miércoles, 30 de enero de 2008

Imprescindible


Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. (Bertolt Brecht)

Quizá sea él mi primer, mi más lejano recuerdo de baloncesto. (¿Qué podía tener yo, cinco años, seis, siete como mucho?). No tengo en la memoria verle jugar (que a esa edad ya sería demasiado) pero sí verle de jugador, allí plantado en medio en la zona con su camiseta de tirantes blanca y con aquella característica suya que a mí me resultaba tan extraña, sus gafas, sus enormes gafas de pasta de montura negra (o simplemente oscura, que aún era todo en blanco y negro por aquel entonces).

Llamaban la atención sus gafas pero también
su porte, sus casi dos metros de estatura tan insólitos en aquel país de posguerra que éramos aún. Hasta mis padres, poco aficionados al deporte y aún menos al baloncesto (del que apenas conocían a aquel emblemático Emiliano, el icono de la época) repararon en él, hasta les recuerdo preguntándose si no sería aquél el hombre más alto de España, a ver cómo podría haber alguien más alto con tanto hambre como había pasado aquella generación. Recuerdo oír a mi madre pronunciar su apellido, decir Monsalvez, así, con z, supongo que acabándolo en ez le resultaría mucho más natural...

Me temo que habrán pasado ya casi cuarenta años, tal vez más, desde que aquella primera imagen se grabó incomprensiblemente en mi memoria. Aún hoy si miro hacia atrás se me representa a menudo aquella estampa como la foto de apertura de un álbum que recogiera lo mejor, lo más hermoso de estas cuatro décadas de baloncesto. De un deporte por el que han pasado infinidad de personajes, olvidados o inolvidables, insignificantes o significativos, prescindibles o imprescindibles. Imprescindibles hay unos cuantos, tal vez no demasiados pero sí un buen puñado de tipos sin cuya existencia este juego jamás habría llegado a ser lo que fue/es en este país. Y sería completamente absurdo ponerlos en orden, establecer una especie de ranking de imprescindibilidad, sería ridículo hacerlo pero si se hiciera nadie probablemente merecería más que él ocupar ese imaginario primer lugar; en nadie podría pensar como más imprescindible para la historia de nuestro deporte que en don Moncho Monsalve.

Imprescindible ya tal vez como jugador. Imprescindible e incomparable como entrenador en lugares más o menos lejanos y en tantas y tantas plazas más o menos modestas, Ferrol, Málaga, Zaragoza, Murcia, Valladolid, también cómo no Marruecos o Dominicana, incluso aquella esporádica y traumática etapa de Cantabria que le hizo anticipar su primer adiós, que le hizo replantearse tantas cosas. Imprescindible e insustituible, sobre todo, como comunicador. Desde aquellos primeros comentarios suyos que fueron abriendo nuestros ojos en la árida televisión única de entonces, hasta sus últimos análisis que llenaron de grandeza la aún pequeña LEB pasando, cómo no, por sus luminosas etapas radiofónicas, su etapa bohemia, su rock & basket o basket & music, su verbo arrollador de tantas y tan lejanas tardes de sábado.

Él nos descubrió que había otros mundos (pero estaban en éste), otros baloncestos que tal vez ya nos sonaban pero que aún nadie nos había contado de esta manera, haciendo que los viéramos simplemente a través de su voz. Él nos habló antes que nadie de tipos que aún no eran nadie y más tarde lo serían todo. Él nos enseñó que el baloncesto no tenía por qué ser sólo (con ser esto mucho) emoción, que podía (y debía) ser también diversión. Él nos mostró las infinitas posibilidades técnicas, tácticas o simplemente lúdicas de este juego. Él en buena medida fue el culpable de que nuestro amor por este deporte se disparara hasta cotas que jamás habríamos podido ni tan siquiera imaginar.

Y jamás nos importó, más bien al contrario, su verbo incontenible, inabarcable. Él no sabía parar pero nosotros tampoco queríamos que parara, nos reventaba que el interlocutor de turno (fuera éste quien fuera) se apareciera de repente con la consabida muletilla de que Moncho, se nos acaba el tiempo, lo sentimos, tenemos que dar paso a publicidad. Y ni siquiera nos importaron sus alusiones hacia sí mismo en tercera persona, ésas que en otros resultan odiosas o pedantes pero que en él resultaban absolutamente naturales, como dando la sensación de que tenía que ser así, de que en su caso no podía ser de ninguna otra manera. Él fue/es ese tipo que jamás conocimos y que probablemente jamás conoceremos, pero con el que siempre tuvimos la sensación de que podríamos estar hablando (o simplemente escuchándole hablar) de baloncesto durante toda una vida.

Una vida no siempre fácil, cada vez más difícil. Aquellos que en persona le vieron durante estos últimos meses ya nos hablaron de su delicado estado de salud, de su movilidad reducida, de sus dificultades ya evidentes para desplazar su enorme corpachón. Aquellos que apenas le vimos por televisión, tal vez en alguna esporádica aparición sobre alguna cancha para recoger sabedios qué premio, sólo pudimos confirmar esa misma impresión.

Y sin embargo él, incombustible, continuaba trabajando, formando parte del cuadro técnico de la Federación, ayudando en lo poco que podía con lo mucho que sabía. Y aún pisando parquet, aún hollando banquillos, aún llevándose de gira a su Selección B (o de Promesas) hasta sus tantas veces visitadas tierras latinoamericanas.

Fue, o pareció ser, el final. Anunció que seguiría colaborando en lo posible con la Federación pero que aquél sería ya su último paso por los banquillos. Y no era ni la primera ni la segunda vez que nos anunciaba su adiós, pero esta vez la despedida nos pareció más definitiva que ninguna otra. A la vuelta de América le esperaba el quirófano, le esperaba una delicadísima operación de espalda. Le esperaba ese penúltimo partido, probablemente el choque más decisivo y el de resultado más incierto que jamás había tenido que afrontar.

Ganó. Ganó (cuentan) de paliza, ganó (permítaseme el término, no muy baloncestístico) por goleada. Cuentan que salió de la convalecencia lo suficientemente bien, lo suficientemente fuerte como para recibir con los brazos abiertos la penúltima sorpresa que la vida le tenía reservada. Una sorpresa, esta vez sí, muy agradable. Qué digo agradable, una sorpresa absolutamente maravillosa.

Moncho Monsalve es ya el nuevo seleccionador de Brasil. A sus (creo) 62 años el destino le ha puesto de nuevo la vida del revés, de nuevo su proa mirando al frente justo cuando ya parecía haber iniciado el viaje de regreso. Y esta vez encaminada no hacia un destino humilde, no hacia cualquier puerto pequeño sino hacia el más grande que cualquier viejo lobo de mar pudiera nunca desear.

Moncho Monsalve tendrá ahora el inmenso placer de dirigir a toda esa generación de la que ya nos habló maravillas en aquel Torneo de las Américas de (creo) 2005, contándonos cómo en breve plazo deberían suceder a Argentina en el trono del Cono Sur. A Leandrinho y los Marcelinhos, a Giovanonni, Splitter y Varejao, ojalá también a ese Nenê de salud no menos preocupante. Y a ese Murilo Becker Da Rosa que tanto nos gustó cuando le vimos, y a ese Joao Batista que tan poco nos gusta cada vez que le vemos, y quién sabe si hasta al emergente Paulao Prestes, si hasta incluso al evanescente Caio Aparecido Torres o al no menos fantasmagórico Rafael Araujo, o a tantos y tantos otros no menos importantes pero que ahora mismo no se me vienen ya a la cabeza...

Una generación que más tarde, en Japón 2006 y en sus competiciones continentales de 2007, pareció empeñada en desmentir todo lo bueno que antes habíamos pensado de ella. Y sin embargo el talento sigue ahí, lo vemos cada semana en ACB, en NBA, en Euroliga, en todos aquellos lugares por los que nos los vamos encontrando. Un inmenso montón de talento desaprovechado que parece estar pidiendo a gritos la mano de alguien que lo dirija, que lo sepa reconducir, encaminar hacia ese nuevo destino tan especial.

El reto será en Grecia, nada menos. Y el premio, un pasaje de avión para alcanzar el olimpo en Pekín. Nada me gustaría más, nada sería más fantástico que ver de nuevo en los Juegos Olímpicos a aquel viejo Brasil de Gerson, Pipoca o Marcel de Sousa, a aquel Brasil de sobre todo y por encima de todos Óscar Schmidt Becerra, ahora reconvertido en este joven Brasil dirigido por la mano maestra de quien menos hubiéramos podido imaginar. Nada sería más fantástico que poder tener allí un segundo equipo con el que ir, una segunda presencia nuestra a la que poder apoyar.

Ojalá. El reto será duro, qué duda cabe. Y sé que a conocimientos nadie le va a ganar, que nadie va a superar a estas alturas su sabiduría ni mucho menos aún su capacidad para comunicarla, para hacérsela llegar a sus jugadores. Pero sé también, todos lo sabemos, que hay algo más, algo en lo que nadie podrá no ya ganarle, no ya igualarle, ni comparársele siquiera: ilusión. La misma o más que cuando tenía veinte años y empezaba a jugar, la misma o más que cuando tenía treinta y empezaba o quería empezar a entrenar. Una ilusión incomparable y una pasión incontenible por este juego, su juego. Ésa es su arma secreta, la que no todos tienen, la que le puede abrir las puertas del olimpo, las puertas de la gloria. Las puertas de su sueño, ése que desde ahora mismo ya también es nuestro sueño.

Mis nombres de l'Hospitalet


10 ene 2008

Ustedes (si los hubiere) me perdonarán el atrevimiento. Atrevimiento por partida doble: primero, por ponerme a valorar chavales como si supiera de qué estoy hablando, como si fuera un ojeador, un técnico, un experto en la materia en vez de un mero aficionado; y segundo, por opinar, como si les conociera de toda la vida, acerca de chicos a los que habré visto en el mejor de los casos cuatro veces y en el peor apenas un par de ellas, y todo ello sólo en el breve plazo de tres días, en las especiales circunstancias de un torneo muy concreto y en la muy pequeña pantalla de mi televisor.

Y una vez perdonado (espero), les cuento que los encontrarán divididos en tres secciones: un primer grupo, que sería mi cinco ideal del torneo; un segundo grupo de siete jugadores, que junto a los cinco anteriores completarían algo así como mi plantilla ideal; y un tercer grupo ya de menciones honoríficas, de jugadores que no me cabían en los dos grupos anteriores pero a los que, por unas u otras circunstancias, tampoco podía dejar pasar.

Sin más dilación, vamos allá:

Cinco ideal

Nikola Vukasovic (FMP Zeleznik): equilibrio en estado puro; no es explosivo, no es el típico base que te fascina con penetraciones de fantasía o pases imposibles, pero dirige a su equipo con una madurez y una sensatez impropias de sus apenas 16 años (de septiembre de 1991, de los bases más jóvenes de la competición); eficaz en todo lo que hace, tira (y tira bien) sólo cuando debe, pasa cuando tiene que hacerlo, corre o para según requiera cada situación, siempre encuentra el ritmo adecuado para cada momento del juego. Y no descuida en absoluto la defensa, más bien al contrario. Quizás el principal culpable de esa sensación de “equipo adulto” que dio el Zeleznik durante todo el torneo. Seguramente volveremos a verle el próximo año, y muy probablemente será aún mejor.

Nihad Djedovic (Barça): (y ustedes me perdonarán si no escribo bien el apellido, que yo creo que es así -con jota intercalada- aunque el Plus, supongo que con conocimiento de causa, estuvo los tres días escribiendo “Dedovic”, sin jota); este bosnio transmite la sensación, probablemente engañosa, de estar “ya hecho”, en lo técnico y en lo físico, más que cualquier otro jugador que hayamos visto en este torneo. Supongo que a ello ayuda el hecho de estar ya compitiendo habitualmente con adultos, en el Cornellá de LEB Plata. Puede jugar sin despeinarse en cualquiera de las tres posiciones exteriores (aunque básicamente es un dos, y acabará de dos), gracias a su físico completamente formado y a sus incomparables fundamentos que le permiten sacar adelante casi cualquier ocurrencia que se proponga. Ya domina el idioma, y está tan integrado en nuestra cultura que los tacos se le escapan en castellano en vez de en serbocroata (salvo que “hostiaputa” se diga igual en ambas lenguas, cosa que dudo). Será una estrella, sólo a falta de saber si lo podrá ser en el Barça o en cualquier otro lugar.

Nikola Mirotic (Real Madrid): talento en estado puro; para pivotar de espaldas al aro, para encarar la canasta de frente, para abrirse a buscarse la vida desde fuera, para jugarse el triple cuando es preciso, para incluso subir el balón si es necesario... Su estatura y su amplísima gama de movimientos le permite jugar en todas las posiciones interiores, pero su constitución física (extremadamente delgado, tremendamente desgarbado, sin muscular apenas) hace pensar que, aún fortaleciéndose, acabará jugando de tres (y condiciones sobradas tiene para ello). Otra estrella en potencia, del que (como en el caso anterior) sólo nos queda saber si las elevadas exigencias de su actual club le permitirán serlo aquí, o si al final se tendrá que ir a buscarse la vida en otra parte.

Bojan Subotic (FMP Zeleznik): mi MVP del torneo. Al contrario de los dos anteriores, este cuatro no es en absoluto espectacular, no llama la atención por su talento ni por su explosividad ni por su fantasía, en absoluto. Como bien comentaron los del Plus nunca será un jugador que los ojeadores lleven en sus agendas, nunca generará sesudos informes sobre sus posibilidades para triunfar en tal o cual liga. Y sin embargo nadie fue más imprescindible que él a lo largo de todo el torneo, y muy pocos lo serán más que él a lo largo de su carrera profesional. Completo como pocos, impecable en defensa (que se lo digan a Mirotic, que lo tuvo que sufrir en la semifinal), incomparable en el rebote, insoportablemente eficaz en ataque, intenso hasta decir basta; él se llevó la mayor ovación escuchada en el pabellón, por su inagotable despliegue durante la final, pero ya unas horas antes había dejado su sello durante la extraordinaria semifinal; y, por si le faltaba algo, suya fue también la canasta que decantó finalmente el torneo. Insisto: no será una estrella, pero no se les ocurra olvidar su nombre porque volverán a encontrárselo muchas veces en los próximos años.

Michel Diouff (Barça): el cielo (y no sólo por estatura) es el límite de este interminable senegalés de no menos interminables brazos. Cabría pensar que con ese cuerpo los tapones y los rebotes ya los lleva de suyo (que no es así, hay mucho trabajo detrás), pero su amplísima gama de movimientos en ataque (que crece cada día) nos permite imaginarlo como un potencial fuera de serie. Evidentemente aún tiene margen de mejora, pero tiene toda la pinta de que sus entrenamientos cotidianos, más sus “clases particulares” con Dueñas, le acabarán por convertir en el típico jugador por el que media NBA se pegará más pronto que tarde.

Plantilla ideal

David García (Real Madrid): (a menudo se le añade el segundo apellido, Pachá, para distinguirlo de su homónimo del Estu); tras un “cinco ideal” formado por dos serbios, un montenegrino, un bosnio y un senegalés, qué mejor que este “sexto hombre” de la tierra; para mi gusto el mejor “producto nacional” que hemos visto en el torneo (no digo con ello que sea el mejor, sino que es el que ha jugado a más alto nivel durante estos tres días); escolta de extraordinaria muñeca y no menos extraordinaria capacidad de penetración, buen manejo, mejor uno contra uno... Su futuro se me antoja difícil en su equipo por lo difícil que siempre suelen tenerlo los de la cantera (y aún más en su puesto), pero este chico se merece ya una oportunidad (o varias).

Dino Hodzic (Cibona): magnífico base, que se cayó de mi cinco ideal por una floja semifinal ante el Barça, pero que antes nos había regalado dos actuaciones extraordinarias ante Penya y Unicaja. Probablemente le penaliza (en cansancio y en faltas) la floja rotación de su equipo, que le hace permanecer en cancha mucho más tiempo del que sería recomendable. Añádase su inmensa calidad, su constante presencia, sus dotes de mando, la determinación de su juego, y concluiremos que estamos ante un tipo que dará mucho que hablar en los próximos años.

Alex Hernández (Barça): parece que todo el mundo se empeña en compararle con Navarro, desde los comentaristas del Plus (tras una entrada a canasta, Carnicero incluso le llamó “Bombita Hernández”) hasta los entrenadores rivales, como el histórico Frederic Fauthoux del Pau Orthez, que al parecer preguntó incluso si acaso no sería éste su hermano pequeño... Yo debo ser muy torpe pero no encuentro tanto parecido, la verdad, creo que éste es más director de juego, que tiene (por ahora) algo menos de tiro exterior... aunque reconozco que en algunas de esas penetraciones a canasta driblando a diestro y siniestro sí se le puede dar un aire. En cualquier caso, las comparaciones son (una vez más) odiosas. Él es Alex Hernández, simplemente, y será grande sin necesidad de tener que parecerse a nadie.

Josep Franch (Joventut): la inagotable factoría de la Penya no cesa de producir bases maravillosos uno detrás de otro. El penúltimo producto sería este chaval al que algunos ya ven como “el sucesor de Ricky Rubio”. Lo cual en mi opinión es tan erróneo como injusto, primero porque Ricky aún no necesita que le suceda nadie, segundo porque ambos son de la misma edad y tercero porque Franch es buenísimo por sí mismo, sin necesidad de compararle con nadie (sí, las odiosas comparaciones, otra vez). Ya ha hecho fugaces apariciones en el primer equipo, y estoy convencido de que no tardará en hacer muchas más. Al tiempo.

Andrija Milutinovic (Zeleznik): impresionante escolta/alero que en su primer partido (contra el débil Hospitalet) ensartó triple tras triple en una increíble racha que parecía no tener fin. Racha que no tuvo continuidad en los encuentros siguientes, en los que a cambio demostró que también sabe hacer otras muchas cosas: defender, ayudar primorosamente en el rebote, subir el balón siempre que sea necesario. Otro de esos productos del FMP que no harán historia, pero que serán imprescindibles allá donde vayan.

Dejan Musli (Zeleznik): el jugador que más esperábamos ver, y (casi) el que menos vimos. Se supone que arrastraba una lesión en un pie que le había impedido entrenar durante las últimas semanas, que le dejó sin jugar los dos primeros partidos y le hizo jugar diezmado los dos últimos. Aún así dejó gotas, detalles, retazos de su calidad en ambas zonas, pero muy lejos de su mejor forma física (su incapacidad para bajar a defender los contraataques era evidente) y aún más lejos de lo que todos esperábamos. Le meto en esta segunda categoría, más que por lo que hizo, por lo que estoy seguro que es capaz de hacer.

Papa Abdoulaye (Barça): (al que sus compañeros y técnicos llaman “Ablay”, quizá porque llamarle “Papa” podría crear una cierta confusión); cuentan que apenas lleva 11 meses jugando al baloncesto, por lo que cabría hablar de una meteórica progresión. Evidentemente aún no tiene las capacidades técnicas que ya atesora su “alma gemela” Diouff, pero sí se le ven ya maneras que otros jamás adquirirían ni en 11 meses ni en 11 años. Determinante atrás ya es, y a la velocidad que aprende (también de la mano de Dueñas) pronto lo será también adelante. Y qué decir de su intensidad, de su grado de implicación, del berrinche que se agarró tras perder la final... Vale lo dicho para Diouff: sólo el cielo es el límite.

Menciones honoríficas

Bozhidar Avramov (Pamesa): cuentan que Katsikaris ya le ha hecho debutar en el primer equipo, y basta verle unos instantes en cancha para entender por qué; madurez, velocidad, comprensión del juego, sentido común, atrevimiento en su justa medida... La joya búlgara de la cantera valenciana, a poco que le cuiden.

Nikola Rakocevic (Real Madrid): no es familia del jugador del Tau pero merecería serlo, porque comparte con él no sólo el apellido sino también una innata propensión a tirárselo todo, lo que debe y lo que no. Tiene talento y condiciones para ser buenísimo, lo será el día en que mejore su proceso de toma de decisiones.

Dani Pérez (Barça): zurdo, magnífico defensor, impecable tirador. Se le ve muy “poquita cosa” en cancha, pero quizá porque aún esté por madurar físicamente.

Fran Cárdenas (Cajasol): otro más (y no de los peores precisamente) de esta estupenda promoción de bases nacionales; pequeño, rápido, maravilloso pasador, con toda la fantasía propia de la escuela sevillana, con (parece) toda la determinación necesaria para triunfar.

Marko Gacinovic (Zeleznik): teóricamente el suplente (de lujo) de Vukasovic; en la práctica mucho más que eso. Un base completísimo, espectacular en defensa y muy bueno también en ataque.

David García (Estudiantes): (no confundir con el escolta madridista de mismo nombre y apellido; aquél es Pachá, éste es Infante); base sobrio, de modales sencillos, bueno en la anotación, magnífico en la dirección.

Sergio Llorente (Estudiantes): el contrapunto perfecto del anterior; atrevido, rapidísimo, puro desparpajo dentro y fuera de la pista (inolvidable aquella entrevista al acabar su primer partido...). El orgullo de su padre don José Luis, que por cierto (muy en su papel de presidente de la ABP) no se mordió la lengua cuando que le preguntaron qué opinaba de la presencia de tantos chavales extranjeros en nuestros equipos...

Xavi Ysarn (Joventut): si hay quien se atreve a llamar a Franch “el sucesor de Ricky”, con las mismas éste debería ser llamado “el sucesor de Franch” (y tan absurdo sería lo uno como lo otro); de momento es sólo su suplente, lo que le hace contar con muy poquitos minutos... pero en los pocos que tuvo me causó sensación. Muy menudito, pero calidad por arrobas tiene la criatura.

Sven Smajlagic (Cibona): típico tirador croata de los de toda la vida, finísimo, de perfecta ejecución.

Nacho Esteban (Real Madrid): sobrio alero, sobradísimo de clase y de muñeca.

David Jelinek (Joventut): seda pura, fundamentos espectaculares, una suspensión de ensueño; por ponerle alguna pega a este checo (que ya es poner), diría (probablemente equivocándome, al haberle visto sólo dos veces) diría que quizás le falte algo de continuidad; hay momentos en los que su presencia es abrumadora, y otros en los que (me dio la sensación de que) desaparece por completo de la cancha.

Konstantine Tomaradze (Barça): este georgiano no parecía destinado en principio a asumir protagonismo, pero dejó su sello en todas y cada una de sus apariciones en cancha. Y muy especialmente con sus extraordinarios minutos durante la final, en la que fue (junto a Dani Pérez) el verdadero protagonista de la (finalmente frustrada) remontada blaugrana. Nunca sabremos qué habría ocurrido si no le hubieran sentado a falta de cuatro minutos, supongo que por aquello de “preservar la jerarquía” de los titulares...

Jordan Bürger (Cajasol): no, no es que el inmortal nº 23 haya puesto una cadena de establecimientos de comida rápida, no; más bien se trata de un alero brasileño de extraño nombre, buena constitución física y mejor muñeca, con el que nos fuimos a encontrar cuando esperábamos a otros más renombrados como Sosa (que también tiene buena pinta) o Pérez Zapata. Como bien dijo Rodríguez recuerda mucho a otro brasileño que también anduvo por Sevilla hace ya unos cuantos años, Anderson Schutte.

Dmitri Kryukov (Joventut): metidos en el juego de buscar sucesores, a éste podríamos llamarle “el sucesor de Flis” (ya puestos...). Pero tampoco tiene demasiado que ver con su tocayo y paisano. Éste que ahora nos ocupa juega más exterior, es un magnífico reboteador y tiene muy buena mano, de la que (me dio la impresión) abusa bastante.

Augusto Lima (Unicaja): el que mejor recuerdo nos deja del pálido Unicaja de este Torneo. Ala-pívot brasileño intensísimo, de buena mano y magnífica actitud (y aptitud) para el rebote, el ofensivo especialmente.

Toni Jaume Vicens (Estudiantes): si hablábamos de una magnífica promoción de bases, no cabe decir lo mismo en la de pívots, que ahí la cosecha de productos locales se nos queda más bien escasa. Pero sí merece la pena destacar a este mallorquín (del que ya nos hablara De la Cruz hace algunos meses), escaso de centímetros pero buenísimo tanto jugando de cara como de espaldas y muy intenso en el rebote; no será fácil que Diouff y Abdoulaye le olviden tras el partidazo que se marcó contra el Barça.

Endika Bahillo (Real Madrid): liviano y más bien escaso de centímetros (por ahora) para jugar ahí dentro; pero me pareció que apunta muy buenas maneras en la pintura.

Marcos Molina (Pamesa): en el primer partido del torneo causó sensación este ala-pívot, muy poderoso en la zona y con buena mano desde fuera; lástima que en el segundo (apenas unas horas después) las faltas ya no le permitieran brillar. Sus escasos 202 centímetros le auguran un futuro difícil salvo que se reconvierta a la posición de 3, y su fornida constitución física no hará nada fácil dicha reconversión.

Gerbert Martí (Joventut): pívot al que no pude ver tanto como habría deseado (esas faltas en el segundo partido), pero que en lo poco que le vi me dio muy buena impresión, me pareció que va muy bien provisto de fundamentos.

Miguel Lorenzo (Unicaja): más alto y desarrollado que los anteriores, buenísima planta y muchas expectativas, quizá demasiadas porque en un principio nos dejó un poco fríos. En su segundo partido, contra la Penya, ya sí que nos mostró (aún sin excesos) detalles muy interesantes.

Dragan Sekelja (Cibona): como definió perfectamente Antonio Rodríguez, sería del club “cariño, he agrandado al niño”; dos metros y unos cuantos centímetros, pero de un cuerpo redondeadito, sin formar, sin definir muscularmente todavía (y su cara de crío, ya no digamos). Tiene talla y parece apuntar también calidad y actitud; lo demás llegará con el tiempo.

Leon Radosevic (Cibona): el caso exactamente contrario al anterior; pívot ya físicamente formado, serio, sobrio, sólido... y que se habrá llevado un pésimo recuerdo de este torneo, tras su (aparente) esguince de tobillo durante la semifinal.

Tomislav Zubzic (Cibona): magníficas condiciones físicas y aún mejores condiciones técnicas, pero con una terrible propensión a cargarse de faltas y otra aún más terrible a ponerse de los nervios. Cuando madure (en el supuesto de que algún día lo haga) será un ala pívot muy a tener en cuenta.


Destroyer


14 ene 2008

Definitivamente, es mi ídolo. Y es curioso, nunca lo fue durante su época de jugador, aún a pesar de lo bueno que era el tío. Yo admiraba profundamente su juego, cómo no, pero secretamente yo era más de Dumars, su inolvidable compañero en el perímetro en aquellos irreductibles Pistones de Detroit.

Dumars era mi preferido, Thomas era... otra cosa. Thomas, de nombre Isiah, era un tipo que jugaba como los ángeles y que además poseía una incomparable cara de buena persona. El espejo del alma, dicen, pero él, así dentro como fuera de las canchas, se empeñaba en desmentirlo, en demostrarnos que tras su beatífico gesto probablemente se escondía el más bad de todos aquellos boys.

Un día se retiró (es ley de vida), puso fin a su carrera de jugador e inauguró otra nueva que, sospechábamos, jamás podría parecerse a la anterior. Qué equivocados estábamos. Con ser grande la huella que dejó sobre las canchas, ésta jamás podrá compararse con su inabarcable trayectoria fuera de las canchas.

Para empezar, Toronto. Cuelgas las botas y tu primer trabajo es ser el responsable de operaciones de toda una franquicia NBA, así, sin pasos previos, sin procesos de aprendizaje; es lo que yo digo, para qué empezar de botones pudiendo empezar de presidente... Apenas unos meses más tarde, dieciocho mil operaciones fallidas después, los propietarios de la franquicia canadiense le agradecieron sus servicios y le enseñaron la puerta de salida, cuidándose mucho de poner los medios para que nunca encontrara el camino de regreso. Quién iba a imaginar que aquello sólo fuera el principio...

Siguiente parada: la CBA. O sea, esa liga menor que aquí solemos denominar “Comercial”, como si la letra C no pudiera significar cualquier otra cosa. Hacia el final del segundo milenio la CBA era una liga en crisis, que (se supone que) recurrió a Isiah Thomas no por su experiencia como gestor (cero) sino por su repercusión mediática, tal vez para ver si de este modo lograban levantar tan alicaída competición... Pocos meses después, Isiah Thomas efectivamente había acabado con la crisis; y con la CBA. Había cogido una liga levemente enferma; la dejó literalmente muerta.

Vale, sí, los despachos no parecían ser lo suyo pero quién sabe, tal vez los banquillos... Al mando de Larry Bird, los Pacers de Indiana venían de completar un magnífico trienio culminado con su primera presencia (y única, hasta ahora) en una final NBA. Pero justo en este punto el Pajarraco decidió que ya estaba bien, que aquello no era para él, que a ver qué necesidad tenía él de poner en peligro su salud cuando podía vivir mucho mejor con bastante menos presión. Así que se subió al despacho y entregó las riendas del equipo a Isiah Thomas, que no es que tuviera mucha experiencia como entrenador (cero), pero en quien se supone que vieron... ¿qué sé yo qué demonios vieron?

Y así, nuestro protagonista se convirtió de repente en Isiah “Palos de Ciego” Thomas. Le habían entregado un equipo hecho y derecho, un conjunto en plenitud y él, que no tendría por qué haber tocado nada, se entregó de inmediato a la tarea de destruirlo. Hoy pongo a éstos, mañana pruebo con éstos otros, la semana que viene con aquellos, la otra con los de más allá... Por un momento pareció que podría conseguir una gesta histórica, la de no repetir quinteto jamás, la de alinear 82 cincos titulares distintos en una misma temporada regular. ¿Imposible? De repente aquello que habíamos dado tantos años antes en el colegio, lo de las variaciones, permutaciones y combinaciones, recuperaba todo su sentido: doce elementos (o quince, según), tomados de cinco en cinco, dan como resultado equis combinaciones titulares posibles. Por descabelladas que éstas puedan parecer.

Aquello no estuvo nada mal, de hecho a día de hoy los Pacers todavía intentan recuperarse de aquel tumulto, todavía recogen los frutos de aquella siembra (y de la de Carlisle, si bien en este caso por razones radicalmente distintas). Ya salió de Indianápolis definitivamente convertido en Isiah “Destroyer” Thomas: todo lo que toca se convierte en... (no, no precisamente en oro, más bien al contrario; rellenen ustedes los puntos suspensivos –y así hacen algo- añadiendo el sustantivo que mejor les parezca; yo tengo uno en mente, desde luego, pero es que no quedaría muy elegante el texto si lo pongo).

Tras esta experiencia sus días vinculados a este deporte (fuese de lo que fuese) parecían acabados, con semejante currículum quién iba a osar contratarle otra vez... En estos casos (y otros similares) solía decir mi abuela que siempre hay un roto para un descosido. Qué razón tenía la pobre mujer.

El roto eran los Knicks. Los Knickerbockers de Nueva York, una de las instituciones deportivas más publicitadas y cinematografiadas del planeta, con sede además en uno de los templos deportivos más afamados y míticos de dicho planeta. Esos Knicks cuyo prestigio deportivo siempre había ido muy por detrás del mediático, pero que al menos podían añorar un par de títulos, unas pocas finales, un montón de años en la élite de la Liga. No corrían buenos tiempos sin embargo, no parecía fácil levantar cabeza, tal vez hacía falta un revulsivo... ¿Un revulsivo?

Recuerdo que el día en que se anunció el fichaje de Isiah Thomas como nuevo responsable de operaciones (o como se llamara el cargo) de los Knicks, pensé que aquél sería el final de dicha institución, que probablemente muy pronto asistiríamos a la desaparición definitiva de una de las más emblemáticas franquicias de la NBA. Y claro, al mismo tiempo pensé que exageraba, que tampoco tenía por qué ser siempre así, que aquello no podía ser para tanto...

Como siempre, como un molinillo: fue llegar y empezar a agitar las aguas a su alrededor, una operación tras otra hasta poner del revés a las tres cuartas partes de su equipo. Él se había encontrado una panda de jugadores desmotivados, y antes de que nos diéramos cuenta la había sustituido por una inmensa colección de egos absolutamente imposibles de motivar. Consiguió juntar bajo el mismo techo a los jugadores más egocéntricos de la Liga y, en una penúltima vuelta de tuerca genial, designó para entrenarlos al técnico más enemigo de egocentrismos que podía encontrarse en toda la Liga. El rosario de la aurora era una tontería en comparación con la forma en que aquello acabó.

Así que nada, echamos a Larry Brown, paguémosle lo que tenía que cobrar e indemnicémosle además hasta el hartazgo, al fin y al cabo qué más da, si ya estamos quintuplicando el tope salarial pagando sueldos delirantes a nuestros jugadores de medio pelo, total por unos cuantos millones y millones de dólares más que le demos a este señor por estar en su casa viendo cómo perdemos, ya ves tú, qué importancia tiene, será por dinero... Y cómo no, recurramos a la socorrida estrategia de quítate tú para ponerme yo, si ya era el amo en los despachos ahora lo seré también en los banquillos, que al fin y al cabo ya he demostrado sobradamente mi incompetencia en ambos campos por separado, pero aún nadie sabe de lo que puedo ser capaz en ambos campos a la vez...

Pasado un tiempo prudencial, bien podemos afirmar que si los Knicks de Nueva York aún no han desaparecido es porque tienen aún el respaldo de una gran masa social y de un inmenso poderío económico. Porque por él no ha quedado, desde luego, él ha seguido haciendo todo lo que estaba en su mano: operaciones descabelladas (los Blazers jamás le agradecerán lo suficiente haberles librado de Randolph, el enésimo ego para su colección), alineaciones delirantes y hasta comportamientos obscenos, como ese ya nada presunto acoso sexual cuyo castigo, por increíble que parezca, tampoco cayó sobre él sino sobre la franquicia, faltaría más.

Sus hitos apenas tienen precedentes en la historia del baloncesto mundial. Ha conseguido provocar manifestaciones en las calles pidiendo su cese, ha conseguido que sus superiores ordenen la expulsión del sacrosanto Madison Square Garden para aquellos aficionados (de pago, por supuesto) que se signifiquen o extralimiten en sus protestas, ha puesto a media Capital del Mundo del revés, ha conseguido que la franquicia con mayor seguimiento mediático de toda la NBA, que una de las instituciones deportivas más publicitadas del planeta Tierra sea ahora la comidilla, el hazmerreír de media humanidad.

Hubo un tiempo en que teníamos Knicks hasta en la sopa, no pasaba una semana sin que les televisaran un par de partidos. Ahora no, ahora afortunadamente les vemos de pascuas a ramos, de ciento al viento. El otro día les vimos, sin embargo, contra los Raptors de Calderón (si no de qué): los Raptors no están bien, no atraviesan su mejor momento, no pasan por su mejor forma; sin embargo, qué duda cabe, son un equipo. Los Knicks no; los Knicks son una banda. Y no lo disimulan ni en la cancha ni en el banquillo (con ese Randolph diciéndole de todo al protagonista de nuestra historia, por el mero hecho de sustituirle). Si las cosas son así de cara al público, no quiero ya ni pensar cómo serán tras las puertas cerradas de su vestuario. [Todo lo cual no significa que no puedan ganar algún partido muy de vez en cuando; por ejemplo la pasada madrugada, precisamente contra los Pistons, probablemente con la única intención de estropearme el artículo]

Lo dicho, es mi ídolo, yo de mayor quiero ser como él (o mejor aún, yo quiero ser como Mark Aguirre, su amigo del alma, ése al que metió en los Pistons a costa de echar a Dantley, ése al que luego ha ido colocando de una u otra manera en todos aquellos sitios por los que ha pasado). Él ha conseguido subvertir uno de los principios más sacrosantos de cualquier organización, el afamado Principio de Peter según el cual todo individuo avanza en el escalafón hasta que alcanza eso que llamaríamos nivel de incompetencia. Él no. Él hace tiempo ya que alcanzó y rebasó con creces dicho nivel, y sin embargo sigue avanzando, y avanzando, y avanzando...

Sabedios dónde estará su techo. Quién sabe si algún día no le veremos de Comisionado de la NBA (que al fin y al cabo experiencia ya tiene, si ya lo fue de la CBA), poniendo todos los medios a su alcance para acabar con la competición deportiva más pujante y boyante sobre la faz de la Tierra. Quién sabe si algún día no le veremos incluso de Presidente de los Estados Unidos de América (cosas aún peores se han votado), dejando pequeños a algunos antecesores suyos de cuyo nombre no quiero acordarme, poniendo en grave peligro (aún más, si cabe) la paz mundial. Quién sabe hasta dónde podrá llegar...

Así que bien pensado, señor Dolan, casi mejor no le cese, háganos usted ese inmenso favor. Que él siga jugando a su antojo con sus Knicks, para que de esta manera el resto de la humanidad pueda respirar tranquilo. Y sobre todo, que los aficionados de la Gran Manzana piensen que no, que él no les está robando el espectáculo, por la sencilla razón de que él, y sólo él, es el espectáculo. Él, Isiah "Destroyer" Thomas, uno de los mejores bases de la historia de este deporte, una de las personalidades más inquietantes de la historia del deporte.


Los Miserables


21 dic 2007

A estas alturas, tal vez ya nada debería sorprendernos. Deberíamos ser conscientes de lo que somos, de dónde estamos, de ese ínfimo lugar que ocupamos en la escala social siquiera ligeramente por encima de la ameba, de la ínfima consideración que como tales merecemos.

Nosotros, miserables aficionados al baloncesto, deberíamos dar gracias al señor, a todos los dioses sobre la faz de la Tierra; deberíamos estar infinitamente agradecidos por el hecho de que aún se nos permita ver por televisión nuestro deporte, esa cosa tan rara que no se juega con los pies.

Y sin embargo no tenemos remedio. No es ya que aún nos sigamos sorprendiendo, es que en cuanto se descuidan incluso nos seguimos quejando, como si no fuéramos capaces de darnos cuenta de nuestra situación, como si aún nos creyéramos con derecho a recibir un trato distinto del que sin duda merecemos.

Nosotros, miserables aficionados al baloncesto, somos tan raros que hasta nos da por ver semana tras semana la Euroliga, tal vez la competición deportiva más autodestructiva del planeta, la primera fase más insustancial e inservible de toda la historia de la humanidad. Pero aún así la vemos, y a veces hasta nos gusta, hay que ver, no tenemos perdón.

A veces, como hace ocho días, hasta nos esconden un partidazo como el Olympiacos-Tau en la programación matinal de Teledeporte, a las once y media de la mañana nada menos, prime time como si dijéramos; pero inasequibles al desaliento no nos resignamos, lo grabamos y luego a la tarde o a la noche lo vemos, y entonces descubrimos que el primer cuarto (que debió ser maravilloso) se les cayó al agua, que en su lugar dieron las series eliminatorias matinales del Campeonato de Europa de Natación en Piscina Corta, competición de masas donde las haya; que pese a su condición de diferido ni siquiera se les ocurrió la posibilidad de recortar los tiempos muertos, no, para qué, no nos vayamos a cansar: nos comemos todo el primer cuarto y empezamos la retransmisión con los dos minutos entre cuarto y cuarto, que esos sí que los damos enteritos para que puedan ver alguna repetición y con eso ya se hagan idea de lo que se han perdido; además, si total es sólo baloncesto, es simplemente la Euroliga, a quién le va a importar...

A veces, nosotros, miserables aficionados al baloncesto, podemos llegar a tener la extraña sensación de que estamos solos. A veces te sientas a ver un partido de Euroliga en Teledeporte y te preguntas si no serás el único, si acaso habrá alguien más haciendo en ese mismo momento exactamente lo mismo que tú. A veces nosotros apenas somos ni siquiera nosotros, apenas somos tú o yo.

Y a veces, incluso nos preguntamos (no escarmentamos, aún seguimos preguntándonos cosas) el porqué del extraño comportamiento del Ente Público para con esta (presunta) competición. Por qué en ACB se intentan hacer las cosas bien sábado tras sábado, y en Euroliga se hacen las cosas tan rematadamente mal miércoles/jueves tras miércoles/jueves. Por qué sólo merece analista el partido de La2 (el gran Creus), por qué los partidos de Teledeporte van sólo con narrador. Por qué ese Arsenio Cañada de cada sábado, con el que todos estamos tan contentos, no aparece jamás en los partidos de Euroliga (mientras que el año pasado sí aparecía), como si sus días de libranza fueran precisamente miércoles y jueves, como si eso no se pudiera cambiar, como si tuviera contrato con la ACB en exclusiva, como si tuviera prohibido hacer esta competición. Por qué en su lugar nos tenemos que tragar al insoportable Nacho Calvo, al anodino Esteban Gómez (aunque éste al menos sabe de qué habla), al estruendoso Diego Martínez, al ilustrado y erudito Pere Ferreres (si entendiera también de baloncesto ya sería la bomba...)

A veces, nosotros, miserables aficionados etc, aún pensamos, incorregibles como somos, que al menos nos quedará el partido de La2. Y nos sentamos a verlo aún sabiendo que probablemente no será el mejor encuentro de la jornada, que probablemente habrá sido elegido por extrañas razones que se nos escapan, tal vez por cuestiones de horario (cuanto más temprano sea, mejor; cuanto menos gente pueda verlo, mejor), tal vez porque es el del Madrid que da más audiencia, extraña cosa esa de la audiencia, que tan pronto se desprecia olímpicamente como se utiliza de coartada para justificar cualquier decisión...

Y a veces pesa más el Madrid que el horario, a veces los partidos son fuera y no les puedes engañar para que lo adelanten, a veces no les queda más remedio que darlo nada menos que a las 20:30, y hasta lo puedes ver sin tener que grabarlo, y hasta llega el último cuarto y el choque sigue igualado, y te preparas para ver un final apasionante...

Y entonces sucede: alguien aprieta un botón, gira una llave, tal vez suelta un cable, de repente las voces de Calvo y Creus desde Roma desaparecen, tan solo nos llega el sonido ambiente, y así un minuto, dos, y allí seguimos esperando que aparezca una voz en off, algún rótulo, alguien que nos dé una explicación pero lo que sucede en su lugar es todavía más extraño, el partido se cae a una ínfima ventanita en la parte inferior izquierda de la pantalla mientras que en el resto aparece primero la cortinilla de TVE y seguidamente el apasionante sorteo de la Lotería Primitiva, que claro, es comprensible porque es de esas cosas que las ves en directo o no las ves, te ponen el sorteo en diferido diez minutos después y se ve que ya no es lo mismo, y que además ya se sabe que ésta es la única manera de enterarse del resultado, te pierdes el sorteo en la tele y a ver luego cómo te enteras de qué números han salido, que total no se publican en ningún sitio...

Así que allí está el bombo escupiendo bolas, una tras otra mientras la voz en off nos informa puntualmente de que este jueves no hay sorteo de Lotería Nacional (menos mal, sólo eso nos faltaba, todavía otro sorteo más) porque con el de Navidad del día 22 se ve que ya es bastante, y cae la sexta bola pero aún nos queda la del complementario, y la del reintegro, y la de la madre que los parió, y ya el plasta en off se despide por fin pero aún nos queda otra dosis de cortinilla de La2, y al fin el partido ocupa de nuevo toda la pantalla, y reaparece el sonido ambiente pero aún no las voces de Calvo y Creus, que el operario del botón o del cable se ve que ahora no lo encuentra, ya ves tú, se le habrá pasado al hombre, estará de copa navideña, estará mirándose la primitiva a ver si le ha tocado algo, pobrecillo...

Total: quedaban casi ocho minutos para el final cuando desaparecieron los comentarios de Calvo y Creus, seis y pico cuando nos redujeron el partido a su mínima expresión para meter la primitiva, tres cuando el partido volvió a su tamaño natural, apenas dos cuando volvió la narración; añádase por supuesto la profusión de tiempos muertos y parones varios, y el resultado arrojará un agujero de más o menos seis minutos de juego, más o menos quince minutos de tiempo real. Y todo ello sin una mínima explicación, sin un nos vemos obligados a conectar con el Salón de Loterías, en breve retomaremos la conexión con Roma, disculpen las molestias... Nada.

¿He dicho explicación? Pero vamos a ver, ¿desde cuándo nosotros, miserables etc etc etc, merecemos siquiera la más mínima explicación? ¿Pero qué nos hemos creído? ¿Acaso no sabemos que la Organización Nacional de Loterías y Apuestas del Estado (o como demonios se llame) pagará una pasta al Ente Público (que curiosamente también es del Estado, por lo que más o menos todo queda en casa) por la retransmisión de este sorteo? ¿Acaso no sabemos que más de medio país está en vilo en ese mismo momento, pendiente únicamente de cuál será la combinación ganadora (no hay más que ver las audiencias de cada jueves para comprobarlo)? Y que tiene que darse en directo, así llueva o truene, así haya baloncesto o... bueno, no, con el fútbol no, con el fútbol haríamos una excepción, faltaría más, ya veríamos cómo nos las apañábamos, al fin y al cabo fútbol es fútbol, no como ustedes los del baloncesto que apenas son nadie...

No nos sorprendamos, pues, y aún menos nos quejemos. Demos gracias una vez más, cuantas veces sean necesarias, por ese gran don que recibimos, por esas dosis de Euroliga que se nos ofrecen semana tras semana; no reparemos nunca más en lo negativo, en lo que nos perdemos, lo que nos quitan, lo que nos aburren, no; simplemente tomemos conciencia de nuestra situación, démonos cuenta de que somos unos privilegiados al recibir estos dones que nosotros, pobres miserables, en absoluto merecemos.

Así que disfrutémoslos hoy, no vaya a ser que nos desaparezcan mañana. Y tengamos siempre presente que cualquier cosa, por muy mal que esté, siempre es susceptible de empeorar.

El hombre de La Mancha

14 dic 2007

No es nada fácil tener éxito en la vida. Ya no lo es cuando naces en (pongamos) Madrid o Barcelona, aún lo es menos si vienes de una ciudad de tamaño medio, no digamos ya si procedes de una pequeña población tal vez perdida es los pliegues de los mapas, qué sé yo, pongamos por ejemplo Villamayor de Calatrava, provincia de Ciudad Real…

No es nada fácil ganar una Liga ACB. Apenas doce jugadores lo logran cada año, y en lo referente a entrenadores ya no digamos: evidentemente sólo un técnico-jefe y un mínimo puñado de asistentes lo lograrán cada temporada.

Bien pocos pertenecen a ese selecto club, pero la ecuación se complica aún más si la reducimos al producto interior (nada bruto, en este caso): si no has nacido en Serbia, ni en Montenegro ni en Croacia, ni en Italia siquiera, sino aquí mismo, aquí a la vuelta de la esquina, en, por ejemplo, la mismísima Mancha manchega.

No es nada fácil ganar ese título de Liga, ni aunque entrenes al Madrid o al Barça. Sí, vale, una gran institución, se gasta una pasta, lleva un halo de grandeza tras de sí, su mero nombre ya parece sinónimo de triunfo. Pero nada te viene dado, nada resulta fácil aquí, aún menos fácil resultará si hablamos por ejemplo de Tau o de Unicaja, enormes estructuras que por sí solas tampoco garantizan jamás el éxito. El éxito es difícil siempre, pero si tu equipo no es grande sino pequeño, no es orgulloso sino modesto, no es rico sino de los más menesterosos de la competición, en ese caso ya no es que ganar la Liga sea una misión sumamente difícil, es que se trata de algo prácticamente imposible.

Y sin embargo, la historia nos contará que en el año de gracia de 1998 la Liga ACB no la ganó el Real Madrid, ni el Barcelona, ni el Baskonia, ni siquiera el Unicaja, no. La ganó un equipo de escaso presupuesto apodado TDK, perteneciente a una población catalana de poco más de 50.000 habitantes llamada Manresa. Y la historia nos dirá también que aquel equipo no tenía un prestigioso técnico recién llegado de la Europa del Este para la ocasión, que ni siquiera tenía un veterano técnico de aquí, de esos curtidos en mil batallas y de interminable currículum, no, nada de eso tampoco. Nos contará, muy al contrario, que al frente de aquel insólito proyecto estaba un tipo nuevo en ésta y en cualquier otra plaza, alguien recién estrenado en la categoría, un sujeto de aires sencillos y aspecto humilde que respondía al peculiar nombre de Luis Casimiro, originario además de esa Mancha profunda, de una pequeña localidad cercana a Puertollano llamada precisamente Villamayor de Calatrava.

No resulta difícil imaginar que el suyo nunca debió ser un camino de rosas. Ni siquiera su propio nombre estuvo nunca de su parte. Porque, en contra de lo que la mayoría de la gente pueda pensar, él no se llama Luis de nombre y Casimiro de apellido, no. Luis y Casimiro son nombres, ambos dos, mientras que su primer apellido es Palomo. Esa combinación, Casimiro Palomo, nos hace intuir que debió tener una infancia difícil (esos terribles momentos al pasar lista), y que en sus comienzos profesionales tampoco debió ser muy fácil que le tomaran en serio. Un día te plantas, entierras al Palomo con gran dolor de tu corazón y decides que con dos nombres (el segundo tan poco corriente que por sí solo ya parece apellido) tienes más que suficiente. Y a luchar.

Porque él no aterrizó en Manresa de la noche a la mañana, hola, buenos días, me llamo Luis Casimiro, contrátenme y les ganaré una liga, no. Él no era un ex jugador reputado, no presentaba una brillante hoja de servicios, no caía del cielo. Él sólo podía prometer trabajo, el mismo labrado durante tantos años en tantos insospechados lugares, y a cambio sólo pedía que le pagaran, tampoco mucho: un sueldo modesto para su categoría, siquiera digno para su profesión. Y fue allí a encontrarse, mira tú por dónde, con un pequeño pero incomparable racimo de jugadores liderados por un portentoso base, ya cercano a la cuarentena, que había esperado hasta entonces para tomar la gran decisión de que aquel tendría que ser el mejor momento de su carrera, tal vez de su vida.

Y el resto ya es de sobra conocido: Manresa dio la vuelta a los playoffs, puso del revés el baloncesto nacional, de un plumazo cambió el ritmo de la historia. Nunca un equipo tan modesto había llegado tan arriba, nunca un equipo clasificado tan atrás en temporada regular había ganado tanto. Para muchos manresanos aquél fue su sueño imposible, por fin convertido en realidad; un sueño que ya no olvidarán mientras vivan.

Pero las cosas no siempre son tan bonitas ni tan fáciles. Casimiro, su inmenso prestigio recién estrenado, su caché disparado como la espuma, se fue en pos de otros contratos, de otras tierras que multiplicaban con creces el presupuesto de aquel TDK. Y descubrió, quizás demasiado tarde, que cuando se te dobla el sueldo se te quintuplica la presión, la exigencia, la necesidad de ganar y hasta el número de incompetentes que cada día supervisan tu trabajo como si supieran de qué va. Y de repente te acostumbras a escuchar impertinencias, a soportar a indocumentados tan pobres que sólo tienen dinero, a ver tu cabeza pendiente de un hilo... a los ceses.

Rodó su cabeza en Valencia, donde jamás le dejaron en paz (cómo olvidar la mañana aquella en la que al patriarca Roig le dio por colársele en un tiempo muerto), y luego en Alicante, donde ni siquiera le dio tiempo a que no le dejaran en paz. Y de repente, aquel entrenador de moda a finales de los noventa, aquél que era el único técnico nacional en activo, junto con Aíto, que podía presentar una Liga en su currículum, aquél del que algunos en tiempos de mudanza pensamos que podría ser un perfecto seleccionador, de la noche a la mañana se encontraba caído en desgracia, estigmatizado para la ACB, de nuevo condenado a sus originarias catacumbas de la LEB.

¿Catacumbas? Cuantos las quisieran, probablemente... pero para él parecía poco, otra vez a empezar desde abajo pero ahora, tras haber tocado el cielo, más difícil todavía. Fuenlabrada, plaza baloncestera tan parecida a Manresa en tantas y tantas cosas, se acordó de él cuando casi nadie más lo hizo. Fuenlabrada había conocido tiempos mejores de la mano del buen trabajo y el eficaz histrionismo de Óscar Quintana, pero ahora penaba en LEB sus errores mientras luchaba una vez más contra la eterna endeblez de su presupuesto. Sí, Manresa podía ser un buen modelo, Casimiro podía ser un gran técnico.

Y allí, en la periferia sur de Madrid, otra vez alejado de los focos, con muy poco ruido (pero con muchas nueces), un proyecto (y con él, su carrera) empezó de nuevo a crecer, muy poco a poco, paso a paso, lenta pero seguramente. Vuelta a la ACB, a sobrevivir con presupuestos ajustados, a superar siempre las más optimistas previsiones, a hacer bien las cosas. A ser primero revelación y luego realidad, a superar los negros presagios de cada verano, a consolidarse en la categoría... a soñar.

Y todo (una vez más) desde la sencillez. Ésa que quizás tanto le perjudicó en otros destinos, por no ser mediático, ni usar gomina, ni trajes de Armani, ni utilizar palabras rebuscadas con extraños acentos. Por ser más bien feo y tener una incomparable cara de buena persona que sin embargo jamás le impidió decir lo que pensaba, llamar al pan pan y al vino vino, al más puro estilo castellano, ése que seguramente ya mamó desde niño. Aunque a alguien no le gustara, aunque fuera en campo contrario, en territorio más o menos hostil.

Ahora me viene a la memoria aquella madrugada de junio de 2005, la del decisivo séptimo partido de la final NBA San Antonio-Detroit. Casimiro acudió a los estudios de Sogecable en Tres Cantos para comentar desde el plató aquel choque que Montes y Daimiel narrarían in situ. Y podría haberse limitado a comentar el partido, sin más, pero decidió que no, que él tenía algo que decir y que quería decirlo, y lo dijo, muy suave, no muy alto pero sí muy claro, ya antes incluso de que el partido comenzara: "...desde aquí frecuentemente se demoniza la defensa, y claro, hay que tener cuidado porque esto lo ven muchos chavales, chavales que a lo mejor siguen más la NBA que la ACB, y luego a esos chavales les vas a entrenar y no quieren ni oír hablar de defender porque para ellos representa algo negativo. Y no debería ser así, la defensa tiene unos valores, de trabajo, de solidaridad, de ayuda al compañero, que son muy importantes..." Algo así.

Y se quedó tan ancho, y probablemente al decirlo supo que se arriesgaba a sufrir lo mismo que Tim Shea había padecido apenas dos semanas antes cuando un mínimo comentario suyo, absolutamente insignificante, desató en Montes aquel terrible ataque transoceánico de cólera. Esta vez no pasó nada, tal vez al ser tan pronto Montes ni le oyó, o tal vez sí le oyó pero esta vez se tomó su tiempo para reflexionar, para bajarse de su pedestal y renunciar a su pensamiento único. Y Casimiro allí siguió, comentando el partido como si tal cosa; con su conciencia ya en paz consigo mismo: ya había dicho justo lo que quería decir, y ya lo había dicho precisamente en el lugar donde debía decirlo.

Ésta sería la pequeña historia de un hombre sencillo, de un buen tipo, de un gran entrenador que hace ya algunas semanas cumplió, casi a la par, su partido número 300 y su victoria número 150 en ACB (y este artículo, o lo que sea, debió ver la luz entonces, y no ahora; pero mis deseos y mi tiempo casi nunca van de la mano). De alguien llamado Luis Casimiro Palomo Cárdenas, nada menos, natural de Villamayor de Calatrava, provincia de Ciudad Real, nada más y nada menos. Enhorabuena por todo lo conseguido, por esos 300 y esas 150, y por todas las que vendrán. Enhorabuena y gracias, por estar ahí, por ser como es, por formar parte de nuestra pequeña felicidad cotidiana.

Estudianteces


23 nov 2007

Ya a la entrada te encontrabas con el primer síntoma. Te daban una especie de octavilla, una carta de la Demencia (la Madre de la Ciencia) a todos los socios, accionistas y simpatizantes, denunciando la gestión deportiva, económica e incluso laboral del club, y pidiendo con más fuerza que nunca la dimisión de su directiva y/o Consejo de Administración. No cabía la menor duda, aquella iba a ser una tarde difícil.

No diré que se mascaba la tragedia porque suena muy cursi, pero una intensa sensación de angustia pronto sobrevolaría nuestras cabezas cual si del dirigible se tratara. Ahí abajo, en la cancha, un Estu sin bases, aún más pobre y descabezado que de costumbre, recibía nada menos que a la Penya, a la intratable criatura de don Alejandro sobradamente preparada para hacer una muesca más en su imponente trayectoria, mientras que por aquí arriba las gradas se atiborraban merced a la llamada de socorro a la cantera, que acudía como un solo hombre para apoyar a su club en estos momentos difíciles. El farolillo rojo, la crisis galopante, la demencia encrespada, la visita del colíder, las bajas, el más difícil todavía... ¿Acaso podía caber más dramatismo?

Podía caber, sí. Podía extinguirse esa misma tarde la existencia del histórico Alejandro González Varona, su vida apagada apenas minutos antes del comienzo, su previsto homenaje en vida reconvertido deprisa y corriendo en homenaje a título póstumo, su fallecimiento anunciado por una speaker que vio quebrada su voz y apenas pudo contener sus lágrimas. Habría que jugar, aunque fuera con un nudo en la garganta.

Y bien podría decirse que se jugó, si por jugar entendemos voluntad, entrega, deseo, disposición. O bien pudiera decirse que apenas se jugó sólo el segundo cuarto, si por jugar entendiéramos sólo calidad y acierto. Se diga como se diga, la única realidad es que el Estu fue un mero juguete en manos de una imponente Penya, un juguete que sólo empezó a dejar de serlo cuando ya perdía 11-31, que volvió a serlo en cuanto el Joventut se dio cuenta de que quizás aún necesitaría trabajar un poco más. Luego ya sólo fue el erre que erre, el R & R Show, ambos jóvenes maestros haciendo las delicias de chicos y grandes, sus virtuosas cabriolas epatando al respetable, arrancando ovaciones y oooohhhhs ante esos chicos de la casa que eran la viva imagen del quiero y no puedo, tal vez con las honrosas excepciones de Jasen, Lewis y el esperanzador talento de Jayson Granger (uruguayo de padre norteamericano y pasaporte italiano afincado en España, toma mestizaje), solución de emergencia para dirigir lo indirigible (e indigerible).

Pero para entonces las gradas ya estaban en otra cosa. La cantera (o parte de ella) recorriendo los pasillos con su pancarta para reivindicar la cantera. La Demencia (o parte de ella) recorriendo los mismos pasillos, arrojando sus papelillos a diestro y siniestro, gritando directiva dimisión con auténtica devoción. La directiva mirando para otro lado, haciéndose la loca como suele hacerse en estos casos. Y la peña (no la Penya, la peña) mayormente a su bola, generando avalanchas para pillar cualquier regalo a cual más absurdo, y ocupada afanosamente en el noble arte de la elaboración de avioncitos de papel, a cual mayor, con el encomiable objetivo de que llegaran planeando hasta la cancha (si bien generalmente sólo llegaban hasta la calva de algún espectador del piso de abajo). Todo dios por libre, cada uno a lo suyo, compartimentos estancos, entes independientes carentes de un objetivo común, fractura institucional. Y mientras, allí abajo, continuaba el partido... ¿el partido? ¿pero es que acaso alguna vez hubo un partido?

Sigamos haciendo frases. Del mismo modo que suele decirse que la primera víctima de una guerra es siempre la verdad, cabría decir que la primera víctima de una crisis (deportiva) es siempre el técnico. Siempre. Pide la cabeza de la directiva y obtendrás la del entrenador, nunca falla (bueno sí, hay excepciones: a veces no puede caer el técnico porque resulta que es nuevo, que ya cayó el de la semana anterior; a veces se acaban las cabezas de turco, a veces ya ni siquiera quedan entrenadores para sacrificar).

¿Dimisión? ¿Cese? Qué más da. Esto es como aquello que siempre nos contaban de la mili, el militar ilustrado explicando a sus reclutas que las balas caen al suelo por la ley de la gravedad, pero que si ésta no existiera también acabarían cayendo por su propio peso. Dimisión y cese son dos caras de la misma moneda, dos términos etéreos, a menudo no está claro dónde acaba el uno y dónde empieza el otro. Ruedan las cabezas y nosotros podremos definirlo como queramos, decir que se caen o que las dejan caer; tanto da.

Pero que nadie me malinterprete (o que yo no me malexplique, mejor): sé que De Pablos se ha ido por propia voluntad, sé que decidió poner fin a tanta angustia, sé que se sintió incapaz de reconducir la situación (pero no sé si el sabe que quizás su única incapacidad se produjera este verano, cuando debió conformarse con la limitada plantilla que pusieron a su disposición); sé de sobra que esto ha sido dimisión y no cese. Sé que la directiva dice la verdad cuando afirma que no quería que De Pablos se fuera, no me cabe la menor duda de que deseaba fervientemente su continuidad. ¿Porque tenía fe en el proyecto? Tal vez. ¿Porque no hay ni un mal euro en caja para fichar a otro entrenador? Seguro. Esta vez no hay soluciones externas, ni sentimentales ni de las otras. Las sentimentales (o sea, Pepu) ya están colocadas, y las otras se salen del presupuesto.

Pero ya no soy quién (o no me siento quién) para juzgar otras cosas. Ni para pedir la dimisión de la directiva ni para pedir su continuidad. No estoy dentro, ni siquiera estoy cerca, no sé qué está pasando, sólo soy un mero espectador y como tal simplemente veo, lo que me cuentan las noticias, lo que ocurre en la cancha, lo que se percibe en las gradas, lo que muestra la clasificación.

Y las noticias me hablan de un equipo descapitalizado en lo económico, de una institución empobrecida, de que incluso la sacrosanta cantera se resiente, de que se renunció a jugar competición europea porque al parecer echaron números y descubrieron que era menos lo que valía que lo que costaba.

Y la cancha me habla de un equipo descapitalizado en lo deportivo, descompensado, desestructurado y ahora también descabezado. De un equipo sin alma, sin ese espíritu de los toreros que toda la vida le identificó. ¿Qué quedó de aquellos tiempos en los que ganar o perder no importaba tanto como disfrutar, como divertir? (y disfrutando y divirtiendo también se ganaba, vaya si se ganaba). Hoy en su lugar sólo se aprecia presión, tensión, drama. Aquella forma de ser, aquel espíritu lúdico tal vez fuese pueril pero era su imagen de marca, la verdadera esencia de este club, lo que le hacía realmente especial. Ya nada de eso queda, ya sólo queda un club como tantos otros.

Y las gradas me muestran simplemente la consecuencia de todo lo anterior, la fractura institucional que ya mencioné, las camarillas, las múltiples facciones, las luchas intestinas, las infinitas disidencias. Me muestran una afición menguante, apática y desmotivada (¿qué fue de aquella institución que hace apenas tres años presumía de ser el club de baloncesto con mayor número de abonados de toda Europa?); y me muestran una Demencia que ya apenas en nada se parece a aquella que antaño conocimos, aquella tan diferente a tantas y tantas otras aficiones vulgares. Hoy ya no, hoy la vulgaridad ya puede con todo, hasta con ellos incluso (y ustedes me perdonarán si no están de acuerdo, que no niego que quizás el que esté equivocado sea yo; al fin y al cabo, repito, no trato de sentar cátedra, sólo doy mi opinión).

Y la clasificación me muestra un precipicio, un vacío inmenso a sus pies. Los más futboleros de entre los estudiantiles suelen ser también atléticos, y aún recordarán sin dificultad aquella campaña publicitaria de un añito en el infierno (que fueron dos); campaña terriblemente injusta por otra parte, que lo que es infierno para unos es cielo para otros: cuántos no darían cualquier cosa por estar en Segunda, o en LEB Oro; pero campaña eficaz al fin y al cabo. Estos días a más de uno se le estarán viniendo a la cabeza aquellos tiempos: el año pasado el descenso ya fue una posibilidad, este año ya es una probabilidad, el día menos pensado será también una realidad.

Y todo ello apenas tres años después de jugar una inolvidable final de Liga, de eliminar al opulento Tau, de llevar hasta el límite y tener contra las cuerdas a todo un Barça milmillonario y todopoderoso. ¿Qué ha pasado, qué se nos está rompiendo, con qué se está jugando? No sé ni me importa si Estudiantes es el primer equipo de Madrid, pero sí sé que tiene detrás, por activa o por pasiva, a una inmensa masa social. Creo que lo definió muy bien una vez el Director de Gigantes, Paco Torres: el primer equipo de muchos, el segundo de casi todos. Si hasta conozco madridistas más o menos acérrimos, de esos que jamás se alegrarían con una victoria atlética, que en cambio disfrutan con los éxitos estudiantiles, que hasta se disgustan con sus derrotas...

Señores dirigentes: dimitan si les place, o si no quédense. Tanto da, que ya dije que no soy ni seré quién para opinar. Pero hagan lo que hagan, sean ustedes quienes sean, por favor, no echen esto a perder, no permitan que esto se pierda. Sea en ACB o tenga que ser en LEB, pero que vuelva aquella alegría, aquel espíritu, aquel jugar por el mero placer de jugar. Que Estudiantes vuelva a ser, para bien o para mal, un equipo de patio de colegio.

Desdaimielización

15 nov 2007

Hace ahora algo más de un año, Digital + nos anunció el flamante fichaje de Nikola Loncar, que pasaría así a formar parte de la nómina de comentaristas NBA de dicha casa. La cosa no estaba mal viniendo de una empresa que jamás se había caracterizado por adquisiciones externas sino más bien por todo lo contrario, por nutrirse casi exclusivamente de su propia cantera.

Pues vale, hasta ahí todo perfecto, bienvenido sea. Pero no era fácil evitar que se nos plantearan algunas preguntas, como... ¿por qué precisamente Loncar, y no otro? ¿por qué precisamente ahora, y no en otro momento? Dudas razonables ante las cuales nos surgieron tres perfectamente posibles (a la par que probables) respuestas:

1. Por la mera recomendación de su querido suegro, el ex entrenador futbolístico y habitual comentarista radiofónico Radomir Antic.
2. Para compensar tal vez la (entonces) reciente marcha de Andrés Montes.
3. Para preparar tal vez la probable próxima marcha de Antoni Daimiel.

Tres posibilidades que no eran en absoluto excluyentes; es decir, podían perfectamente ser ciertas las tres respuestas a la vez. La primera era lógica y probable; la segunda, evidente, la tercera...

La tercera empezó a hacerse realidad pocas semanas después, justo aquel día en que SEDENA publicó una magnífica entrevista con el propio Daimiel. En dicha entrevista hablaba de lo divino y de lo humano, hablaba incluso de su propio futuro. Hablaba, creo recordar, de su agotamiento tras tantas madrugadas de NBA, de que él no se veía haciendo esto toda la vida, de que a corto o medio plazo se veía incluso haciendo fútbol (“deporte que me gusta tanto o más que el baloncesto”), de que su gran ilusión periodística sería convertirse en corresponsal de información general en alguna capital extranjera... No hacía falta leer entre líneas para comprender que su ilusión de aquellos primeros años ya tiempo atrás se había convertido en monotonía, y que ahora esa monotonía ya estaba convirtiéndose en hartazgo.

Casi un año ha pasado desde entonces, y a la vista de los acontecimientos no resulta nada descabellado afirmar que Digital + (o mejor dicho, NBA +) ya ha comenzado su proceso de desdaimielización. No es algo que diga yo, de hecho ya el propio David Carnicero lo dijo hace como una semana, respondiendo a todos aquellos esemeeses: “Antoni se ha cansado de la vida de vampiro; comentará NBA cuando ésta sea con luz de día, pero con luz de luna se dedicará ya a otras cosas, a planchar la oreja probablemente...” Algo así.

Los hechos, evidentemente, lo confirman: Llevaremos como veinte jornadas de NBA y Daimiel aún no ha pisado el plató ni en una sola madrugada, ni lo hará probablemente en todo el año, ni lo hará seguramente ya nunca jamás. Daimiel sí hizo numerosos partidos de pretemporada (que iban en diferido, por lo que se grabarían de día), Daimiel sí hizo el pasado sábado el diferido de las diez de la mañana en Canal +, Daimiel sí continúa al frente del estupendo programa Españoles NBA. Y cabe pensar que así seguirá siendo toda la temporada, tal vez con el añadido de algún partido extra en la tarde de algún domingo, quizás aún con algún viaje a USA para el All Star, para las finales (pero ya siempre llevando de la mano a Loncar, su sucesor in pectore)...

Eso, hoy (es decir, esta temporada); mañana (es decir, el año que viene) quién sabe... La desdaimielización tiene pinta de ir poco a poco: el año pasado meto a Loncar y me lo voy llevando al all star, éste ya dejo las madrugadas y pongo a Niko de titular, el año próximo termino ya de soltar amarras... Su adiós, de producirse, no será algo abrupto sino progresivo, nada que ver con el caso Montes, al fin y al cabo éste estaba por contratos anuales mientras que Daimiel es fijo, de plantilla como si dijéramos... O quién sabe, quizás esté yo hablando por no callar (para variar), quizás nada de esto suceda, quizás Daimiel siga ligado a la NBA (es decir, a lo que dure en esa casa la NBA) de por vida, más o menos de día, más o menos a distancia...

En cualquier caso no nos rasguemos las vestiduras, que tampoco están los tiempos como para rasgarse uno nada. Once años seguidos trabajando cuatro o cinco madrugadas por semana destrozan la salud física y psíquica de cualquiera, esto lo sabe bien todo aquel que haya trabajado de forma continuada en horario nocturno, todo aquel que tenga familiares, amigos o conocidos padeciendo esta misma situación. Los años van pasando, los cuerpos y las mentes ya no aguantan lo que antaño, los desarreglos te pasan factura hasta ese día en que te plantas, en que te dices hasta aquí hemos llegado, ya ni una más santotomás... Y Daimiel, afortunadamente (para él) está, debe estar ya en una posición que le permite hacer eso, poner sus condiciones, exigir otro horario, quizás pedir incluso un cambio de destino, tras tanto tiempo, tras tantísimos servicios prestados.

La NBA seguirá (de momento) con él, las madrugadas de NBA seguirán sin él. Nos quedamos en manos de Nikola Loncar, que a mí me gusta pero que es tal vez un poco mono-tono (que no monótono), de ritmo plano y voz ligeramente apagada que a veces tiende a ocultar sus a menudo interesantes aportaciones. Siempre que a su lado esté el vibrante (y cada día mejor) David Carnicero, todo irá bien.

Y las noches que no esté Loncar, pues depende. A menudo nos tocará sufrir al insufrible Ramón Fernández, los jueves nos tocará disfrutar al extraordinario (y eternamente infrautilizado) Antonio Rodríguez, en la recámara quedará el interesantísimo (no llega al nivel de Rodríguez, pero es infinitamente mejor que Fernández) Jose Ajero. Es decir, más o menos lo de siempre, lo malo o lo muy bueno de casi siempre... pero sin Daimiel, que de menú del día pasará a convertirse en plato de lujo, en esa ración especial de muchas mañanas de sábado y quizás de alguna tarde de domingo.

Nada que reprochar, insisto. Y mucho, muchísimo que agradecer. Continúe o no, ocurra lo que ocurra, vaya a donde vaya, congratulémonos por haber podido gozar con sus comentarios durante tantísimas madrugadas, durante cientos, quizás miles de partidos, infinitos momentos inolvidables de baloncesto. Muchas gracias por todo, amigo.


Vuelta al college 2007-2008 (y II)

7 nov 2007

Segunda entrega (y última, no se me vaya usted a asustar...). Pasemos a ello, sin más dilación:


Louisville: Los pitinistas estamos de enhorabuena. Los que ya nos entusiasmamos con aquel Kentucky de los noventa, los que nos volvimos a entusiasmar con los Cardinals de estos últimos años tenemos razones para sentirnos felices de nuevo. Porque Pitino tiene, este año sí, un verdadero equipazo. A su mando el maravilloso base puertorriqueño/neoyorquino (o al revés) Edgar Sosa, un portentoso talento que ya sentó cátedra el pasado mes de marzo (y era sólo su año freshman). Y con él vuelve también toda la plana mayor que también nos hizo disfrutar entonces, a saber, Terrence Williams, David Padgett, Jerry Smith, Tello Palacios... e incluso Derrick Caracter, que el día que supere de una vez sus problemas de ídem se convertirá en una fuerza imparable en la pintura. Todos ellos, más alguno que me dejo, forman un material más que suficiente para que Pitino saque dentro de unos meses su sexto billete (si no me fallan las cuentas) hacia una final four.

Memphis: Mal que me pese, si a día de hoy tuviera que decir cuál es mi favorito número uno para ganar la NCAA 2008 me temo que acabaría decantándome por estos Tigers. Lo de mal que me pese viene dado porque su técnico Calipari no es precisamente santo de mi devoción (desde aquel pollo que montó una vez por estos pagos, hace ya demasiado tiempo), y porque su baloncesto, más físico que técnico, más aparatoso que estético, me aburre sobremanera. Pero partidismos al margen nadie puede negar que presentan un equipazo, con un pedazo de talento como Chris Douglas-Roberts a la cabeza, perfectamente escoltado por dos escuderos de lujo como Dozier y Dorsey, a su vez ayudados por los estupendos anotadores Willie Kemp y Antonio Anderson y todos ellos perfectamente dirigidos por el pequeño Andre Allen, el de los pantalones seis tallas por encima de la suya. Y por si todo esto fuera poco les llega también uno de los más reputados freshman de esta temporada, Derrick Rose. Aunque me cueste decirlo tendré que reconocerlo, en principio nadie parece tener más argumentos que ellos para coronarse a primeros de abril.

Michigan State: ¿Qué tiene Tom Izzo que sus Spartans, por flojos que en principio nos parezcan, siempre acaban resultando competitivos? Este año no tendría por qué ser una excepción... entre otras cosas porque tampoco parece tener una plantilla deslumbrante: dos retornos apañaditos (Drew Neitzel y Raymar Morgan), tres presuntamente buenos reclutamientos (todos ellos exteriores), apenas nada por dentro... Vamos, que no está mal, pero que tampoco parece nada del otro mundo. Es decir, justamente el terreno en el que Izzo se mueve a las mil maravillas, precisamente el material que le permite hacer (casi) milagros un año tras otro. Que nadie se olvide de ellos.

North Carolina: de repente, y sin razón aparente (perdón por el pareado) el pesimismo parece haberse instalado en Chappel Hill. De repente el reputadísimo Tyler Hansbrough ya no es visto como la octava maravilla del universo sino como lo que es, un buen jugador, un extraordinario fajador, un tipo más dotado de intensidad que de talento. De repente la marcha hacia Atlanta (Hawks) de Brandan Wright se ve casi como una tragedia... ¿Qué pasa? Pasa que los Tar Heels se las prometieron muy felices el pasado marzo hasta que se les aparecieron los Hoyas para bajarles los humos en aquella final regional. Todo un drama, pero que no debería trasladarse a esta temporada porque Roy Williams vuelve a tener otro pedazo de equipo: sigue Hansbrough, sigue el maravilloso base Ty Lawson, sigue Wayne Ellington y se intuye la explosión definitiva del tremendo Deon Thompson, que ya dio una muestra de su poderío en (lo poco que pudimos ver de) el Mundial Sub19. Sumen todo esto y el resultado les dará talento por arrobas, clase más que de sobra para llegar hasta donde quieran. Sólo sus propias dudas pueden estropeárselo.

Ohio State: Desbandada general; Oden está convaleciente en Portland, Conley está chupando banquillo en Memphis, Daequan Cook goza de algún minuto en Miami, el tirador Lewis está sabediós dónde... Llegados a este punto la pregunta quizá debería ser: ¿qué pintan los Buckeyes en esta lista? Pues poco, la verdad, pero no puedo dejar de mencionar que allí continuará haciendo maravillas el magnífico técnico Thad Matta, al que además le cabe el honor de acoger en su seno a un tipo que dará muchísimo que hablar en los próximos años, un pívot de nacionalidad griega (aunque criado en USA) que responde al nombre de Konstantinos (Kostas, para los amigos) Koufos. Al cual no he visto en vídeo ni en foto sino (cosa insólita) in situ, en el pasado Eurobasket Sub18 de Madrid; poco, pero lo suficiente como para poder afirmar que tiene clase por arrobas y que ya está sobradamente preparado para sembrar el pánico en la Big 10. Al tiempo.

Oregon: El pequeño y brillantísimo base Aaron Brooks anda a día de hoy intentando hacerse un hueco en la rotación de los Rockets, pero mientras tanto en The Pit (legendaria cancha) todo lo demás continúa prácticamente igual: sigue el espectacular (y aún más pequeño) escolta TaJuan Porter, sigue a su lado Bryce Taylor, siguen los más interiores Hairston y Leunen... Y sigue al frente Ernie Kent, técnico quizás infravalorado pero que suele conseguir magníficos resultados y al mismo tiempo ofrecer un baloncesto siempre alegre y refrescante. Sí, los Patos echarán de menos a Brooks, pero harán bastante ruido a pesar de todo.

Saint Louis: No, estos no están aquí porque sean favoritos de nada ni porque presuponga que vayan a hacer un buen o un mal papel, están aquí simplemente como pequeño homenaje a su nuevo entrenador, el inmenso (en todos los sentidos) Rick Majerus. Majerus es un técnico fascinante, uno de esos tipos de los que cabe decir legítimamente que le cabe todo el baloncesto en su enorme cabezota. Inolvidable cómo llevó a su Universidad de Utah a aquella final de 1998, inolvidable la labor que realizó allí durante tantos años, hasta que unos graves problemas cardiovasculares (nada extraños por otra parte, si nos atenemos a su físico) le apartaron súbitamente del cargo. Su nueva vuelta a la acción nos hace suponer que su salud estará bastante recuperada, y ambas me parecen dos fantásticas noticias. Que sea para bien.

Southern California: para empezar, sopa de letras: decir USC es decir OJM, o sea, O.J. Mayo, para muchos el mejor de toda esta camada de freshmen, con total seguridad el más difundido y publicitado de dicha promoción. Típico uno/dos/tres jugón en torno a lo dos metros, típico caso de familia problemática e infancia difícil, típico proporcionador de titulares tanto por sus proezas en cancha como por sus sucesos fuera de ella... Nadie tiene la menor duda de que sólo estará un año, nadie tiene la menor idea de por qué eligió precisamente esta universidad futbolera (de fútbol americano), siendo él además de la otra punta del país (West Virginia)... aunque conjeturas hay muchas, y ya habrá tiempo de detenerse en ellas. Por ahora vayamos a lo concreto: Mayo llega a un equipo muy bien entrenado (por Tim Floyd, el ex de Bulls y Hornets) que hizo un gran papel en el pasado torneo final, pero que ha perdido por el camino al base Pruitt (hoy en los Celtics) y al alero Young (hoy en los Wizards). No todo es malo porque aún conservan a un maravilloso (si bien no sobrado de centímetros) jugador interior, Taj Gibson. Y sobre todo porque llega Mayo, que no es el mes de las flores sino un tipo de cuyo grado de compromiso dependerá en gran medida el futuro inmediato de estos Trojans.

Syracuse: Mis Orangemen, digo Orange (que lo de men se lo quitaron hace algunos años, digo yo si sería para poder utilizar un mismo apodo, sin que chirriara, en sus equipos masculinos y femeninos) no cuentan ni de lejos entre los favoritos al título, pero usted me perdonará que me tome la libertad de traérmelos por aquí porque este año al menos parecen tener argumentos para evitar su tradicional catástrofe de los últimos tiempos. A saber: un reputado jugador de tercer año, Devendorf; un no menos reputado jugador de segundo año, el jugón Paul Harris, tipo que llegó con el cartel del “one and done” pero que con muy buen criterio ha decidido aguantar al menos otra temporada antes de dar el salto; y dos afamadísimos freshmen, Donte Green y Jonny Flynn. No será suficiente para ganar el título, pero debería serlo para volver al torneo final y para, una vez allí, evitar la ya tradicional caída en primera ronda.

Tennessee: Hagan memoria. Recuerden a los Volunteers durante el pasado Torneo Final. Recuerden su espectacular ataque, sus ciento y pico puntos en primera ronda, aquel partidazo contra Virginia en segunda ronda. Recuerden a su efervescente técnico Bruce Pearl, al maravilloso tirador Chris Lofton, al estupendo base Ramar Smith, a aquel freshman (ahora ya será sophomore) interior llamado Wayne Chism que tanto nos encantó. Y sepan que todos ellos (y algunos más) siguen, y sepan además que también llegan refuerzos, un transfer de la Universidad de Iowa llamado Tyler Smith del que cuentan auténticas maravillas. Absolutamente aspirantes a todo. Y en Tenessee (estado) estarán de enhorabuena, porque no sería nada descabellado que sus dos universidades más emblemáticas acabaran peleando por lo máximo, allá a comienzos de abril.

UCLA: Vuelven a la carga las huestes de Ben Howland, con su estajanovista defensa, con su estudiado y pausado ataque, con sus serias opciones de jugar su tercera Final Four consecutiva (y esta vez no parece muy probable que Florida se les cruce en su camino). Argumentos para ello tienen de sobra: ya no está Afflalo pero allí sigue Shipp, ya hace más de un año que se fue Farmar pero a los mandos de la nave aún está el pequeño Darren Collison. Más hacia dentro encontraremos al frente senegalés, con el brillante Luc Richard Mbah a Moute y el socorrido Alfred Aboya (sin rimas, por favor); y ya adentro del todo está lo mejor, que nadie se asuste porque esta vez no tendrán que conformarse con el peculiar pero limitado Lorenzo Mata, esta vez dispondrán (ya veremos si sólo por este año) de todo un lujo, Kevin Love, para muchos el mejor jugador salido este año del insti (claro que esa misma frase podría aplicarse igualmente a otros cuatro o cinco jugadores ya mencionados en este artículo), pívot blanco de excepcional pinta que dará a los Bruins el definitivo salto de calidad, algo así como la pieza que les faltaba para completar definitivamente el puzzle.

Washington State: Sí, todavía otra universidad de la Pacific 10, y con ésta ya van unas cuantas. A ver, ¿qué pueden tener estos para merecer también su aparición en esta interminable lista (aunque sea ya en último lugar, el que les corresponde alfabéticamente)? Por ejemplo a un veteranísimo entrenador con nombre de cantante, Tony Bennett, un tipo curtido en mil batallas y sobrado de éxitos por doquier. Por ejemplo a dos pedazo de estrellas que explotaron totalmente el pasado año, Derrick Low y Kyle Weaver, con razones sobradas para pensar que puedan ser aún mejores en la temporada que comienza. Y sí, una conferencia durísima, la más fuerte sin discusión... lo cual también será un arma de doble filo: no será fácil sobrevivir en ella; pero aquellos que sobrevivan llegarán a mediados de marzo sintiéndose capaces de todo.

Y esto es todo, amigos (qué frase tan original). Que ustedes lo disfruten si pueden, si les dejan, si encuentran la manera. De verdad que no se van a arrepentir.