese al Gran Hermano, ennóviese con la ex del primo de la ex cuñada de algún ex torero promiscuo, implántese unas tetas descomunales -sea usted hombre o mujer, da lo mismo-, desarrolle cualquier actividad ridícula y estrafalaria que le haga aparecer constantemente en todos los canales...). Haga usted cualquiera de estas cosas y podrá estar seguro de que recibirá su invitación, de que nuestras puertas se le abrirán de par en par... pero eso sí, una vez en el pabellón procure disimular, que no parezca por nada del mundo que le gusta el baloncesto, no sea que empecemos a sospechar...

Señores de la FEB: han organizado ustedes recientemente un Eurobasket que ha recibido una catarata de elogios sin par, siendo considerado unánimemente como el mejor evento jamás organizado en todo el mundo mundial sobre la faz de la tierra. Pero por increíble que ahora les pueda parecer, todo, incluso esto, se puede mejorar. Aplicando esta sencilla medida de no sacar entradas a la venta, más las otras medidas complementarias mencionadas, más otras más que ya se nos irán ocurriendo, podrán estar ustedes seguros de que su Campeonato del Mundo (o de lo que sea) alcanzará un éxito organizativo sin precedentes, provocando millones de loas, alabanzas y lisonjas que sin duda les acabarán colmando de dicha y regocijo.

Y no, no se molesten en agradecérmelo, si para eso estamos, para poner a su disposición todas aquellas medidas que redunden en bien del espectáculo. No hay de qué.


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