viernes, 15 de febrero de 2008

la vida es sueño

Aún hoy, tanto tiempo después, tantos éxitos a sus espaldas, encontramos gente incapaz de llamarle por su nombre. Aún hoy encontramos noticias (y no una ni dos ni tres) que se refieren a él como Juan Carlos Calderón, cual si del autor del Eres Tú se tratara; o que le llaman Pedro Calderón, cual si del De La Barca se tratara; y no descarten que cualquier día me le nombren Gabriel Humberto (nada menos) cual si de un ex futbolista se tratara, o incluso Ramón como si fuera un presidente blanco cualquiera...

Me le pueden llamar como quieran pero él es José Manuel Calderón. A día de hoy el quinto jugador de la NBA en la clasificación de asistencias (y aún más arriba estaría de haber sido titular desde el principio), sólo por detrás de cuatro fenómenos de la naturaleza como Steve Nash, Chris Paul, Jason Kidd y Deron Williams, nada menos; y a día de hoy el líder indiscutible de una clasificación que a algunos les produce mucha risa (luego veremos a quién), mientras otros la consideran el principal baremo para evaluar el puesto de base: el ratio asistencias/pérdidas.

Y esto es así desde que se lesionó T.J. Ford, e incluso ya era así desde antes: lógicamente sus asistencias no eran tantas, más que nada porque sus minutos eran veinte y no cuarenta, pero su número de pases de canasta por cada pérdida ya estaba disparado, ya por aquel entonces era el más alto de la Liga. Y aquí nos congratulábamos por ello, y bien orgullosos que nos sentíamos de sus éxitos y sus triunfos, y echábamos de menos que tuviera más minutos pero al mismo tiempo lo entendíamos (casi todos, pese al furibundo chauvinismo de algún medio) dado el alto nivel de su compañero, y cuando éste se lesionó lo sentimos pero al mismo tiempo gozamos con el increíble ascenso de nuestro Calde a la superélite de los bases de la Liga...

Pero lo que nunca se nos ocurrió, ni en el mejor de nuestros sueños, fue que pudiese ser all star. Nunca, hasta que a un prestigiosísimo columnista de la ESPN le dio por proponerlo como tercer base de la Conferencia Este (tras Kidd y Billups), en atención a su sobresaliente rendimiento... Claro está, aquí, de la mano de nuestros entusiastas medios de comunicación, rápidamente nos apresuramos a comprar la idea. Pasamos de ni imaginar siquiera que pudiese estar en Nueva Orleáns, a afirmar categóricamente que tenía que estar en Nueva Orleáns, sí o sí, acaso cabía otra posibilidad...

Y con tal idea me le calentaron la cabeza, y empezaron a preguntarle, y él, pues a ver qué va a contestar, pues que ir al all star sería un sueño... Pero ya nos lo dijo hace varios siglos (y en otro contexto) uno de sus homónimos, uno de aquellos con cuyo nombre le confunden, nada menos que Don Pedro, el De La Barca, cuando afirmó categóricamente que toda la vida es sueño... y los sueños, sueños son.

Sabido es que José Manuel Calderón no será all star. Aquella propuesta del avezado periodista de ESPN, a la que gustosamente se sumó un buen puñado de especialistas de por allí (y todos y cada uno de los de aquí), no prosperó, tal vez nunca existió la más mínima posibilidad de que prosperara, tal vez Doc Rivers y sus colegas jamás manejaron su nombre al elaborar su lista de suplentes. O quizá sí, no lo sabemos pero en cualquier caso tengámoslo claro, una vez más: los sueños, sueños son.

¿Y por qué? Pues porque la competencia es altísima, porque el nivel de Calde es extraordinario pero aún siéndolo no lo es más que el de otros, de los que fueron elegidos e incluso de alguno que quedó fuera... Y porque tal vez ésta no es su guerra, acaso ésta no sea su fiesta.

Me explico... O aún mejor, en vez de explicarlo yo dejaré que lo haga un apreciado y afamado colega. Colega de Calderón en lo profesional, colega mío en este arduo vicio de juntar letras en un blog (si bien sospecho que en su caso no lo hará por mero amor al arte). Un tipo que quizá les resultará familiar, llamado Gilbert Arenas y apodado Agente Zero, que hace unos días vino a decir textualmente esto que sigue:


On the East side, I don’t know if there were any big snubs. I mean, some people wanted Jose Calderon. Jose Calderon? Who? Come on man, this is All-Star, people. When I’ve seen some of the names that are being thrown around on the ticker as snubs, it’s killing me. I understand Calderon has the best assist-turnover ratio in the league, but you know what’s funny? All back-up point guards have the best assist-turnover ratios. Screw it, Kevin Ollie should be an All-Star then! For like five or six years, Ollie was No. 1 in assist-turnover ratio!

An All-Star is an All-Star! He’s playing at a high level. That means, if you take him off the team, that team should fall down if he’s that one guy. An All-Star means that he is dominating the game of basketball. It’s not even about numbers necessarily, it’s about dominating.

I could probably say that Richard Jefferson got snubbed maybe Josh Smith too. His 18 points, 10 rebounds and three blocks puts him at No. 14. Richard Jefferson is No. 13. Turkoglu is No. 15. But, El Calderon? Come on.

I’ve been loving the way he’s been playing for the last two years. When he first came into the league he was a little timid and scared to shoot the ball, but he’s taking over that team. But All-Star? He’s about 20 years away from being an All-Star.

This is the difference between Antawn and Caron stepping up with me out and Calderon stepping up with T.J. Ford out: Antawn is second in the league in double-doubles and there’s only five players in the league averaging 20 and 10 – he’s one of them. There’s Dwight Howard, Al Jefferson, Carlos Boozer, Chris Bosh and Antawn. Four of those five are All-Stars and their teams are winning. Caron is playing at a high level. He’s taking over the game when he’s been playing – All-Star. Calderon is managing a team. If he was up for Rookie All-Star, Sophomore All-Star … BOOM … he’d get in. He might even be MVP! But for the big show? The big game? No.


Fin de la cita. Y ahora procedamos a la traducción, de manera muy, muy libre: un all star es para gente como yo, tipos que se tiran cuarenta tiros por partido así metan treinta o diez, tipos que dominan el juego por sí mismos sin incurrir en la vulgaridad de preocuparse por su equipo, que al fin y al cabo aquí somos cinco así que yo voy a lo mío que para eso soy la estrella, del trabajo sucio que se ocupen los demás; un all star es eso, para tipos mediáticos que pegan brincos y hacen mates y no se la pasan al compañero ni por equivocación, qué clase de vulgaridad es esa de dársela a otro si te la puedes tirar tú, hace falta ser simple para hacer algo así; un all star es para tipos de mi estilo, tíos que hacemos ruido, que proporcionamos titulares, que no nos callamos ni debajo del agua, no para un base que encima es un soso, que nunca se queja ni habla mal de nadie y cuyo único mérito es no perder balones, ya ves tú, como si eso le preocupara a alguien, como si las pérdidas de balón tuviesen la menor importancia en esta Liga...

Vale. Sus razones tendrá (en su original, por supuesto, no en mi traducción), yo no se las discuto. Pero hace trampas. Le quedan bien, todo muy simpático, la gente le ríe las gracias pero sin darse cuenta de que alguna de dichas gracias no se ajusta a la realidad. O se ajusta sólo a medias, lo que (como suele decirse de las verdades a medias) es aún peor que si no se ajustara en absoluto.

Lo de Kevin Ollie, por ejemplo: vale, puede ser que Ollie haya sido cinco o seis años líder del ratio asistencias/pérdidas, será así, yo no se lo discuto, no tengo el dato ni tiempo ni paciencia para buscarlo. Pero, más allá de los datos, la mera comparación Ollie/Calderón resulta ofensiva para el sentido común. Kevin Ollie, hasta donde yo alcanzo a recordar, fue un temporero que jugó (y a veces aún juega) en como una docena de equipos a lo largo de su carrera desempeñando siempre papeles meramente secundarios, de pura intendencia. Tal vez fuera muchas veces líder de esta clasificación, insisto que no seré yo quien lo discuta, no pretenderé saber yo de NBA más que mi admirado colega, faltaría más. Pero aunque así fuera: ¿es lo mismo ser líder del ratio asistencias/pérdidas jugando 15 minutos por partido que 35? ¿es lo mismo promediar (pongamos) 3 asistencias y 0,5 pérdidas que promediar 9 asistencias y 1,5 pérdidas?

Puestos a hacer odiosas comparaciones, hagámoslas con otro base que tampoco es que se pareciera a Calderón (excepto, si acaso, en la infravaloración que padeció durante buena parte de su carrera): Tyrone Bogues, aquel a quien apodaron Muggsy Bogues, el jugador adulto más bajito que jamás hayamos conocido y (probablemente) jamás conoceremos, aquel que invadió el espacio vital de Drazen Petrovic durante nuestro Mundobasket 86, aquel que luego pasó a formar pareja exótica con Manute Bol en Washington (más de 70 centímetros les separaban), aquel que luego estuvo años y años dirigiendo a los (entonces) Charlotte Hornets. Bogues fue casi siempre titular (y cuando no lo fue, siempre acabó jugando más minutos que el que lo era), jugó más de treinta minutos y dio casi diez asistencias por noche, lideró durante varios años este dichoso ratio que tanto nos ocupa... y no, no fue all star (al menos hasta donde yo alcanzo a recordar) pero no porque no lo mereciera; quizás porque alguien decidió que su anotación no era la suficiente, quizás porque su estatura provocó que nunca le tomaran demasiado en serio, quizás porque siempre le tomaron más como la mascota de la Liga que como el pedazo de jugador hecho y derecho que en realidad fue.

Caso, éste sí, parecido al de Calde... pero con un matiz aún más favorable al de Villanueva de la Serena: éste, el nuestro, sí anota consistentemente, sí supera cada noche los diez puntos, a menudo los veinte pero no de cualquier manera, no tirándose los cordones de las zapatillas al estilo de nuestro apreciado y distinguido colega, no: más bien exactamente al contrario.

Hace unos años que escuché por primera vez hablar del club 170, una especie de baremo que algún columnista se inventó para medir la excelencia de los tiradores. Pertenecerían a tan selecto club aquellos jugadores capaces de promediar un porcentaje superior al 50 por ciento en tiros de campo, al 40 por ciento en triples y al 80 por ciento en tiros libres (y 50+40+80=170, de ahí su nombre). A menudo los miembros de dicho club se pueden contar con los dedos de una sola mano, de hecho recuerdo que la primera vez que lo escuché su único miembro era Jeff Hornacek, asesino silencioso por aquel entonces en las filas de los Jazz.

No sé cuántos jugadores integran esta temporada dicho club (ustedes me perdonarán, no tengo ni tiempo ni paciencia para buscarlo, invito desde aquí a algún sufrido lector a que lo haga)... pero sí que conozco a uno de ellos: pero no de forma ajustada, no por los pelos, no; sobradamente. De hecho hasta podríamos cambiar de nombre al club, subir el nivel, convertirlo en el club 180 (50+40+90) o incluso 185 (50+45+90): Calderón, a día de hoy, está por encima del 54 por ciento en tiros de campo, por encima del 47 por ciento en triples, por encima del 92 por ciento en tiros libres. Me encantaría saber cuántos jugadores de aquella Liga pueden comparársele siquiera.

Pero como decía nuestro distinguido y apreciado colega, esto del all star ni siquiera tiene que ver con los números sino con otros muchos factores. Él habla de dominio, de dominación, tradúzcase como se quiera. Para ser all star habría que dominar el juego de tal manera que, si a ese dominador le sacas de su equipo, éste cayera en picado sin su presencia. Eso sí sería dominación, por lo visto.

Hombre, señor Arenas, digo yo que está feo que usted, precisamente usted, establezca este criterio, porque no sé si se ha dado cuenta de que sus Washington Wizards son mejores sin usted de lo que lo eran con usted. Sí, ya lo sé, usted metía cuarenta puntos, hacía jugosas declaraciones al acabar y aún sacaba tiempo para jugar póker on-line en el recreo, me consta, usted es un crack, de eso no me cabe la menor duda. Pero sin usted sus compañeros ganan más partidos que antes, como si les hubiera venido dios a ver, como si esos Butler o Jamison a quienes usted acertadamente menciona se hubieran liberado al recuperar de nuevo el placer de jugar, al sentir de nuevo el tacto del balón en sus manos. ¿Cómo dice? ¿Que lo que importa no es que el equipo gane partidos sino que la estrella meta puntos? Ay, perdone, se me había olvidado...

Pero otra vez hace usted trampas, admirado amigo Arenas. Vamos a ver, ¿está usted queriendo decir que si sacáramos a Calderón de los Raptors éstos no se resentirían, que seguirían su buena marcha como si tal cosa? Desengáñese. Si sacáramos a Calde estando Ford al cien por cien, su equipo lo acusaría pero tal vez saldría adelante. Pero si nos lleváramos a Calde de Toronto con Ford en su renqueante estado actual, su equipo tendría muy serias dificultades para sobrevivir. Y no digamos ya si Calde hubiera desaparecido de Toronto durante el tiempo que Ford estuvo lesionado, aquellos meses en que Mitchell no le podía dejar ni tres minutos en el banquillo sin que todo se colapsara al ¿mando? de un escolta chupón como Dixon o de un prejubilado como Darrick Martín. Amigo Arenas, esto, y no otras cosas, sí que es dominación.

O si lo prefiere, llamémoslo de otra manera: liderazgo, por ejemplo. Tal vez al mercado le interese creer que el líder de estos Raptors es Bosh por la sencilla razón de que es la estrella y el que mejores números hace y el que más cobra y demás zarandajas... Y sin embargo, nos basta una mera observación de este equipo para darnos cuenta de la verdadera realidad: Calderón, el chico sencillo, el que jamás pega una voz ni dice una palabra más alta que otra, es que les reúne, el que forma el corrillo para levantarles el ánimo o corregir cualquier cosa, el que habla con unos y con otros juntos o por separado (y llama la atención ver con qué atención le escuchan). Es, como buen base, la prolongación del entrenador en la cancha pero es también mucho más que eso: un líder natural, de esos que no necesitan imponerse, de esos cuyo ascendiente sale solo, cae por su propio peso.

En cualquier caso, no me vayan a pensar que la estimable opinión de nuestro distinguido colega es mayoritaria en aquellos pagos. Ya dijimos al principio que unos cuantos se apuntaron al carro del Calderón all star a partir de aquel primer columnista de ESPN, y de la misma manera son unos cuantos también los que ahora han discrepado de Arenas; no traeré aquí sus textos para no alargar (aún más) este artículo y para no someterles de nuevo a la lectura de otro tocho en inglés, que con una dosis ya han tenido bastante por esta vez.

Pero sí comentaré algo a lo que ya se refirió Antonio Rodríguez uno de estos pasados jueves, y que tiene su origen en un tipo llamado Carlos Morales: puertorriqueño, ex entrenador y a día de hoy prestigiosísimo comentarista de NBA en castellano. El susodicho Morales estableció el que para él sería el quinteto de jugadores más infravalorados de la Liga… y sí, efectivamente, en el número 1, en el puesto de base de dicho quinteto, figura por méritos propios nuestro Jose Calderón. Pero para entender mejor de qué estamos hablando mencionaré también a los otros cuatro integrantes de dicho quinteto, a saber: Manu Ginóbili, Stephen Jackson, Shawn Marion y Marcus Camby. Es decir, no nos habla de jugadores semianónimos que deberían tener más reconocimiento sino de otra clase de infravaloración, completamente diferente: jugadores que ya tienen ese reconocimiento, que ya llevan el cartel de estrellas pero cuya consideración, en su opinión, debería ser aún más alta, hasta el nivel de megaestrellas incluso. Ése sería el status de Calderón a día de hoy.

Y después de todo este rollo, retomemos el hilo del principio: ¿merecía Calderón ser all star? No seré yo quien diga tal cosa… ni tampoco la contraria. Con toda esta parrafada no he pretendido promover su participación en dicho evento (además, quién soy yo para promover nada), sino únicamente rebatir (o intentarlo, al menos) los argumentos de aquellos colegas (suyos y/o míos) que le niegan el pan y la sal.

Es decir: Calde es mi debilidad, y no es de ahora, no lo es desde que está en la NBA ni desde que gana medallas con la selección ni desde que estuvo en el Tau, lo era ya en sus etapas alicantina y fuenlabreña, cuando aún era suplente pero ya nos contaban que había ojeadores americanos pendientes de sus huesitos y nosotros no nos lo acabábamos de creer. Y, como debilidad mía que es, sería all star siempre, de por vida, en todos y cada uno de los certámenes que tuvieran lugar por los siglos de los siglos (amén).

Pero insisto: tal vez ésta no sea su fiesta. Ésta, como acertadamente la definió una vez Andrés Montes, es la feria de las vanidades; un certamen para que aquellos tipos con egos desmedidos puedan por una vez al año desplegar su inmenso egocentrismo sin que nadie ose criticarles por ello; un evento para tipos como Arenas (si estuviera sano, o si quisiese estarlo), como tantos otros; no para aquellos que simplemente intentan (y a menudo consiguen) jugar al baloncesto poniendo siempre el bien de su equipo por encima del suyo propio, valorando más sus victorias que sus números, priorizando sus títulos por encima de sus estadísticas. Y todo ello sin ruido (pero con muchas nueces), sin que apenas se note, con tal sencillez y humildad como para que aún hoy queden algunos incapaces de aprenderse su nombre de pila.

O dicho de otra manera, quizás con menos coherencia, quizás con más chulería: Calderón no es all star. Ni lo es ni tal vez lo será nunca, así que pasen veinte años como dice Arenas. Ni lo es ni puñetera falta que le hace serlo. Él es demasiado bueno como para eso.

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