lunes, 4 de febrero de 2008

Euroideas

Euromuermo

En primer lugar una aclaración, antes de que el título anterior pueda inducir a error: me encanta la Euroliga. Es, por derecho propio y por definición, la mejor competición de clubes de Europa, la que nos permite ver enfrentarse a los mejores equipos del continente, la que nos muestra a los mejores jugadores que aún no emigraron a América, o a aquellos que ya retornaron de su emigración, o a tantos otros que emigraron en sentido inverso porque no tenían sitio allí, pero que hoy son los mejores de entre los que juegan aquí. Me encanta esta competición (como casi todas, por otra parte), y creo que el abundante número de entradas en este mismo lugar dedicadas a ella (o a temas relacionados tangencialmente con ella) no dejará lugar a dudas al respecto.

Así que, después de toda esta sarta de obviedades para explicar mi amor incondicional por dicha competición, ya sólo me quedaría justificar tan demoledor título. A ver: me encanta la Euroliga... pero me desencanta el sistema de competición de la Euroliga. Me desencanta, me desespera y hasta me crispa.

Me desespera esta eterna primera fase que ahora termina, esta sucesión interminable de partidos intrascendentes, innecesarios, inocuos y demás in que se nos puedan ocurrir. Me desespera estar catorce semanas en danza para acabar clasificando a 16 equipos de 24 (es decir, las dos terceras partes). Me crispa que nos vendan como decisivos de la muerte y como trascendentes de toda trascendencia partidos de equipos ya clasificados que en el mejor de los casos subirán o bajarán un puesto, como si quedar segundo en vez de tercero, o tercero en lugar de cuarto, fuese realmente significativo de cara a la fase posterior. Me desespera la sensación que tenemos todos de que toda ésta “fase previa” apenas ha servido para nada (si acaso, para clasificar a los equipos que ya suponíamos que se iban a clasificar), de que la Euroliga de verdad empieza ahora, de que la verdadera competición comenzará cuando en un par de semanas se inaugure el deseado Top 16.

Tal vez me dirán que lo mismo (o aún peor) sucede en la NBA, que al fin y al cabo ellos juegan no ya 14 sino 82 partidos más o menos insípidos, total para acabar jugándoselo todo en los playoffs. Pues sí, así es... pero con matices:

1º) La NBA es allí. La Euroliga, en cambio, es aquí. El que a ellos, los americanos, les guste así no significa que a nosotros, los europeos, nos tenga que gustar exactamente lo mismo.

2º) La NBA da preponderancia a lo mercantil sobre lo deportivo, al negocio sobre la victoria, basándose para ello en un público que prima el espectáculo por encima de la mera competición: allí lo primero es pasarlo bien, si luego además se gana pues miel sobre hojuelas; exactamente lo contrario que aquí: aquí (en Europa, me refiero) lo primero y casi lo único es “ganar o ganar”; lo meramente lúdico queda en un discreto segundo plano. Sus 82 partidos a nosotros nos pueden parecer demasiados, una barbaridad; pero a ellos, para su idea de negocio/espectáculo, les funciona. En cambio nuestros 14 partidos, para nuestra idea de competición, no funcionan en absoluto.

3º) Hubo un tiempo, en aquella NBA que conocimos en los 80, en que se clasificaban para playoffs 16 equipos de los 23 que había, lo que venía a ser un sinsentido muy similar a éste nuestro de ahora. Hoy ya no es así: hoy (en realidad desde hace ya unos cuantos años) se clasifican para playoffs 16 equipos de un total de 30, es decir, muy poco más del cincuenta por ciento; sustancial diferencia respecto al 67 por ciento que clasificamos aquí.

y 4º) En contra de lo que se suele considerar por aquí, la temporada regular NBA (al igual que la de la ACB, por cierto) sí que sirve para algo: allí no es igual quedar segundo que tercero, no da lo mismo ser cuarto que ser quinto, en absoluto; a mejor puesto más fáciles rivales, mayor ventaja de campo en los sucesivos cruces. Nada que ver, una vez más, con el método euroliguero, que sólo te ¿garantiza? una presunta mejor posición en un sorteo para otra fase que te hará jugar tres partidos en casa y tres fuera, de una u otra manera, siempre.

Ahora bien, lejos de mi intención hacer una crítica meramente destructiva. Sería muy poco elegante por mi parte poner verde lo que hoy (más o menos) funciona sin ofrecer siquiera una alternativa, sin al menos proponer algo a cambio. Así pues, permanezcan atentos a sus pantallas...

Euroutopías

Pero antes de entrar en harina, me permitirán ustedes que delire un poco. Me permitirán ustedes que ponga sobre la mesa tres hermosas utopías (tan deseables como irrealizables, por definición), antes de plantear mi propuesta sobre la base de la más pura y dura realidad.

Primera utopía: reducir los equipos en competición. 24, se mire por donde se mire, son demasiados, tanto más cuanto que un buen puñado de ellos son los suficientemente malos (o poco buenos, sería mejor decir) como para tener reservadas a su nombre las plazas de eliminados (o sea, de no clasificados para el Top 16) desde el comienzo mismo de la Euroliga.

Y es que no falla, cada año cogemos los grupos en disputa, miramos su composición y automáticamente sentenciamos que el equipo alemán, el polaco, tal vez los franceses, acaso también algún esloveno/serbio/croata en puntual crisis, son carne de cañón. Y desgraciadamente casi siempre acertamos, casi siempre los que se quedan fuera del Top 16 son los que siempre pensamos que se quedarían fuera del Top 16. También hay excepciones, por supuesto, y nunca falta algún pequeño en su año de gracia o algún grande en su año de desgracia. Pero son las menos, el noventa por ciento de las ocasiones siempre acaba pasando lo que tenía que pasar.

La solución sería tan sencilla, tan simple como reducir el número de equipos. Una Euroliga de 16 equipos (ó de 20, a lo sumo) aumentaría sensiblemente la calidad media de los participantes, lo que elevaría en igual medida el nivel medio de la competición.

¿Sencilla, dije? Ni por asomo. Más bien imposible, tan imposible como en cualquier otra liga que conozcamos cuyas decisiones se tomen de forma colegiada o democrática. Nadie quiere autoinmolarse, nadie se reúne para decidir que el año que viene en vez de crecer vamos a menguar, nadie quiere oír hablar de menos equipos por la sencilla razón de que la resta le puede tocar a él. Añádase además que muchos reducidos serían de países muy concretos (sí, esos que dije más arriba) cuya presencia prácticamente se extinguiría de la competición, y se entenderá mejor por qué esta propuesta, en ésta como en otras ligas, no deja de ser una pura utopía. Aunque sea de sentido común.

Segunda utopía: modificar el calendario, agrupando las competiciones de tal manera que éstas no se entrecrucen. Y ésta ni siquiera es una idea mía (tampoco yo doy tanto de sí), que sé que la ACB ya la barajó hace algunos años, sospecho que para acabar topándose de bruces con la dura realidad.

Es decir: a día de hoy, las competiciones europeas y las domésticas se solapan en el calendario. La ACB comenzó a primeros de octubre y acabará más o menos a mediados de junio, la Euroliga comenzó poco después y acabará en mayo, durante seis o siete meses los equipos van de una competición a otra, de la ceca a la meca, de (pongamos) Málaga a Moscú, de Moscú a Valladolid, de Valladolid a Kaunas, de Kaunas a Las Palmas, de Las Palmas a Estambul... Y sí, me dirán que así sucede en todos y cada uno de los deportes a imagen y semejanza del sacrosanto fútbol, pero eso significa sólo que las cosas son así, no que necesariamente tengan que ser así.

Imaginemos: la ACB y demás competiciones nacionales (incluyendo Copa) de octubre a marzo, a razón de dos partidos por semana; la Euroliga y demás competiciones europeas de abril a junio, con dos citas a la semana igualmente. O bien, si se prefiere, al revés: Euroliga de octubre a diciembre, ligas nacionales de enero a junio (en ambos casos julio, agosto y septiembre quedarían para vacaciones y/o competiciones de selección). El aficionado no dispersaría tanto su atención entre ligas diferentes, el jugador ya no digamos, los medios de comunicación por fin sabrían en qué centrarse, los largos viajes de una competición ya no te pasarían factura en la otra...

Estaría bien que así sucediera, pero... no sucederá. Tal vez torres más altas hayan caído, pero no en nuestro deporte. Sería demasiado bonito como para ser verdad.

y Tercera utopía: cerrar la competición. Es decir, una liga cerrada, sin entradas ni salidas, sin ascensos ni descensos, de X equipos que se comprometieran a mantener una serie de condiciones deportivas, económicas, de infraestructuras, etc, a imagen y semejanza de la sacrosanta NBA.

Esta es quizás la utopía más utópica de las tres, la que (pese a haberse hablado sobre ella en tantas ocasiones) no verán ni nuestros hijos ni tal vez tampoco nuestros nietos... entre otras cosas porque ni yo mismo, mientras lo escribo, estoy convencido de su viabilidad. Sí, en USA esto funciona a las mil maravillas pero ya quedó dicho que su forma de entender del deporte (y la vida, tal vez) es radicalmente diferente a la nuestra (no digo que sea peor ni tampoco mejor; es simplemente distinta). Aquí en cambio el aficionado está acostumbrado a que los equipos se tengan que ganar de una forma u otra su participación en las competiciones europeas, ante lo que un cambio de escenario tan radical generaría un masivo rompimiento de esquemas.

Habría que pensárselo muy despacio, que hacer muchos números, que elaborar complejos estudios de mercado antes de atreverse a dar un paso así, que lo pusiera todo del revés, que encerrara a los más grandes equipos de Europa en una liga común desgajándoles tal vez para siempre de todas sus competiciones locales, regionales y nacionales. Sí, sería un gran paso para acercarnos a la NBA, para que ésta nos acogiera en su seno, para que estableciera sin más dilación su famosa División Europea de la que tanto se habló en su momento... Sería, es, ciencia-ficción, deporte-ficción.

Europropuesta

Así pues, atengámonos a la cruda realidad. No cambiará (a menos) lo de los 24 equipos, no se alterará la idiosincrasia de la competición, no se modificarán las reglas del juego ni se tambalearán las sacrosantas estructuras del baloncesto europeo. Vale, está bien, todo eso no podremos cambiarlo (ni ninguna otra cosa, probablemente) así que centrémonos en lo más asequible, en lo más discutible, en el mero formato de la actual competición. Sin más.

Pero antes, una última consideración (pesadito estoy): del mismo modo que los futboleros suelen decir que cada español es un seleccionador, cabría decir igualmente que cada aficionado al baloncesto es un sistema de competición. Quien más quien menos, viendo cualquier partido de cualquier torneo, ha hecho el juego mental de pensar qué pasaría si los grupos no fueran de tantos sino de cuantos, si luego en las eliminatorias no se cruzaran los unos contra los otros sino los éstos contra los aquellos... Sí, es un vicio, tan absurdo como inevitable.

Así que yo voy a dar rienda suelta al mío. Voy a contar (por fin) cuál sería mi sistema de competición ideal para la Euroliga. Que no es ni mejor ni peor que el de cualquier otro, pero sí tiene una cualidad esencial que lo distingue de todos los demás: que es el mío y, dado que suelo ser yo el juntaletras titular de este lugar, pues voy y lo suelto impunemente. Pero lejos de mí la pretensión de sentar cátedra, faltaría más, así que ahí queda para que los presuntos lectores (si los hubiere) le pongan todas las pegas, críticas, sugerencias, mejoras o propuestas alternativas que sean menester.

Al grano: tres fases (en lugar de las cuatro actuales): una primera fase de grupos, una segunda de playoffs y la fase final, la que llamaríamos F8 ó Final Eight (sí, no me he equivocado, Final Eight o Final a Ocho, como maltraducimos comúnmente por aquí): pasemos a explicar cada una de ellas (o intentémoslo, al menos):

1ª fase: cuatro grupos, de seis equipos cada uno, que jugarían todos contra todos (lógicamente) a doble vuelta, disputando un total de diez jornadas. Al término de la cual:

- El primero de cada grupo se clasificaría directamente para la F8.
- El segundo y el tercero de cada grupo se clasificarían para disputar los playoffs.
- El cuarto de cada grupo no se clasificaría para nada, pero obtendría (al igual que los anteriores) la permanencia, es decir, el derecho a volver a participar en la Euroliga al año siguiente.
- El quinto clasificado de cada grupo disputaría una eliminatoria (luego veremos contra quién), también en formato de playoff, para intentar conseguir esa misma permanencia.
- Y el sexto clasificado de cada grupo perdería la categoría, descendería, llámese como se quiera... es decir, quedaría fuera de la Euroliga para la siguiente temporada.

2ª fase: playoffs, que disputarán como ya quedó dicho los segundos y terceros clasificados de cada uno de los cuatro grupos. Cruzándose como de costumbre, es decir:

- 2º del A contra 3º del B
- 2º del B contra 3º del A
- 2º del C contra 3º del D
- 2º del D contra 3º del C

Playoffs al mejor de cinco encuentros, lógicamente con ventaja de campo para los segundos y desventaja para los terceros, que se disputarían en formato 2-2-1 durante tres semanas sucesivas:

- Primera semana (martes y jueves), partidos 1 y 2, en la cancha del segundo clasificado.
- Segunda semana (martes y jueves), partidos 3 y (en su caso) 4, en la cancha del tercer clasificado.
- Y tercera semana (el día que se quiera), partido 5 (si fuera necesario), de nuevo en cancha del segundo.

Y fase final, es decir, F8, que obviamente disputarían los cuatro equipos que fueron campeones de grupo en la primera fase (que gozarían de la condición de cabezas de serie) y los cuatro ganadores de la fase de playoffs. Evidentemente con el formato clásico: cuartos de final, semifinales y final.

A su vez, simultáneamente a la Euroliga se disputaría también la Copa ULEB, con una sustancial novedad: sus cuatro mejores equipos (semifinalistas) ascenderían a la Euroliga, es decir, obtendrían de forma automática el derecho a disputar al año siguiente dicha competición. Mientras que los cuatro siguientes (cuartofinalistas) obtendrían el derecho a disputar una eliminatoria de ascenso con aquellos que quedaron quintos en sus respectivos grupos de la Euroliga.

Dichas eliminatorias se disputarían igualmente en formato de playoffs, también a cinco partidos, con el mismo formato (y en las mismas fechas) que la segunda fase de la Euroliga, y con ventaja de campo en principio para aquellos que luchan por su supervivencia en dicha competición. Evidentemente los cuatro que resultaran ganadores jugarían la Euroliga al año siguiente, mientras que los cuatro perdedores quedarían fuera.

Hasta aquí la explicación, que tal vez me habrá quedado un tanto farragosa (lo siento, no sé hacerlo de otra manera). Ahora entraríamos en la justificación, es decir, por qué este sistema y no otro, qué ventajas le veo...

- La principal: en la primera fase todo sirve, cada partido es decisivo porque cada puesto es importante, se acabó aquello de que dé igual quedar segundo que tercero, tercero que cuarto; aquí no: aquí ser primero es claramente mejor que ser segundo (acceso directo a la F8), ser segundo es mejor que ser tercero (ventaja de campo en los playoffs), ser tercero es mejor que ser cuarto (playoffs), ser cuarto es mejor que ser quinto (permanencia garantizada), ser quinto es mejor que ser sexto (playoffs de permanencia). Cada puesto es sensiblemente mejor que el que está por debajo y sensiblemente peor que el que queda por encima. Nada sobra, todo importa.

- La competición se concentra: a día de hoy son necesarias 22 semanas para llegar a la F4, mientras que con este otro sistema bastarían 13 semanas para llegar a la F8. Alguien dirá que a menos partidos menos ingresos, a lo que yo respondería que tal vez, pero no necesariamente: en la primera fase de la actual Euroliga apenas había intensidad, salvo en momentos muy puntuales o en episodios muy concretos; de hecho la verdadera intensidad empieza ahora, con el Top 16. En cambio mi propuesta implicaría intensidad desde el primer día; y hasta el último, sin equipos que se abandonen por estar ya clasificados o eliminados. Así pues menos partidos, pero no necesariamente menos ingresos ya que su interés sería mayor.

- No se cerraría la competición, pero sí se le dotaría de una cierta estabilidad, dado que un mínimo de 16 equipos (y un máximo de 20) repetirían de un año para otro. Al mismo tiempo también se garantizaría una cierta movilidad (por contradictorio que pueda parecer) dado que un mínimo de 4 equipos (y un máximo de 8) siempre cambiarían de una a otra temporada.

- La Copa ULEB saldría tremendamente reforzada, ya que se convertiría en el único medio posible para acceder a la Euroliga, otorgando de 4 a 8 plazas por temporada para dicha competición. De esta manera las competiciones nacionales ya no otorgarían plazas para la Euroliga, sino exclusivamente para la ULEB. Claro, habrá quien piense que esto es injusto, que cómo es posible que el eventual campeón de liga de un determinado país no tenga acceso directo para... Pues tal vez, pero no más injusto que el sistema de plazas reservadas ya para varios años tan habitual en estos últimos tiempos.

- ¿Por qué F8 en lugar de F4? Empecemos por hacer historia, yéndonos a la primera Euroliga privada (ajena a la FIBA), cuya final se disputó por el sistema de playoff. Aquella final, Virtus-Baskonia, alcanzó los cinco partidos y fue brillantísima, pese a lo cual los rectores de la Euroliga se apresuraron a revisar el modelo. ¿Por qué? Porque una final europea en playoff queda muy bonita y está muy bien, pero sólo despierta expectación en un par de países (los de los equipos participantes, obviamente) mientras que los medios de comunicación del resto del Continente pasan ampliamente de ella. Así que la solución estaba clara, recuperar la Final Four, que implica a muchos más países, concretamente a la friolera de... cuatro, y eso en el mejor de los casos, que muy a menudo sólo son tres: un equipo griego, otro ruso y dos españoles; un equipo ruso, otro israelí y dos italianos... Así que estamos en las mismas: el resto de Europa, la que no tiene equipos en disputa, pasa olímpicamente. ¿Cómo paliar eso? Evidentemente soluciones mágicas no hay, pero cambiar la F4 por la F8 ayudaría, sin duda: imaginemos por ejemplo, dos equipos griegos, dos españoles, un ruso, un israelí, un italiano, un lituano tal vez... Con esta composición, nada improbable por otra parte, ya tendríamos seis países implicados, ya tendríamos una repercusión mediática muy superior.

Acabemos: evidentemente este modelo dista mucho de ser perfecto (ni pretende serlo), por la sencilla razón de que ninguno lo es. Todo sistema de competición es justo y a la vez injusto, gusta a los unos en la misma medida en que disgusta a los otros. Es sólo una idea, una más, una de las muchas que andarán rondando por las cabezas de tantos aficionados igualmente disgustados con el sistema actual. Y aquí la dejo, por si a alguien le apeteciera retomarla, por si a alguien le pudiera interesar. Queda a su entera disposición.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades está muy currado y estoy de acuerdo prácticamente en todo. ¿Tu crees realmente que a alguien de la Euroliga se le ha ocurrido pensar en algo semejante?
Porque mira que es sosa y aburrida la 1ª fase y ahí siguen sin cambiar nada.

Anónimo dijo...

Bueno, hace poco leí que la Euroliga está estudiando cambiar el sistema,por fin, yo pensaba que el artículo venía provocado por eso...