jueves, 29 de mayo de 2008

cosas que hacer (II)

Como ustedes recordarán, hace más/menos tres semanas apareció en este mismo lugar un articulillo denominado Cosas que hacer (en Denver, y en más sitios), y ha sido tal el cúmulo de solicitudes, peticiones, ruegos, súplicas incluso, recibidas desde ese día, colapsando esta web y otras adyacentes, que no me ha quedado más remedio que llevar a cabo esta segunda entrega, en la confianza de que ustedes le dispensarán tan buena acogida como... (vale, sí, ya lo dejo...)

Chorradas al margen, sí me permitirán ustedes que antes de empezar les informe de algunas cosillas que probablemente ya sepan pero que en el anterior artículo se quedaron colgando, por lo que tal vez resulte conveniente descolgarlas. Hoy, por ejemplo, sabemos ya a ciencia cierta que Rick Carlisle es el elegido por Cuban para llevar a sus Mavs por la senda del anillo; sólo el tiempo nos dirá si finalmente encuentran tan preciado trofeo, pero esperemos que no se aburran demasiado por el camino. Hoy sabemos (o, al menos, sospechamos) que en Toronto ya no se cuestionan a Mitchell, que sus principales esfuerzos a día de hoy van por otro lado, ver dónde pueden colocar a Ford, a quién pueden engañar con Bargnani, qué pueden sacar en limpio de ambas operaciones. Y hoy también sabemos que en Nueva York...

En Nueva York

Los Knicks requieren otro capítulo aparte. Hace dos semanas hablábamos de dos candidatos para el puesto de entrenador, dos instituciones en la Gran Manzana (cada una en lo suyo) como Jeff Van Gundy y Mark Jackson. Y hablábamos también de las papeletas que tenía Mike D’Antoni para salir de Phoenix, de cómo su nombre se postulaba para unos cuantos equipos, Toronto entre ellos, luego supimos que también Chicago, Nueva York...

D’Antoni se convirtió en el novio de América, sonó para media NBA pero finalmente, como es de sobra conocido, aterrizó en el Madison para devolver de un plumazo la ilusión a la muy alicaída afición neoyorquina. De su mano los Knicks, no les quepa duda, jugarán un magnífico baloncesto, recuperarán el sentido común, retomarán las esencias de este juego, llevarán la alegría a las gradas, disfrutarán y harán disfrutar...

Vale, sí, pero... ¿cómo, de qué manera, con qué jugadores? No es que D’Antoni se encuentre el listón bajo, es que se lo encuentra hondo. No deberá empezar de cero sino de más abajo, pongamos de menos diez. D’Antoni lo va a tener muy difícil... pero al mismo tiempo lo va a tener fácil porque nadie le va a exigir milagros, porque cualquier cosa que consiga, por mínima que sea, se considerará un éxito después de haber pasado por donde han pasado. A D’Antoni, qué duda cabe, le cae un marrón, pero no un gran marrón.

Porque el gran marrón, el verdadero pedazo de marrón de esta historia se lo va a comer entero (aunque muy bien pagado, también) el señor Walsh, no el que jugó en Florida y ha jugado en Manresa sino el que fuera durante tantos años mandamás de los Pacers y ahora aspira a serlo en los Knicks. En sus manos rebosa una plantilla plagada de egos consentidos y sobrevalorados de principio a fin, de Marbury a Curry pasando por Randolph. Qué hacer con todos ellos, cómo quitárselos de encima, a quién engañar para que los acoja en su seno y encima dé algo a cambio, he ahí el principal problema que deberá afrontar durante este verano el amigo Walsh.

Y luego, a partir de otros egos más manejables como Nate Robinson o Jamal Crawford, a partir de trabajadores intachables como David Lee o Renaldo Balkman, a partir de lo que pueda ofrecer el draft, a partir de la orfebrería que pueda hacerse en los traspasos, a partir de lo que se pueda pescar en el mercado de agentes libres mediante el socorrido argumento de que no hay mejor escaparate que la Gran Manzana, a partir de todo ello intentar formar de nuevo un equipo, si no competitivo, sí al menos competente. Tarea tiene por delante.

En New Jersey

En New Jersey por poco tiempo, que apenas quedan un par de años para que sea en Brooklin, para ser aún más vecinos y estar aún más cerca de los Knicks. Así que los Nets ya piensan a medio/largo plazo, ya tienen la mente puesta en la mudanza, ya tienen un objetivo entre ceja y ceja para cuando ello suceda: LeBron, que precisamente allá por 2010 finalizará su vinculación con los Cavs, que presumiblemente no pondrá reparos por tener que cambiar su estado natal por la capital del mundo (y aún menos ante el contrato que le pondrán por delante, con cualquier cifra inimaginable para comunes mortales como usted o como yo); y que por si todo esto fuera poco, resulta ser íntimo amigo del rapero Jay-Z (y familia), lo que tal vez facilitará aún más si cabe la operación. En cualquier caso el cuLeBrón no ha hecho sino comenzar, y será más que interesante seguir los pasos del hijo de Gloria James durante estos dos próximos años.

¿Entretanto? Entretanto son moderadamente felices: no jugaron playoffs, pero dieron la temporada por bien empleada tras deshacerse de un declinante Jason Kidd y obtener a cambio a un emergente Devin Harris. Siguen trabajando en ello (en la renovación, se entiende) y parecen haber llegado a la conclusión de que entre Richard Jefferson y Vince Carter sólo puede quedar uno: probablemente preferirían deshacerse del segundo pero seguramente les resultará mucho más fácil deshacerse del primero, sacando además algo muy bueno a cambio.

En Chicago

A los Bulls les ha tocado el gordo. Pero no el gordo en sentido figurado sino el gordo gordo, es decir, la primera elección del próximo draft. Y bien contentos pueden sentirse por ello, ya que tenían menos papeletas que casi nadie para que les correspondiera dicho premio, pero sabido es que el azar no tiene reglas (que sepamos), así que el gordo que se va para Illinois, como premio insospechado a su temporada incomprensible...

El premio ya lo tienen, ahora sólo nos falta saber qué harán con él, que una cosa es ganarlo y otra aún más difícil es saber administrarlo. Lo que a priori parece un chollo puede acabar resultando un regalo envenenado, tanto más en un draft como éste (o como el anterior) en el que aparentemente sólo parecen contar dos jugadores: si eliges bien nadie te lo reconocerá (era la elección lógica, dirán todos), pero si la cagas te lo estarán recordando toda la vida. Justo al contrario que los Heat. En Miami estarán desolados porque se tendrán que conformar con el segundo premio, pero deberían pensar que ése sí que es el verdadero chollo: si sale mal nadie te lo reprochará, si sale bien siempre serás el listo, el que vio aquello que otros no supieron ver...

¿Beasley o Rose? ¿el individuo o el equipo? ¿el alero explosivo y salvaje, o el base creador y creativo? ¿la Bestia o el Gominolas? Yo sé lo que yo elegiría si yo tuviera un equipo (que no es el caso), pero me temo que no seré yo sino John Paxson quien deberá tomar la suprema decisión... aunque si hacemos caso a los rumores su decisión parece estar ya más que tomada: Rose reúne todas las condiciones para convertirse (a medio plazo) en uno de los mejores bases de la Liga, Rose es el jugador ideal para armar un equipo alrededor de él, Rose es perfecto para tapar el hueco de un Hinrich que se les ha venido abajo (y a quien probablemente traspasarán)... y Rose tiene, además, una última cualidad fundamental: es de Chicago. Blanco y en botella...

Sea como fuere, las cosas no pintan bien a orillas del Lago Michigan. Casi todo lo que se podía hacer mal se hizo mal durante estos últimos meses, todo ello en aras de tirar por la borda lo que parecía un proyecto apasionante. Se pasaron media temporada pasada fichando a Gasol y los primeros meses de ésta fichando a Bryant, y éstos nunca llegaron pero el mal ya estaba hecho, afición engolosinada con los fichajes (sobre todo el segundo), jugadores desmotivados, derrotas en el United Center coreadas al grito de Kobe Kobe Kobe... A día de hoy aún no tienen entrenador, ni siquiera sabemos si tienen algo parecido a un proyecto... Tienen, eso sí es innegable, un premio gordo. Esperemos que sepan qué hacer con él.

En Milwaukee

En la ciudad de la cerveza se acabó (casi antes de empezar) la era Kriskowiak (o como demonios se escriba). Al parecer los Bucks han decidido sumarse a la ola de dureza que nos invade, que llevan años siendo (o aparentando ser) el equipo más blando de la Liga, y habrán pensado que hasta aquí, que ya está bien, que vale que no se clasifiquen para playoffs pero al menos que les tomen en serio...

Así que llega Scott Skiles, un duro de los de toda la vida, un broncas en sus años mozos en el instituto y la universidad, un tipo en cuyo currículum como jugador consta el haberse pegado hasta con Shaquille O’Neal, siendo ambos compañeros en el vestuario de Orlando; un tipo del que se cuenta (no existe prueba documental alguna al respecto, que yo sepa) que hasta llegó a las manos más de una vez con más de uno de sus Bulls... (Sí, también puede presumir de conservar aún el récord de asistencias en un solo partido de toda la NBA, y de haber hecho luego algún que otro viaje a los playoffs en ese breve periplo como técnico en Chicago, no todo va a ser negativo...)

Así pues no se avecinan buenos tiempos para un equipo más tierno que el día de la madre, para una plantilla tan sobrada de calidad como (en términos generales, que siempre hay excepciones) escasa de carácter. Digo yo que harán unos cuantos traspasos este verano, porque si no será cosa de observar con detenimiento cómo sobreviven al vendaval Skiles tipos como Redd, Bogut, Yi JianLian, tal vez incluso Mo Williams o Charlie Bell, Villanueva (sobre todo Villanueva)... Que no nos pase nada.

En Memphis

¿Cosas que hacer en Memphis? ¿Me creerían si les digo que no sé por dónde empezar?

Intentémoslo, en cualquier caso. De momento sabemos que han confirmado a Iavaroni, tal vez en la (discutible) creencia de que con el equipo que le dieron no podría haber hecho nada mejor. Sabemos que tienen una plantilla descapitalizada, con rémoras como Kwame Brown, Milicic o Cardinal, con muy poco aprovechable aparte de Gay, Miller (a quien también querrían traspasar) o su buen grupo de prometedores bases. Sabemos que siguen sin tener suerte con el draft, que elegirán en el puesto cinco nada menos...

Ese puesto número cinco ya les habrá quitado de un plumazo la vana ilusión de hacerse con los servicios de Derrick Rose... afortunadamente. Porque elegir a Derrick Rose, como se supone que pretendían, tal vez habría tenido sentido por lo buen jugador que es y que va a ser, y hasta por el hecho de que habiendo jugado en la Universidad de Memphis quizá su fichaje habría podido provocar algún minitrasvase de incautos aficionados de los Tigers a los Grizzlies... Pero no habría tenido ningún sentido si nos paramos a pensar que precisamente ese puesto, el de base, es el único que los Grizzlies parecen tener cubierto con plenas garantías de futuro.

Pero esa quinta elección tampoco tiene por qué estar tan mal, siempre y cuando sean capaces de sentarse, analizar seriamente qué necesitan, qué les hace más falta, qué posición tienen peor cubierta y a partir de ahí estudiar detenidamente quién puede proporcionárselo (mucho pido...). Yo no tengo tiempo ni paciencia ni me pagan por ello, pero así de lejos diría que sus mayores carencias están en el interior, que tienen un buen agujero en el centro, que con la pareja Kwame-Milicic no van a ningún sitio (al manicomio, si acaso). Tal vez no les llegue para escoger al buen pívot de Stanford Brooke López, pero sí debería llegarles para escoger, por ejemplo, al beach boy de UCLA Kevin Love, que es más cuatro que cinco pero que les puede hacer un magnífico apaño. Ellos sabrán.

Claro que ese agujero en el centro se puede rellenar de muchas formas, y un buen relleno, qué duda cabe, sería Marc Gasol. Pero sabido es que nuestro Marc aún anda pensándoselo, y dadas las mareantes ofertas que tiene y tendrá de media Europa, dado que aún puede ser un poco pronto para dar el salto y dado el escalofriante panorama deportivo que presentan los Grizzlies, no parece descabellado pensar que en Memphis aún tendrán que esperarle un par de años más.

¿Y además? Pues tendrán que ver si se quedan con Navarro (al que sospecho que harán una oferta a la baja que éste sólo aceptará si no le queda más remedio, si no encuentra nada mejor), tendrán que ver si traspasan finalmente a Miller y por supuesto tendrán que bucear en el proceloso mar de los agentes libres, a ver a quién engañan. Dinero para gastar tendrán más que de sobra (para eso traspasaron a Pau, se supone), ahora sólo nos falta ver si encuentran a alguien en quien gastárselo.

En Phoenix

En Phoenix la primera cosa que hacer es obvia: buscar un entrenador, dada la ya mencionada marcha de D’Antoni a la Gran Manzana. En ello están, y en estos últimos días ya se les ha relacionado (o ya se han relacionado ellos mismos, vía entrevista) con unos cuantos, casi todos con un perfil más o menos común: jóvenes, con su etapa de jugador relativamente reciente, con escasa (o nula, incluso) experiencia en los banquillos. Y así hemos escuchado ya los nombres de Mark Jackson (cómo no), de Brian Show (a día de hoy asistente de Phil Jackson en los Lakers) o de Terry Porter (que si de mi dependiera, que no es el caso, sería el elegido, porque es el único de los tres que cuenta ya con experiencia como entrenador-jefe, y porque a mi modo de ver lo hizo francamente bien durante su corta estancia en Milwaukee). No obstante, al cierre de edición (precioso eufemismo) no consta que el amigo Steve Kerr haya tomado ya tan suprema decisión...

Que no será la única que Kerr deberá afrontar este verano. Visto lo visto, no parece que el remedio (Shaq) fuese mejor que la (presunta) enfermedad (Marion). Los resultados a corto plazo (playoffs) no fueron buenos, pero a medio plazo (temporada próxima) pueden ser aún peores si no se les da solución. O’Neal envejecido, Nash en trance de envejecimiento, Stoudemire semiestancado y semimosqueado, el banquillo empobrecido...

Pero el mercado no les dará muchas oportunidades, si acaso algún dolor de cabeza, alguna presunta oferta como para echarse a temblar. Porque aquí el que no corre vuela, y a los nuevos Knicks d’antonianos les faltó el tiempo para, imbuidos de la filosofía de su nuevo técnico, proponer a los Suns un inmediato traspaso: vosotros nos dais a Diaw y Barbosa, eternas promesas que nunca terminan de arrancar, y que total a ver vosotros para qué los queréis, y nosotros a cambio os damos a Stephon Marbury, esa joya, un chico joven, de mentalidad colectiva, poco egocéntrico, nada problemático, total qué os vamos a contar si ya lo tuvisteis... Cuentan que en el Valle del Sol todavía no se han recuperado del ataque de risa.

En Portland

Estos días los Blazers deben ser la viva imagen de la felicidad. No pueden presumir de presente, pero nadie puede presumir más que ellos de futuro.

Ese futuro, por dentro, es espectacular. Imaginen la imparable progresión de LaMarcus Aldridge, pero ahora al lado de un Greg Oden de quien cabe esperar su recuperación absoluta (ingenuamente tal vez, pero al menos yo sí la espero), y que muy bien podría convertirse (por extraño que parezca) en el próximo rookie del año, en su segunda temporada de derecho pero primera de hecho en la Liga. Si todo va bien, si no surgen imponderables, a ver qué juego interior será capaz de parar a estos dos durante las próximas temporadas.

Eso por dentro, pero es que su juego exterior tampoco tendrá nada que envidiar a nadie. Sobre todo si finalmente les llega un Rudy que a día de hoy aún aparenta estar deshojando la margarita... pero que yo creo que en realidad la tiene ya bastante deshojada, aún más ante la triste sensación de fin de proyecto que parece vivirse estos días en la Penya. En cualquier caso Rudy llegará más tarde o más temprano (más bien temprano, en mi opinión) y a los agoreros se les llenará la boca con que si le espera el mismo futuro que a Sergio, con que si McMillan no le va a dar bola... Permítaseme discrepar: cuando Sergio se fue no era “””””nadie””””””, entre muchas comillas lo de nadie; era internacional, era una delicia, era un talento superlativo pero tenía (y tiene) aún muchos defectos por pulir; en cambio Rudy se va (si es que se va) siendo el mejor jugador de Europa en su posición, tal vez (es sólo mi opinión) el mejor jugador de Europa en cualquier posición.

Claro, pero llegará a Portland y en esa posición se encontrará a Brandon Roy... o no. Roy puede jugar perfectamente de base, y es bien sabido a McMillan de base no le gusta pero no es menos sabido que a veces la necesidad obliga, y que si tienes déficit en una posición y superávit en otra, pues al final mal que te pese tendrás que tragar. Imaginen: Aldridge y Oden por dentro, Roy y Rudy por fuera, qué pedazo de sueño para cualquier afición, qué lejos quedan ya los tiempos de los Jail Blazers.

Claro que siempre queda la posibilidad de que McMillan no trague, de que Roy y Rudy (si llega) compitan por un puesto o de que más o menos compartan el dos y el tres, y en ese supuesto sí que aún les quedará una cosa que hacer: buscar un verdadero base. Sergio no le vale ni le va a valer (y cuanto antes se resuelva esa situación, vía traspaso a ser posible, será mejor para todos; sobre todo para Sergio) y Blake y Jack (cada uno en su estilo) son impensables como bases titulares de un buen equipo NBA, por más que unas cuantas veces hayan ejercido ese papel. Y es que resulta que McMillan fue base, un base no escaso de talento pero sobrado de trabajo, solvente en ataque pero extraordinario en defensa, y que ahora parece buscar no un base cualquiera sino uno a su imagen y semejanza. Y cuentan que alguna vez le han sorprendido soñando con un tal Calderón, pero es que ése ahora mismo es sueño para muchos pero es realidad sólo para uno, que se llama Colangelo y vive en Toronto. Y no es por nada, pero tiene toda la pinta de que así va a seguir siendo.

viernes, 16 de mayo de 2008

adeu, Chichi

El pasado viernes 9 de mayo, al acabar la última jornada de temporada regular de la ACB, al finalizar el (fallido) carrusel propuesto por Televisión Española, su narrador, Arseni Cañada, (creo recordar que) se despidió de la audiencia como tantas otras veces, con su habitual entusiasmo, pero recuerden, ya saben que esto no para, el lunes en La2 emitiremos un especial con la Gala de presentación de los playoffs, y ya saben que éstos empiezan el jueves 15 de mayo, hasta entonces, muy buenas noches, algo así.

Y hasta aquí todo normal, como normal probablemente fue también la despedida de un Fernando Romay que tal vez ni siquiera dijo nada, si acaso un hasta luego, un hasta pronto, un hasta la próxima, apenas un adiós, qué sé yo. No me acuerdo, y aunque me acordara tampoco tendría la menor importancia, no traería yo aquí y ahora toda esta historia si no fuera porque aquella noche, en aquel momento, sí que hubo algo puntual que me llamó poderosamente la atención: la despedida de Creus. Creus no dijo adiós ni hasta luego ni hasta pronto ni hasta el jueves, no; Creus dijo hasta siempre.

Reconozco que si esto hubiese sido cualquier otra noche no me habría llamado la atención, en absoluto. Hasta siempre puede ser una fórmula como cualquier otra, hasta podría ser que ésa fuera simplemente su fórmula habitual de despedida, que la haya utilizado otras muchas noches sin que yo ni siquiera me diera cuenta de que la utilizaba. Decir hasta siempre no tendría por qué ser muy distinto que decir hasta ahora... Y sin embargo, la vida, y aún más la televisión, nos han enseñado que un hasta siempre tiene otro sentido: es la despedida del presentador que acaba su temporada y no sabe si su programa volverá a emitirse, o del que sabe positivamente que ya no volverá a emitirse, que ya no nunca tendrá la oportunidad de otra despedida; es la despedida de quien no sabe si te volverá a ver, de quien sospecha que ya nunca te volverá a ver. Es la más triste, la más definitiva de las despedidas. Es, al menos, mucho más elegante y mucho menos desesperanzada que decir hasta nunca. Aunque a veces, demasiadas veces, ambas acaben significando lo mismo.

Insisto, quizás esté yo exagerando. Quizás él se despida siempre así, quizás lo soltara aquella noche, como tantas otras, sin siquiera reparar en su significado. Quizás él en aquellos momentos aún no supiera que aquél había sido su último partido en TVE. Quizás yo ni siquiera me habría fijado de no haber sido aquella la última noche de temporada regular, una noche que siempre transmite de algún modo una sensación de fin de ciclo, por más que luego los playoffs comiencen apenas seis días después. Así lo sentí yo al menos, como un atisbo de despedida, como la sensación de que nos quedaríamos sin su voz en los playoffs. ¿Acaso se tendría que ir ya con Pepu a preparar los Juegos, acaso su trabajo con la selección le mantendría ya ocupado al cien por cien, le imposibilitaría compatibilizar esa labor con la de comentarista televisivo?

Hoy ya sabemos que no, que no iban por ahí los tiros (en el supuesto de que ya entonces hubiera tiros). Creus no se vuelve a su selección sino que se va al Barça, a su Barça, a llevar su magisterio a esos despachos, a intentar enderezar el rumbo de esa nave un tanto a la deriva. A poner un poco (o un mucho) de cordura, y de su inmensa sabiduría baloncestística, al servicio de la gent (del básquet) blaugrana. A posteriori sabremos si lo hizo mejor o peor, a priori bien puede decirse que esa casa jamás estuvo en mejores manos.

Y ahora tendría yo que glosar su labor de analista durante todos estos años, pero creo que esta vez no lo haré. No lo haré porque no me atrevo, porque ya me da vergüenza, porque han sido tantos los elogios que ya le he dedicado, en tantos y tantos presuntos artículos (que andarán por ahí abajo, o por algún ignoto lugar del ciberespacio), que reiterarlos ahora resultaría absurdo, pretencioso, hasta ridículo.

No insistiré en ello, pues; pero no me aguantaré las ganas de citar lo que alguien no hace mucho escribió en el foro de esta misma página, diciendo que a este hombre habría que clonarlo, de tal manera que pudiésemos tener un Creus en todos los canales, en cada partido, para cada ocasión; que nadie (tantas veces lo hemos dicho) nos explica las jugadas como él, nadie nos desmenuza el juego como él, nadie nos hace entender este deporte como él. Habría que clonarlo... francamente no se me podría ocurrir una definición mejor.

Pero no todos pensaban igual, claro, que ya dijo el torero que hay gente pa tó. Buceando en los foros más masificados y desbarrados de la red hemos encontrado también gente en contra, gente que por tacharle le ha tachado hasta de madridista incluso. ¿Madridista, Creus? Como se enteren en Can Barça, lo mismo le despiden aún antes de haberle contratado... Es lo que tiene ver el baloncesto sólo según el cristal con que lo miran, que algunos son incapaces de quitarse jamás el vidrio de los ojos y a partir de ahí todos los que no son amigos son enemigos, todos los que no son de los nuestros son del contrario y por ello sólo merecen nuestro odio y su condenación eterna, sin la más remota posibilidad de que acaso exista un término medio...

Algunos toman la parte por el todo (o al revés, no sé): vale que Romay es del Madrid, no creo que nadie a estas alturas esperara que fuese otra cosa. Y eso que se corta bastante, y que a menudo (en valoraciones sobre decisiones arbitrales, sobre todo) se le nota que se está mordiendo la lengua (lo que pasa es que a veces hay silencios más explícitos que cualquier palabra). Pero sí, es del Madrid, y con eso al parecer es más que suficiente para que algunos decidan que entonces los demás también lo son; para colocar la etiqueta de madridistas a todo el equipo de comentaristas de Televisión Española.

Inciso: quizás ayudaría, para evitar estas etiquetas, que Televisión Española no diese constantemente partidos del Madrid, que no diese siempre prioridad a los encuentros del equipo blanco sobre cualesquiera otros a la hora de elegir lo que se televisa cada jornada (sin ir más lejos, mismamente en estos playoffs; y en tantos otros). Pero esto no creo que sea problema del equipo de comentaristas sino de más altas esferas, de esos despachos en los que se toman las decisiones tal vez pensando en criterios de audiencias (como si alguna vez les hubieran importado realmente las audiencias de nuestro deporte), tal vez pensando en los gustos (¿?) de la mayoría, tal vez pensando en complacer a sabediós quién, tal vez pensando que piensan, tal vez... Fin del inciso.

Llamar madridista a Arseni Cañada, probablemente nacido y desde luego criado en Cataluña, árbitro en sus años mozos, periodista de ley, parece en principio bastante absurdo. Pero llamar madridista a Joan Creus roza casi lo surrealista. Barcelonista, manresista (si tal término existe), tal vez (aunque si así lo es, jamás permitió que se le notase ni un ápice). Pero ¿madridista? Tal vez me equivoque (qué sabe nadie, al fin y al cabo) pero sospecho que sus únicos colores son los del baloncesto, al que aman con pasión y que transmiten, cada uno a su manera, con esa misma pasión.

Pero Creus se nos va, y en Televisión Española de repente se han echado las manos a la cabeza, no tanto por el pedazo de comentarista que pierden (que quiero pensar que también) como por el hecho de que con su marcha se les desequilibra el equipo. Es decir, no parece que les preocupe tanto el hecho de que Romay se quede en sus chascarrillos, de que apenas aporte el diez por ciento (tirando muy por lo alto) de lo que Creus aportaba, como el giro a la blancura que ello puede propiciar y los palos que por ello les pueden caer. Y así las cosas, podrían haber buscado una solución pero parece ser que han preferido poner un parche: el parche, al parecer, se llama Juan Carlos Navarro.

Entendámonos: nadie tiene más debilidad que yo por el jugador de baloncesto llamado Juan Carlos Navarro. La misma, puede; más, es difícil. Pero repito, por el jugador de baloncesto. Porque el analista Juan Carlos Navarro ya es otra cuestión. Ya tuvimos ocasión de escuchar sus comentarios para Canal + durante el All Star Weekend, y hemos tenido ocasión de escucharlos de nuevo durante la Final Four euroliguera, esta vez para TVE. Y me duele decir que nos ha dejado fríos (o, al menos, a mí me ha dejado frío). Ya sabíamos que es un tipo simpático, majete, desinhibido (pero ante el micrófono mucho menos que sobre la cancha; probablemente, también, mucho menos que en la vida real). Pero ahora sabemos también que mide mucho sus palabras, que le cuesta lanzarse a opinar, que el narrador de turno (o el propio Creus, durante la Final Four) tiene que ejercer un poco de sacacorchos, empujarle para se lance a decir lo que piensa (que a menudo suele ser lo que se espera que piense…) No, en nada se parece el Navarro comentarista al Navarro jugador, desgraciadamente.

No, evidentemente no se trata de saber o no saber, faltaría más. No es eso. El mejor analista (lo repetiré una vez más) no es necesariamente el que más sabe (aunque el saber es imprescindible) sino el que mejor transmite lo que sabe. Y La Bomba, como jugador, está en la plenitud de su madurez baloncestística, pero como comentarista aún le falta un hervor. Quizá sea sólo cuestión de edad, tal vez sea simplemente un exceso de prudencia, o puede que sea sencillamente cuestión de tiempo, hasta que coja confianza ante el micrófono…

De ese tiempo que no va a tener. Y a eso, sólo a eso me refería cuando decía que era un parche. En Televisión Española (suponiendo que se confirme la noticia, que aún no es oficial) han preferido no pensar a medio o largo plazo, tapar ahora el hueco con Navarro que al fin y al cabo da el perfil porque cumple dos requisitos fundamentales: es mediático y es del Barça, requisito imprescindible para servir de contrapunto a Romay. Problema resuelto, y luego, cuando lleguen los Juegos, pues ya veremos, y más adelante, cuando empiece la próxima temporada… ¿pero acaso alguien sabe, a estas alturas, si habrá baloncesto en TVE la próxima temporada?

Así que aún no sabemos cómo será ese futuro a medio o largo plazo. Sí a corto plazo (si finalmente se confirma, insisto): comienza la etapa Navarro, que no será la era Navarro por razones obvias de duración. Y la era Creus, me temo, ya es historia, tan historia como tantas otras, la era Gavaldá, la era Pesquera, la era Martín (Miguel Ángel), la era Montero, la era Imbroda por citar sólo algunas, las más significativas, las más dilatadas en el tiempo. Unos fueron buenos y otros peores (y algunos, sencillamente terribles) pero todos, de algún modo, dejaron huella. Aunque huellas las hay de muchas clases, y ésta de Creus pertenecerá para siempre a la categoría de las imborrables.

Adeu, Chichi. Permíteme que, quizás por última vez, utilice tu apodo, ése por el que se te conoció sin mayores problemas durante tu cuarto de siglo de impecable trayectoria profesional, ése que ahora durante tu etapa de técnico y/o analista parece haberse suprimido de un plumazo, supongo que en aras de lo políticamente correcto. Y permíteme que te diga adiós, adeu, en lugar de utilizar ese socorrido hasta pronto (que me temo que sería mentira), ni tampoco ese hasta siempre tuyo que queriendo ser eterno acaba pareciendo definitivo. Hasta la próxima, sea ésta cuando sea, sea ésta donde quiera que sea. Que te vaya bonito en tu Barça, que te vaya bonito allá donde el destino te lleve. Y que sepas que, aunque aún apenas te has ido, por aquí ya estamos echándote de menos…

martes, 6 de mayo de 2008

Cosas que hacer...

Hace algunos años alcanzó cierta notoriedad en nuestras pantallas una película norteamericana que respondía al breve a la par que conciso título de Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto. Quién sabe, quizás su notoriedad se debiera precisamente a eso. a que no era el típico título más o menos simple, más o menos chorra al que estábamos tan acostumbrados. No, no iba de zombis, ni siquiera de espíritus que vuelven del más allá para arreglar alguna cosa al más puro estilo Ghost, no, en absoluto. La cosa era que el protagonista se sabía sentenciado a muerte por la mafia local, y pasaba los que preveía iban a ser sus últimos días solucionando sus asuntos pendientes antes de que le produjeran el fatal desenlace. Tampoco es que fuera gran cosa la susodicha película, pero se dejaba ver...

Aunque quizás nunca habría vuelto a acordarme de la peliculita dichosa de no habérseme cruzado por medio la NBA. Reconozco que dicho título se me vino de nuevo a la cabeza hará poco más de una semana, presenciado el cuarto (y a la postre último) partido de aquella serie Lakers-Nuggets, viendo la imagen patética y deplorable que estos últimos se empeñaban en ofrecer por cuarta noche consecutiva. No, quizás Denver no estaba muerto (estaba de parranda) pero lo parecía, francamente.

Así que el título me venía al pelo. Cosas que hacer en Denver (o sea, en los Nuggets) había muchas, demasiadas. Y por extensión en otros muchos equipos de aquella Liga, los que acaban su temporada en estos días o los que ya la acabaron tiempo ha. Hablemos de ellos, pues (de algunos, no de todos, que no doy tanto de sí):

En Denver

Por alguna misteriosa razón, los Nuggets no parecen tener ninguna de las virtudes que siempre adornaron a los equipos de Karl; y sí, en cambio, todos y cada uno de sus defectos. Nada hay en ellos de la efervescencia, entusiasmo y energética actividad en ambos lados de la cancha que otrora conocimos en otros equipos karlianos. Sí su rapidez, pero que en este caso no deviene en velocidad sino que degenera en precipitación.

Pero eso sí, en defectos nada tienen que envidiar a aquellos Sonics o Bucks de tiempo atrás. Estos Nuggets son también una jaula de grillos, con el entrenador disparando constantemente hacia sus jugadores y éstos poniendo verde una y otra vez a su entrenador, y todo ello no de puertas adentro, faltaría más (¿qué quedó de aquello de que los trapos sucios se lavan en casa?), sino públicamente, con luz y taquígrafos, a voz en grito, cada uno elevando el tono un poco más que el anterior para hacerse oír más alto que los demás.

Así que los Nuggets resultan ser algo así como una verbena, como un Ejército de Pancho Villa en el que el primero que llega se la juega, el que la coge se la tira tenga posición o no, tenga sentido o no. De entre los buenos el único sensato parece ser (y sólo a veces) Iverson (cómo ha cambiado el cuento); y resulta paradójico que a menudo la única cordura que se les observa tenga que provenir de actores tan secundarios como Kleiza o Nájera...

Los Nuggets necesitan equilibrio, más que ninguna otra cosa. Los Nuggets hace año y pico se hicieron con los servicios de Iverson y todo el mundo dijo mira qué bien y les rió mucho la gracia sin reparar en el pequeño detalle de que por el camino se dejaron a un tipo llamado Andre Miller que resulta ser uno de los mejores (y menos valorados) bases de aquella Liga (y si alguien lo duda, que le pregunte a los Sixers); y desde entonces estos Nuggets plagados de (presuntas) estrellas van por la pista como pollos sin cabeza, poniendo meros parches como Atkins o Anthony Carter, echando de menos a Miller, soñando con (por ejemplo) Calderón.

Así que lo que necesitan está claro. Otra cosa ya será lo que consigan. De momento los rumores apuntan al posible fichaje de Ron Artest y la verdad es que eso estaría muy bien, nos íbamos a divertir, sería algo así como meter un detonador en una caja de bombas. Si en Pórtland ya tuvieron sus Jail Blazers, aquí será cosa de empezar a buscar un remedo de Nuggets para ir cambiándoles el apodo.

En Dallas

No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, debió pensar Cuban, y antes de que dejara de correr el agua de las duchas del New Orleans Arena tras aquel quinto partido ya había cortado la cabeza de Avery Johnson (metafóricamente hablando, que dada su condición de hombre sin cuello no resulta fácil encontrar espacio para la guillotina). El que un día fue Míster Bonobús y más tarde fue El Pequeño General es ya historia en la ciudad de Jotaerre.

Así que (debió pensar Cuban) ya está bien de fiestas y jolgorios, y ahora se trataría de ganar, caiga quien caiga, cueste lo que cueste, se aburra a quien se aburra. Y no es que don Avery fuese la alegría de la huerta precisamente, pero es que las alternativas que se plantean son Jeff Van Gundy y (sobre todo) Rick Carlisle. Vamos, algo así como la vieja dinámica entre Menottismo y Bilardismo (o entre Valdanismo y Clementismo, si se prefiere en versión local): entre dar espectáculo y ganar Cuban va de cabeza hacia la segunda opción, como si jugar bien y bonito llevase aparejada necesariamente la derrota, como si la espesura garantizase forzosamente el éxito. Veremos.

Y al fin y al cabo, si sólo fuese un problema de entrenador... Los Mavs llevan unos cuantos años dando palos de ciego, y el último, cambiar al emergente Devin Harris por el semi-acabado (o en trance de acabamiento) Jason Kidd, no ha sido precisamente el menor de ellos. Si encima en el momento más decisivo de la temporada Josh Howard decide abrir la boca para contar a los cuatro vientos los canutos que se fuma en sus ratos libres, pues apaga y vamonos... Y pensar que luego no faltará quien (una vez más) señale con el dedo a Nowitzki, y quien se atreva a tachármelo de perdedor (unos cuantos vídeos de su selección les mandaba yo...). Él puede luchar, y de hecho lucha, contra los rivales; pero lo verdaderamente difícil es luchar contra los elementos.

En Toronto

Colangelo es menos impulsivo que Cuban (la diferencia entre el mero profesional y el puro empresario, quizás), así que en vez de optar por comerse crudo a su técnico parece haber optado por la simple maceración, tal vez por cocinarlo a fuego lento... aunque probablemente el desenlace acabará siendo el mismo: más tarde o más temprano se lo tendrá que comer.

Mitchell parece haber agotado su crédito (si es que alguna vez lo tuvo), y de la lista de presuntos candidatos para presuntamente sustituirle emerge, por encima de cualquier otro, Mike D’Antoni, también colgando de la cuerda floja en Phoenix y que al fin y al cabo ya fue hombre de Colangelo en dicho lugar. Y no negaré a sus críticos que D’Antoni tendrá sus defectos (el peor, desde mi punto de vista, jugar siempre con rotaciones tan cortas que sus titulares llegan siempre reventados al momento cumbre de cada temporada), pero a mí, que tuve debilidad por él como jugador y quizás también como entrenador, particularmente me encantaría ver a un técnico tan italiano como él en un equipo tan europeo como estos Raptors.

Y a Calderón (dando por supuesto que se quedará, que los Raptors colocarán a Ford donde buenamente puedan y moverán cielo y tierra para que se quede) le vendría de cine, y hasta a Garbajosa... No, no está nada claro que Jorge siga en Toronto, y aún menos tras los enésimos dimes y diretes y tiras y aflojas con nuestra querida Federación, pero ambos, D’Antoni y Garbajosa, ya coincidieron en Treviso, y es público y notorio que desde entonces se profesan (cada uno en lo suyo) admiración mutua...

En cualquier caso los problemas de los Raptors no sólo son de entrenador: Bargnani amenaza con ser un bluff, Bosh es muy bueno pero no es extraordinario, ambos unidos a Nesterovic componen el juego interior más blando de la historia de la humanidad... Tienen ya un gran base, buenísimos tiradores, jugadores de clase, pero necesitarían carácter, presencia, intimidación, determinación. Tienen por delante un largo y cálido verano para intentar conseguirlo.

En Nueva York

Isiah Destroyer Thomas es la versión baloncestística del caballo de Atila: por donde pasa no vuelve a crecer la hierba. Así estuvo a punto de ser en los primeros tiempos de Toronto, así fue en la CBA, así siguió siendo en los Pacers post Larry Bird... Hoy los Knicks son un solar, una zona cero (perdón por la desagradable analogía) sobre la que resulta imposible reconstruir, empezar de nuevo, saber hacia dónde tirar.

Así pues, reconfirmado por enésima vez el Principio de Peter, Isiah Destroyer Thomas ya no es entrenador de los Knicks. Le han dado un puesto desde el que tendrá la enorme responsabilidad de pasar sesudos informes acerca de la evolución de la pintura de las paredes del Madison Square Garden (metáfora de David Carnicero, a quien espero no le importará habérmela apropiado), y la absoluta prohibición de relacionarse con los jugadores (¿podrá saludarlos, siquiera sea con un mínimo arqueo de cejas, si se los cruza por los pasillos?). Todo esto, supongo, ante la absoluta imposibilidad y el inmenso coste que supondría ponerle directamente de patitas en la calle.

Equipo descapitalizado, que paga más que nadie y tiene menos que nadie, descompensado como pocos, poblado de egos como ninguno... Y sin entrenador, que a ver quién asume comerse tamaño marrón a cambio de unos pocos millones de dólares. Al cierre de edición (o sea, en el momento de teclear esto) se perfilaban dos candidatos, dos viejos conocidos: uno lo fue como entrenador, Jeff Van Gundy (que suena para muchos sitios, por más que él ande repitiendo a los cuatro vientos que no piensa entrenar el año que viene), y el otro lo fue como jugador, Mark Jackson; éste último (que se perfila como favorito) carece por completo de experiencia en los banquillos, pero tiene ciertamente una gran ventaja: jamás encontrará un listón más bajo, jamás lo podrá hacer peor que su antecesor en el cargo.

En Miami

Aquello de que el capitán siempre es el último que abandona el barco nunca fue con Pat Riley. En estos últimos tiempos Riley se subió y bajó del barco según bajaba y subía la marea, y siempre que lo dejó fue para nunca más volver hasta que vinieron bien dadas y entonces volvió, y al menos esta vez aguantó hasta el final pero ahora de nuevo se vuelve a ir, y dice que ésta ya es la refinitiva… Y al final pasará como en mi trabajo, que después de cambiar veinte veces un informe, cuando parece que ya está le llamamos informedefinitivo.doc, pero luego vienen más cambios, y luego más y más, que hasta llegas a tener un informedefinitivo15.doc, que la palabra definitivo acabará siendo la más devaluada de la historia administrativa, tan sólo por detrás de la palabra urgente… (sí, ya lo sé, me he ido del tema)

Pues eso, que Riley se va después de haber capitaneado el viaje a los infiernos más espectacular del baloncesto moderno, del infinito al cero en apenas dos años… Riley se va del banquillo pero seguirá de jefe en la sombra, y allí se encontrará ahora mismo soñando con el draft, con que la fortuna, en agradecimiento a los méritos contraídos, se les aparezca con un número alto, el 1 a ser posible para así poder escoger libremente entre Beasley o Rose…

¿Y qué escoger? Beasley te garantiza estadísticas portentosas, espectáculo a raudales, unas cuantas presencias en el All Star en su zurrón; Rose en cambio te garantiza dirección, equilibrio, calidad inmensa desde el base, equipo de garantías para toda la vida… No sé qué pensará Riley pero sus chicos, Wade y Marion, lo tienen muy claro: quieren a Rose, y no se lo reprocho porque yo en su lugar querría exactamente lo mismo (y aún más en el caso de Marion, por aquello de la competencia). Parece que Riley está en la misma sintonía, que es consciente de que necesitan un base como el comer, que si no consigue a Rose ya anda pensando en Calderón (aunque de momento a quien le han ofrecido es a T.J. Ford…)

En Charlotte

Michael Jordan, fiel a sus principios, tiró una vez más por la calle de enmedio, que si su instinto le funcionaba de maravilla cuando era jugador, a ver por qué no le va a funcionar de directivo (¿quizás algún día acabará entendiendo que esto no funciona igual?): Sam Vincent ya es historia, y la nueva historia se llama Larry Brown, técnico a quien al parecer Jordan profesa una gran admiración (quizás por su pasado común en North Carolina... o quizás porque a lo largo de su carrera nunca le tuvo de entrenador).

Así que aquí tenemos de nuevo al amigo Larry Brown en el candelabro, digo en el candelero. La vida para los Felton, Gerald Wallace, Okafor, Jason Richardson, Morrison (especialmente para estos dos últimos, no sé muy bien por qué) será mucho más difícil a partir de ahora. Lo que no significa necesariamente que vaya a ser mejor. Me temo que este Brown metido en achaques y ya de vuelta de todo (de hecho siempre parece estar de vuelta de algún sitio) ya no garantiza resultados, ni a corto ni a medio plazo (y conociéndole, es evidente que no habrá un largo plazo). Me temo que este remedio puede ser peor que la (presunta) enfermedad. Ojalá me equivoque.

En Seattle

No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió, cantaba Sabina, y más o menos eso mismo me pasa a mí con Seattle. Nunca he estado ni probablemente estaré jamás en Seattle, pero es una de esas ciudades que aún sin conocerlas se convierten en referencia, por el cine, por la música, por tantas series de televisión, por sus gentes yendo en ferry a trabajar, su lluvia, su tren monorraíl, su Frasier Crane... y sus Sonics, desde Xavier McDaniel a Kevin Durant pasando por Chambers, Schrempf, Kemp, Cage, McMillan, por el incomparable e inimitable Payton, por tantos y tantos otros...

Todo eso ya es historia, me temo, por más que ahora su anterior propietario el señor Starbucks (que no se llama así, pero así nos entendemos) parezca haber descubierto que hubo fraude, que no es verdad que los nuevos propietarios se vayan ahora porque en Seattle no les quieran, que desde el mismo momento en que compraron los Sonics ya su única finalidad era llevárselos a Oklahoma, que hay correos de aquellos días que así lo demuestran... Y todo eso está muy bien, pero me temo que a estas alturas será ya demasiado tarde para cambiar nada.

Así que en Seattle ya poco les queda por hacer: llorar y lamentarse, y si acaso buscar algún resquicio por el que intentar remediar lo irremediable. Sí habrá más cosas que hacer en los Oklahoma City Sonics, o en los Oklahoma a secas Sonics, o en los Comodemonios Sellamen Sonics. Parece ser que ya tienen una franquicia, ahora ya sólo les falta tener un equipo. Kevin Durant está muy bien para empezar, pero a su alrededor parece haber más bien poco. Si al menos el sorteo del draft les fuese propicio...


Próximamente, más (o eso espero...)