domingo, 31 de agosto de 2008

la riquirrubina

Hace ya unos cuantos años, el cantante dominicano (y gran amante de este deporte, por cierto) Juan Luis Guerra popularizó un tema dedicado a cierta sustancia corporal llamada bilirrubina, nada más y nada menos. Dado que el saber no ocupa lugar permítame que, aunque me consta que usted sabe perfectamente qué es y en qué consiste dicha sustancia, le recuerde someramente que, según la Wikipedia (no se me quejará de labor de investigación), la bilirrubina es un pigmento biliar de color amarillo anaranjado que resulta de la degradación de la hemoglobina; esta biomolécula se forma cuando el eritrocito desaparece del aparato circulatorio por su extrema fragilidad, aproximadamente cuando ha alcanzado la plenitud de su vida; su membrana celular se rompe y la hemoglobina liberada es fagocitada por los macrófagos tisulares del organismo, sobre todo los macrófagos del bazo, hígado y médula ósea (...) Los macrófagos de los tejidos transportan la porfirina de la hemoglobina en bilirrubina que viaja unida a la albúmina sérica (proteína transportadora) por el torrente sanguíneo al hígado, donde se separan y la bilirrubina se secreta por la bilis y se degrada... Todo lo cual está muy bien y es muy instructivo, pero digamos que Juan Luis Guerra le dio un sentido mucho más romántico a la par que lúdico, algo así como que me sube la bilirrubina, cuando te miro y no me miras, y no lo quita la aspirina, no, suero con penicilina, aaaaay, me sube la bilirrubina... (más o menos, que tampoco es que esté yo muy ducho en asuntos salseros).

Vamos, que bilirrubina viene (al menos la primera parte de su nombre) de bilis. Una pena, porque uno podría tener la fantasía de que hubiera sido descubierta en su día por algún investigador llamado precisamente Billy Rubio, de quien habría tomado su denominación... Nada más lejos de la realidad, al parecer.

Pero ustedes, de natural gente amable y comprensiva (cómo no van a ser comprensivos si están leyendo toda esta sarta de tonterías) me permitirán que yo les hable de otra sustancia infinitamente más desconocida que la anterior, una sustancia que no figura en la Wikipedia, que por increíble que parezca si googleamos su nombre aún no encontraremos ni una sola referencia siquiera. Una sustancia que, al contrario de la anterior, sí debe su denominación a la persona que la descubrió y nos la descubre cada día, y que la segrega y la expulsa y contagia con ella a todos los que están a su alrededor. Una sustancia que a partir de ahora llamaremos rickyrrubina, o, si se prefiere para facilitar su lectura en castellano, sencillamente riquirrubina.

¿Cómo podríamos definir la riquirrubina? Por ejemplo: dícese de la reacción química que experimenta todo jugador, entrenador o mero aficionado al baloncesto justo en el preciso instante en que Ricky Rubio salta a la cancha y comienza a presionar al base del equipo rival. O bien: llámase así igualmente a una sustancia aparentemente imperceptible que segrega el susodicho jugador y que provoca un efecto inmediato sobre propios y extraños, resultando enormemente benéfica en los propios y sumamente perjudicial en los extraños.

Ciertamente dicha sustancia no había sido formulada hasta la fecha, si bien no podremos decir que haya sido descubierta precisamente ahora. De hecho sus primeros síntomas aparecieron en la ciudad de Sevilla durante los primeros meses del año 2004, mientras allí se disputaba una extraña competición infantil denominada Minicopa. Aunque la manifestación definitiva de su existencia se produjo apenas año y medio más tarde, en los comienzos del otoño de 2005, durante la disputa de la Lliga Catalana y de las primeras jornadas de la ACB. Y a partir de aquel momento su expansión resultó ya imparable: en apenas un año se había extendido por todo el país, en apenas dos años había contagiado a todo el continente, en apenas tres ha terminado por epatar a todo el planeta.

Dicha sustancia no ha podido aún ser sintetizada en laboratorio alguno, por lo que resulta particularmente difícil definir sus características. No es fácil decir cómo es, es mucho más sencillo decir qué no es: no es inodora ni incolora ni aún menos insípida, y ello aún a pesar de su aparente imperceptibilidad. No es incolora porque tiene color (obviedad), el cual de otoño a primavera suele ser verde penya, si bien cada verano acostumbra a mutar a rojo selección. No es inodora porque huele (otra obviedad), si bien preguntarse a qué huele sería como preguntarse a qué huelen las nubes (por ejemplo). Y sin embargo podemos conjeturar que muy probablemente huela a sudor, a intensidad, a adrenalina en estado puro (y no me venga usted ahora con que la adrenalina no huele, por favor, permítame la licencia). Y en ningún caso es insípida porque tiene sabor (última obviedad), ese sabor del baloncesto bien jugado atrás y adelante, el de la sensatez unida a la brillantez, el del equilibrio junto a la chispa, el de todo lo que hace bello a este maravilloso deporte.

En cualquier caso hoy sabemos que se trata de una sustancia sujeta a previsibles mutaciones, especialmente en todo lo relativo a su color. Hoy, como quedó dicho, es verde (y negra) durante la mayor parte del año pero parece haber suficientes indicios de que no siempre va a ser así. En apenas un año, tal vez dos, la riquirrubina previsiblemente cruzará el charco y se extenderá por esos Estados Unidos de América que al parecer ya la esperan con los brazos abiertos. Y para saberlo no hace falta ser científico, no es necesario hacer prospección alguna, basta con acudir a las fuentes del saber, que en este caso serían las webs dedicadas a adivinar (o intentarlo, al menos) cómo serán los próximos drafts. Es decir, podemos consultar (insisto, no se me quejarán ustedes de labor de investigación) por ejemplo draftexpress.com, que no se para en barras y sitúa a Ricky Rubio como número uno del próximo draft, éste de 2009 nada menos. Nbadraft.net no se tira tan claramente a la piscina: no le sitúa en 2009 sino en 2010 y concretamente en su número 2, sólo por detrás de un reputadísimo chaval de instituto llamado John Wall (Juan Muro, si hubiese nacido a este lado del Atlántico). Basketdraft.com también lo lleva al 2010 pero para situarlo en el mismísimo número 1 de dicha promoción, por delante del susodicho Wall… y así sucesivamente. Sí, vale, su año para ser drafteado de serie sería 2012, pero podría presentarse ya el próximo… y probablemente no lo haga en 2009, pero será muy difícil que nuestra riquirrubina no viaje definitivamente a USA allá por el verano de 2010.

Pero no se me inquiete, no en exceso al menos. Tal vez en apenas dos años perderemos la riquirrubina verde, pero aún podremos disfrutar durante muchos otros veranos de la otra versión, la de coloración roja. En este sentido sencillamente produce vértigo ponerse a imaginar, echar la vista hacia delante, contar de cuatro en cuatro y soñar los sueños que aún nos quedan: contar que en Londres 2012 aún tendrá 21 años, edad con la que muy probablemente aún seguirá siendo el más joven de esa selección (de hecho, de haber tenido hoy esa edad aún habría seguido siendo el más joven de esta selección de Pekín); que en (pongamos, supongamos) Chicago 2016 (Madrid es demasiado sueño como para hacerse realidad) aún tendrá 25 años; que en (sigamos suponiendo) París 2020 tendrá la óptima edad de 29 años; y que incluso en Sabediosdónde 2024 estará todavía en los 33, aún a falta de dos o tres meses para cumplir los 34. Es decir que, siempre y cuando nuestra selección se clasifique (nunca demos nada por supuesto), él podría completar un perfecto repóker de cinco participaciones olímpicas al máximo nivel (y de Mundiales y Europeos ya ni hablemos). Lo dicho, produce vértigo sólo pensarlo…

Pero produce aún más vértigo pensar en lo que puede suceder allá en USA, a partir de ese mismo momento en que se nos vaya. No lo diré yo, dejaré que lo diga un tal Jason Kidd, que en estos días pasados afirmaba, en frase típicamente norteamericana, que sólo el cielo es el límite de Ricky Rubio. Y él lo sabe bien. Él, que ha sido uno de los mejores bases de la NBA en estas últimas dos décadas; él, que ha convertido el triple-doble en pura rutina, experimentó en sus propias carnes los efectos de la riquirrubina durante la histórica final de Pekín, tan maravillosa que aún me estremezco al recordarla y hasta me tiemblan los dedos al teclear. Él, que le dobla la edad, que hasta podría ser su padre, que ya jugaba en NCAA cuando Ricky aún iba a la guardería, que ya jugaba en NBA cuando Ricky aún estaba en preescolar, tuvo que ver cómo aquel imberbe chaval de El Masnou se la liaba una y otra vez, atrás y adelante… Probablemente nunca Jason Kidd se haya sentido tan viejo sobre una cancha como se sintió el pasado domingo 24 de agosto.

Pero es que la riquirrubina es también eso: es descaro, picardía, atrevimiento, es faltar al respeto a tus mayores, a esos mismos mayores cuyos pósters probablemente aún empapelen las paredes de tu habitación. Es decisión, la que le permite meter la mano donde nadie más la mete, cortar ese pase al que nadie más llega, es tirarse ese triple aún reconociéndose no ser (aún) buen tirador, pero con la certeza de que es precisamente ése y no otro el que tiene que meter. Es, sobre todo, inteligencia, la que le lleva a bajar con el pecho un balón a falta de 28 segundos para sólo empezar a jugarlo a falta de 24 para que el reloj de posesión coincida con el de partido, para no dejar posesión al rival rompiendo así los esquemas de propios y extraños, de los que tendrían que saberse el reglamento y hasta de los que supuestamente se lo saben; suprema inteligencia para saber dónde hay qué estar, cuándo hay que hacer una cosa o la contraria, como y por qué tomar una determinada decisión, precisamente esa decisión y no otra…

En apenas un par de meses Ricky Rubio tendrá dieciocho años. Podrá ya votar, podrá sacarse el carnet de conducir, podrá hacer toda clase de trámites administrativos sin necesitar la autorización de su progenitor, podrá ya legalmente salir de copas o tomarse unas cañas con los colegas si ese es su deseo… Y todo ello le sucederá apenas dos meses después de haber logrado algo que algunos privilegiados tardan media vida en lograr, algo que la inmensa mayoría de deportistas no conseguirá jamás durante toda su carrera: una medalla olímpica, de oro por más señas, si bien se la dieron (a él y a todos sus compañeros) bañada en plata por aquello del qué dirán… Sí, en dos meses Ricky será mayor de edad y sin embargo algunos, todos aquellos que padecemos los efectos (sumamente benéficos, en nuestro caso) de su riquirrubina, hace ya mucho tiempo que le vemos así, de hecho jamás le hemos visto de ninguna otra manera. Ricky Rubio ejerce como mayor de edad desde hace ya unos cuantos años, por más que su DNI se empeñe en querer demostrarnos lo contrario.

Todo eso y mucho más es la riquirrubina, ésa que, como diría (más o menos) Juan Luis Guerra, se nos sube cuando le miramos y él no nos mira, es decir, todas y cada una de las veces en que le vemos jugar. Esa sustancia sólo aparentemente formulada, apenas descubierta y sin embargo aún por descubrir, por contradictorio que ello parezca. Porque eso es lo más maravilloso: con ser extraordinarios sus efectos conocidos, resulta todavía mucho más extraordinario imaginar cuántos efectos aún nos quedarán por conocer. Sigamos soñando.

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