miércoles, 4 de junio de 2008

aproximación quinielística a la Final NBA

Faltan apenas unas horas para que empiece el chou, para que nuestras mentes vuelen inexorablemente hacia aquellos felices ochenta para luego volver de nuevo a la realidad, para descubrir que Dennis Johnson (DEP), Ainge, Bird, McHale o Parish ahora se llaman Rondo, Allen, Pierce, Garnett o Perkins, para que donde un día pusimos Magic, Scott, Worthy, Green (o Rambis) y Jabbar ahora pongamos Fisher, Bryant, Radmanovic, Odom, Gasol, sí, Gasol. Faltan apenas unas horas para que nos preguntemos si cualquier tiempo pasado fue mejor, para que confirmemos que cualquier tiempo pasado sólo fue anterior.

Probablemente hay muchas maneras de aproximarse a una final así, pero permítanme que yo intente una no demasiado original, a imagen y semejanza (o sea, a vulgar imitación) de aquella que puso de moda algún periódico deportivo, consistente en comparar jugador por jugador, posición por posición, haciendo una a modo de quiniela para así ver cuántos puestos o aspectos son más favorables al uno o al otro... Es decir, algo que no sirve absolutamente para nada, que no tiene ningún valor de predicción ni podría tenerlo pero que al menos nos permitirá pasar el rato (o intentarlo).

Vamos allá, pues: comparemos jugadores, comparemos otros factores internos y externos, asignemos el 1 a Boston (por aquello de la ventaja de campo), la X al empate (lógicamente) y el 2 a Los Ángeles, y veamos qué sale:

Rondo – Fisher = 2. Sí, Rondo tiene sus cualidades, qué duda cabe: buena defensa, agresividad, intensidad, velocidad... pero también tiene sus defectos, el peor una inmadurez (que se le curará con el tiempo) que a menudo le fuerza a tomar decisiones erróneas, pasar cuando hay que cortar, tirar cuando hay que pasar y demás. Todo lo contrario al Reflexivo Fisher, todo experiencia (en ganar anillos, incluso) y todo sensatez dentro y hasta fuera de la pista. Nunca dará el pase definitivo pero siempre proporcionará un incomparable equilibrio al juego de su equipo, y cuando hagan falta triples allí estará él con su muñeca preparada. Se me dirá que ha bajado, que ya no está como al comienzo de los playoffs pero dará igual porque a la larga su poso en cancha desbordará al inexperto Rondo. Tal vez en sentido estricto sería un X-2, pero como no jugamos dobles, pues lo dejaremos en dos fijo.

Allen – Bryant = 2. Posiblemente el signo más fácil de toda la quiniela. El bueno de Ray anda intentando salir de la crisis, hacer que parezca cierto lo que tantas veces ha repetido, que sus dramáticos problemas familiares no se reflejan ni tienen por qué reflejarse en cancha, que lo uno no tiene nada que ver con lo otro. Anda intentándolo y parece que lo va consiguiendo, que hasta parece que vuelven a entrarle los tiros que siempre le entraron. Pero aún en su mejor versión Ray no es Kobe. Allen puede ser muy bueno, Bryant es sin ningún género de dudas el mejor. Y ante eso no hay discusión posible.

Pierce – Radmanovic = 1. Phil Jackson tiene una de esas cualidades que definen no a los buenos entrenadores sino a aquellos que son absolutamente grandes: es capaz de sacar petróleo de las piedras, es capaz de sacar rendimiento de jugadores que jamás rindieron antes de llegar a él y que probablemente jamás rendirán sin él (y sí, estoy pensando también en Aíto al escribir esto). Y el ejemplo perfecto podría ser ése a quien el propio Jackson llama Mi Marciano Favorito, Vlade Radmanovic: ya nada parece quedar de aquel ser abúlico, así en su club como en su selección, que deambulaba con cara de sueño sobre la pista y cuyo único objetivo en la vida parecía ser tirarse triples a cual peor, a cual más absurdo. Estos días Radmanovic es otro jugador, está rindiendo a las mil maravillas con Jackson... pero eso no le pone, ni de lejos, al nivel de un inmenso Paul Pierce sin cuyo concurso (sin su ataque, sin su inmensa defensa sobre LeBron en aquella semifinal) los Celtics no habrían llegado jamás hasta aquí.

Garnett – Odom = 1. Y mira que el bueno de Lamar está que se sale, que su talento innato sumado a su energía contagiosa le convierten en un jugador absolutamente imprescindible en estos Lakers. Ahora bien, Garnett es mucho Garnett. Garnett ha estado media vida llevándose una pasta gansa de los Wolves a cambio de nada, es decir, a cambio de jugar muy bien al baloncesto pero sin oler ni de lejos la final, no digamos ya el anillo. Él llegó a Boston para cambiar la historia (la suya, y la historia reciente de su franquicia) y es consciente de que está ante su gran oportunidad, de que dada su edad ya no habrá muchas más. Así que jugará cada segundo de cada minuto de cada partido como si fuera el último, con el anillo entre ceja y ceja y con la obsesión de dar con él en las narices a todos aquellos que tantas veces le acusaron de arrugarse precisamente en estas situaciones...

Perkins – Gasol = 2. Y evidentemente no se trata de chauvinismo sino de pura realidad, y no sólo por Pau, aún más por Perkins. Kendrick pierde ante el de Sant Boi pero igual perdería ante casi cualquier pívot de la Liga, porque aún sigue siendo, con diferencia, la pieza más débil de todo el engranaje céltico. Y va mejorando, eso no lo niega nadie, va haciendo más y mejores cosas y algún día será un cénter si no bueno sí al menos decente en aquella Liga. Pero aún tiene demasiadas lagunas a día de hoy, aún su aptitud y su actitud se sitúan a años luz de todas las cualidades que Gasol atesora.

Banquillos = X. No me parece que ninguno de los dos equipos esté para tirar cohetes en este aspecto (aunque tampoco estarán tan mal, si con ellos han podido llegar hasta aquí). A mí particularmente me gusta más el de Lakers, basado en Vujacic (que oficia casi de sexto hombre), Farmar (base errático casi siempre, pero que ha subido claramente sus prestaciones contra los Spurs), Walton (irregular, pero a muy buen nivel) y Turiaf (tan propenso a los arrebatos como a las cagadas, tan capaz de lo mejor como de lo peor, de ponerte el tapón del siglo y luego estropearlo con algún tiro exterior fuera de tiempo y de lugar). Lo dicho, me gusta más que el de los Celtics pero éste tiene algo de lo que los angelinos carecen: experiencia. Por arrobas. La que les da el trío Cassell-Posey-Brown (House, Powe y el Big Baby Davis ya estarían en un tercer plano, con presencia infinitamente menor); Cassell ya está para sopitas y buen vino (que diría mi madre) pero aún conserva la muñeca, aún te la puede liar en un momento de desesperación. P.J. Brown tres cuartos de lo mismo, a la vejez viruelas, aún se pega con cualquiera y aún tiene muy buena mano a cuatro metros del aro. Y cómo no, el poseído Posey, sexto hombre que a veces, en los momentos decisivos, llega a ser quinto y hasta cuarto, especialista defensivo pero con un tiro exterior que acaba haciéndole imprescindible también en ataque.

Entrenadores = 2. Me cae bien Doc Rivers. Me cae bien desde sus años de base bueno e intenso en Atlanta, desde aquel partido ya en los Knicks, ya en sus últimos años de carrera, en el que le vi dejarse los dientes (literalmente) sobre el parquet. Y me gusta como entrenador, me gustó ya en Orlando y me ha seguido gustando en Boston, cuando no tenía equipo y ahora que ya sí lo tiene. Es un gran técnico y va a ser aún mejor... pero no es Phil Jackson. Yo me pongo de pie (en sentido figurado, que no me sería fácil teclear en posición erecta) al escribir sobre Jackson, sobre sus nueve anillos, sus diez finales, su maestría psicológica, su habilidad para manejar personalidades de toda clase y condición así se trate de egos desmesurados, macarras indomables, apocados innatos o chulos de barrio, sobre su forma de dirigir un grupo humano, su actitud ante cualquier problema, incluso su manera de entender la vida. Sí, Doc Rivers es un buen entrenador, pero Phil Jackson... Phil Jackson son palabras mayores.

Defensa = 1. Lo mejor que se puede decir de la defensa de los Lakers es que ésta ha ido mejorando según avanzaban los playoffs (a la fuerza ahorcan): contra Denver fue muy floja, pero como la de los Nuggets era infame ni siquiera se notó; contra Utah empezó floja pero poco a poco se fueron poniendo las pilas según fueron notando que contra éstos ya no les servía; y ante los Spurs han acabado defendiendo realmente bien, baste decir que hasta Gasol en el quinto partido acabó apretando a un Duncan que hasta pocos minutos antes se las había hecho pasar canutas (y demás palabras acabadas en utas). Han ido de menos a más y ahora hasta podría decirse que defienden casi bien, pero no es algo que esté en su naturaleza. En la de los Celtics sí. Los Celtics son defensores de suyo, de natural, la defensa es el elemento esencial de su juego y así lo han demostrado durante los playoffs, a lo largo de los cuales han interpretado unas cuantas sinfonías defensivas... en casa. Porque (y debería serles motivo de preocupación) no tiene nada que ver cómo aprietan en el Comosellame Garden a cómo flojean cuando el parquet les resulta mucho menos familiar.

Ataque = 2. Llámese triángulo ofensivo, llámese Kobesistema, llámese como se llame los Lakers atacan que da gloria verlos, con un baloncesto alegre, festivo, dinámico, de energía superlativa, de intensa fluidez y perfecta distribución, de buenos pasadores (casi todos) y aún mejores anotadores. Y con una cualidad añadida, que es que siempre parecen tener una marcha más que los demás: van en tercera, cuarta o quinta y más o menos les vale, pero si un día el rival les saca veinte puntos de repente meten la sexta y entonces son un vendaval. No, no es el showtime (manido concepto) pero es quizá lo más parecido que en Los Ángeles han visto al showtime desde que murió el showtime. Y se me dirá que los Lakers de Shaq eran mejores y probablemente sea cierto, pero éstos son más gráciles. Los Lakers del 2000 tal vez jugaban mejor pero éstos juegan más bonito, más plástico (y no necesariamente peor). Todo lo contrario a unos Celtics en los que casi nada parece fluido sino espeso, artificioso, ortopédico, y que bien pueden decir que hasta ahora han vivido casi al cien por cien de sus portentosas individualidades mucho más que del juego colectivo.

Presión ambiental = 1. El hecho de que los Celtics tendrán cuatro posibles partidos en casa mientras que los Lakers tendrán tres sería ya razón más que suficiente para ponerles el uno en la quiniela. Pero es que además no hay comparación posible entre esos presuntos espectadores del Staples (que, en lo que a las primeras filas respecta, no parecen ir a ver sino a ser vistos) y el público sediento de sangre (permítaseme la metáfora) del Loquesea Garden, en la más rancia tradición del Boston Garden de toda la vida de dios. Evidentemente el Staples también apretará, y mucho, y meterá presión y todo lo que se quiera, pero cualquier parecido con lo que se vivirá en el Garden será pura coincidencia.

Experiencia = 2. Sí, los Lakers, aunque parezca mentira, tienen más experiencia. Parece mentira porque el Big Three de Boston suma más años de vida y más presencias en playoffs que el de Los Ángeles, ahora bien ¿cuántas finales han jugado, no digo ya ganado sino simplemente jugado, Garnett, Allen o Pierce? Cero patatero y pelotero. De hecho sus únicas experiencias al más alto nivel les llegan desde el banquillo, sobre todo de aquel Cassellito allá por sus años mozos en Houston. Enfrente sólo Kobe ya suma tres anillos y cuatro finales, y Derek Fisher no debe andarle muy a la zaga. Y es que por mucha vida que lleves jugando playoffs esto ya es otra cosa, esto es una final, con unos niveles de exigencia que nada tienen que ver con todo lo demás: por muy veteranos que sean, Kevin, Paul o Ray corren cierto riesgo de pagar la novatada.

Frescura física = 2. Matemática pura: los Lakers llegan a la final habiendo jugado quince partidos (de playoffs, me refiero), con un balance de doce victorias y tres derrotas. Los Celtics en cambio llevan en sus piernas nada menos que veinte, es decir cinco más, concretamente cinco derrotas más ya que su número de victorias (lógicamente) es el mismo, doce. Y hablo de número de partidos, no me meteré en cuántos finales apretados ni en cuánto desgaste psicológico habrán tenido que padecer unos y otros, porque eso no haría más que agrandar las diferencias. Llevan los Celtics mes y medio jugando un partido cada dos días, y cuando digo partido digo partido, no me refiero a esos apacibles bolos a los que tan acostumbrados estamos en temporada regular sino a partidos de playoffs con todas las de la ley. Y se me dirá que ahora no, que al menos acabaron con Detroit en seis y no en siete, que al menos de una final a otra habrán tenido seis días de descanso (uno menos que Lakers, en cualquier caso), que eso iguala las cosas... Las iguala algo, sí: puede que durante el primer partido las fuerzas estén más o menos parejas, pero según vaya avanzando la serie las piernas verdes acabarán pesando mucho más que las piernas amarillas. Al tiempo.

Necesidades históricas = 1. Si no me fallan las cuentas los Celtics llevan veintidós años sin ganar el anillo, y hasta llevaban veintiuno sin disputar una sola final. Durante ese periodo, durante esas interminables veintidós primaveras verdes los Lakers, salvo error u omisión, habrán disputado algo así como ocho finales, habiendo ganado cinco de ellas. Es decir que la urgencia histórica está claro de qué lado está, que los Celtics casi vendrían a ser (salvando las distancias) como aquel Madrid futbolero de las seis Copas de Europa que sólo necesitó 32 años para ganar la séptima. Y habrá quien piense que tanta urgencia puede resultar incluso contraproducente, pero yo no lo veo así: llegados a este punto la presión es igual para todos, la urgencia sólo te aporta un pequeño plus de motivación. Motivación colectiva y hasta motivaciones individuales: Kobe tiene cuatro anillos, Gasol y Odom saben que ésta no será su última oportunidad (sobre todo en el caso de Pau); sin embargo a Garnett, Pierce y Allen se les está acabando el tiempo.

Estrellas = 2. A ver cómo lo explico: estrellas evidentemente tienen ambos y, puestos a comparar, las de los Celtics parecen tener más galones que las de los Lakers. Tomados en conjunto, el trío Garnett-Allen-Pierce parece pesar más que el trío Bryant-Odom-Gasol, ya que el primero sería un Big Three y el segundo más bien un Big One, con un megacrack como Kobe escoltado por dos buenísimos jugadores (pero cuyo cartel de estrellas, con o sin mega, ya sería más discutible) como Lamar y Pau. Hasta aquí la teoría, porque en la práctica las cosas no son así: el trío de los Lakers podrá pesar menos que el trío céltico, pero la individualidad Kobe pesa infinitamente más (en términos baloncestísticos) que cualquier individualidad céltica. Su omnipresencia en el juego, sus canastas imposibles para cualquier mortal, su jordanesca capacidad de decidir cuando nadie más decide, de manejar los partidos a su antojo... Garnett, Pierce, tantos otros, son extraordinarios jugadores terrenales, nada más y nada menos que eso. Kobe no; Kobe es de otra galaxia.

Y hasta aquí la tontería. Ahora, llegados a este punto, hagamos recuento: tenemos un total de catorce (como no podía ser de otra manera, tratándose de una presunta quiniela) signos definitivos, con cinco unos, una equis y ocho doses. ¿Conclusión? Pues ninguna, por definición (porque no puede extraerse conclusión alguna de semejante método), y porque nada de lo expuesto está basado en datos objetivos sino más bien en apreciaciones personales mías. Apreciaciones personales que, por cierto, parecen decantarse por los Lakers...

Lo que no difiere mucho, más bien nada, de lo que pienso en realidad. Porque si me dejo de zarandajas quinielísticas y simplemente me paro a pensarlo, la verdad es que me cuesta imaginarme otra cosa que no sea ver a los Lakers levantando el trofeo y poniéndose sus anillitos de campeón. Quizá sea por todo lo escrito antes, o quizá sea sencillamente porque me cuesta mucho imaginarme perdiendo a cualquier equipo del que formen parte dos señores llamados Kobe y Phil, aún a pesar de que en alguna lejana ocasión les haya visto perder...

¿Mala noticia para los Celtics? Que va, todo lo contrario, los aficionados célticos deberían estar ahora mismo como unas castañuelas: dada mi contumaz ignorancia y mi probada inutilidad apostadora, el que yo dé ganador a los Lakers debería llenarles de ilusión, de alegría, de esperanza...

1 comentario:

Francisco Navarro dijo...

Magnífico artículo.
Como ya dije en el foro, creo que será un 4-2 para las Lakers.