martes, 6 de mayo de 2008

Cosas que hacer...

Hace algunos años alcanzó cierta notoriedad en nuestras pantallas una película norteamericana que respondía al breve a la par que conciso título de Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto. Quién sabe, quizás su notoriedad se debiera precisamente a eso. a que no era el típico título más o menos simple, más o menos chorra al que estábamos tan acostumbrados. No, no iba de zombis, ni siquiera de espíritus que vuelven del más allá para arreglar alguna cosa al más puro estilo Ghost, no, en absoluto. La cosa era que el protagonista se sabía sentenciado a muerte por la mafia local, y pasaba los que preveía iban a ser sus últimos días solucionando sus asuntos pendientes antes de que le produjeran el fatal desenlace. Tampoco es que fuera gran cosa la susodicha película, pero se dejaba ver...

Aunque quizás nunca habría vuelto a acordarme de la peliculita dichosa de no habérseme cruzado por medio la NBA. Reconozco que dicho título se me vino de nuevo a la cabeza hará poco más de una semana, presenciado el cuarto (y a la postre último) partido de aquella serie Lakers-Nuggets, viendo la imagen patética y deplorable que estos últimos se empeñaban en ofrecer por cuarta noche consecutiva. No, quizás Denver no estaba muerto (estaba de parranda) pero lo parecía, francamente.

Así que el título me venía al pelo. Cosas que hacer en Denver (o sea, en los Nuggets) había muchas, demasiadas. Y por extensión en otros muchos equipos de aquella Liga, los que acaban su temporada en estos días o los que ya la acabaron tiempo ha. Hablemos de ellos, pues (de algunos, no de todos, que no doy tanto de sí):

En Denver

Por alguna misteriosa razón, los Nuggets no parecen tener ninguna de las virtudes que siempre adornaron a los equipos de Karl; y sí, en cambio, todos y cada uno de sus defectos. Nada hay en ellos de la efervescencia, entusiasmo y energética actividad en ambos lados de la cancha que otrora conocimos en otros equipos karlianos. Sí su rapidez, pero que en este caso no deviene en velocidad sino que degenera en precipitación.

Pero eso sí, en defectos nada tienen que envidiar a aquellos Sonics o Bucks de tiempo atrás. Estos Nuggets son también una jaula de grillos, con el entrenador disparando constantemente hacia sus jugadores y éstos poniendo verde una y otra vez a su entrenador, y todo ello no de puertas adentro, faltaría más (¿qué quedó de aquello de que los trapos sucios se lavan en casa?), sino públicamente, con luz y taquígrafos, a voz en grito, cada uno elevando el tono un poco más que el anterior para hacerse oír más alto que los demás.

Así que los Nuggets resultan ser algo así como una verbena, como un Ejército de Pancho Villa en el que el primero que llega se la juega, el que la coge se la tira tenga posición o no, tenga sentido o no. De entre los buenos el único sensato parece ser (y sólo a veces) Iverson (cómo ha cambiado el cuento); y resulta paradójico que a menudo la única cordura que se les observa tenga que provenir de actores tan secundarios como Kleiza o Nájera...

Los Nuggets necesitan equilibrio, más que ninguna otra cosa. Los Nuggets hace año y pico se hicieron con los servicios de Iverson y todo el mundo dijo mira qué bien y les rió mucho la gracia sin reparar en el pequeño detalle de que por el camino se dejaron a un tipo llamado Andre Miller que resulta ser uno de los mejores (y menos valorados) bases de aquella Liga (y si alguien lo duda, que le pregunte a los Sixers); y desde entonces estos Nuggets plagados de (presuntas) estrellas van por la pista como pollos sin cabeza, poniendo meros parches como Atkins o Anthony Carter, echando de menos a Miller, soñando con (por ejemplo) Calderón.

Así que lo que necesitan está claro. Otra cosa ya será lo que consigan. De momento los rumores apuntan al posible fichaje de Ron Artest y la verdad es que eso estaría muy bien, nos íbamos a divertir, sería algo así como meter un detonador en una caja de bombas. Si en Pórtland ya tuvieron sus Jail Blazers, aquí será cosa de empezar a buscar un remedo de Nuggets para ir cambiándoles el apodo.

En Dallas

No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, debió pensar Cuban, y antes de que dejara de correr el agua de las duchas del New Orleans Arena tras aquel quinto partido ya había cortado la cabeza de Avery Johnson (metafóricamente hablando, que dada su condición de hombre sin cuello no resulta fácil encontrar espacio para la guillotina). El que un día fue Míster Bonobús y más tarde fue El Pequeño General es ya historia en la ciudad de Jotaerre.

Así que (debió pensar Cuban) ya está bien de fiestas y jolgorios, y ahora se trataría de ganar, caiga quien caiga, cueste lo que cueste, se aburra a quien se aburra. Y no es que don Avery fuese la alegría de la huerta precisamente, pero es que las alternativas que se plantean son Jeff Van Gundy y (sobre todo) Rick Carlisle. Vamos, algo así como la vieja dinámica entre Menottismo y Bilardismo (o entre Valdanismo y Clementismo, si se prefiere en versión local): entre dar espectáculo y ganar Cuban va de cabeza hacia la segunda opción, como si jugar bien y bonito llevase aparejada necesariamente la derrota, como si la espesura garantizase forzosamente el éxito. Veremos.

Y al fin y al cabo, si sólo fuese un problema de entrenador... Los Mavs llevan unos cuantos años dando palos de ciego, y el último, cambiar al emergente Devin Harris por el semi-acabado (o en trance de acabamiento) Jason Kidd, no ha sido precisamente el menor de ellos. Si encima en el momento más decisivo de la temporada Josh Howard decide abrir la boca para contar a los cuatro vientos los canutos que se fuma en sus ratos libres, pues apaga y vamonos... Y pensar que luego no faltará quien (una vez más) señale con el dedo a Nowitzki, y quien se atreva a tachármelo de perdedor (unos cuantos vídeos de su selección les mandaba yo...). Él puede luchar, y de hecho lucha, contra los rivales; pero lo verdaderamente difícil es luchar contra los elementos.

En Toronto

Colangelo es menos impulsivo que Cuban (la diferencia entre el mero profesional y el puro empresario, quizás), así que en vez de optar por comerse crudo a su técnico parece haber optado por la simple maceración, tal vez por cocinarlo a fuego lento... aunque probablemente el desenlace acabará siendo el mismo: más tarde o más temprano se lo tendrá que comer.

Mitchell parece haber agotado su crédito (si es que alguna vez lo tuvo), y de la lista de presuntos candidatos para presuntamente sustituirle emerge, por encima de cualquier otro, Mike D’Antoni, también colgando de la cuerda floja en Phoenix y que al fin y al cabo ya fue hombre de Colangelo en dicho lugar. Y no negaré a sus críticos que D’Antoni tendrá sus defectos (el peor, desde mi punto de vista, jugar siempre con rotaciones tan cortas que sus titulares llegan siempre reventados al momento cumbre de cada temporada), pero a mí, que tuve debilidad por él como jugador y quizás también como entrenador, particularmente me encantaría ver a un técnico tan italiano como él en un equipo tan europeo como estos Raptors.

Y a Calderón (dando por supuesto que se quedará, que los Raptors colocarán a Ford donde buenamente puedan y moverán cielo y tierra para que se quede) le vendría de cine, y hasta a Garbajosa... No, no está nada claro que Jorge siga en Toronto, y aún menos tras los enésimos dimes y diretes y tiras y aflojas con nuestra querida Federación, pero ambos, D’Antoni y Garbajosa, ya coincidieron en Treviso, y es público y notorio que desde entonces se profesan (cada uno en lo suyo) admiración mutua...

En cualquier caso los problemas de los Raptors no sólo son de entrenador: Bargnani amenaza con ser un bluff, Bosh es muy bueno pero no es extraordinario, ambos unidos a Nesterovic componen el juego interior más blando de la historia de la humanidad... Tienen ya un gran base, buenísimos tiradores, jugadores de clase, pero necesitarían carácter, presencia, intimidación, determinación. Tienen por delante un largo y cálido verano para intentar conseguirlo.

En Nueva York

Isiah Destroyer Thomas es la versión baloncestística del caballo de Atila: por donde pasa no vuelve a crecer la hierba. Así estuvo a punto de ser en los primeros tiempos de Toronto, así fue en la CBA, así siguió siendo en los Pacers post Larry Bird... Hoy los Knicks son un solar, una zona cero (perdón por la desagradable analogía) sobre la que resulta imposible reconstruir, empezar de nuevo, saber hacia dónde tirar.

Así pues, reconfirmado por enésima vez el Principio de Peter, Isiah Destroyer Thomas ya no es entrenador de los Knicks. Le han dado un puesto desde el que tendrá la enorme responsabilidad de pasar sesudos informes acerca de la evolución de la pintura de las paredes del Madison Square Garden (metáfora de David Carnicero, a quien espero no le importará habérmela apropiado), y la absoluta prohibición de relacionarse con los jugadores (¿podrá saludarlos, siquiera sea con un mínimo arqueo de cejas, si se los cruza por los pasillos?). Todo esto, supongo, ante la absoluta imposibilidad y el inmenso coste que supondría ponerle directamente de patitas en la calle.

Equipo descapitalizado, que paga más que nadie y tiene menos que nadie, descompensado como pocos, poblado de egos como ninguno... Y sin entrenador, que a ver quién asume comerse tamaño marrón a cambio de unos pocos millones de dólares. Al cierre de edición (o sea, en el momento de teclear esto) se perfilaban dos candidatos, dos viejos conocidos: uno lo fue como entrenador, Jeff Van Gundy (que suena para muchos sitios, por más que él ande repitiendo a los cuatro vientos que no piensa entrenar el año que viene), y el otro lo fue como jugador, Mark Jackson; éste último (que se perfila como favorito) carece por completo de experiencia en los banquillos, pero tiene ciertamente una gran ventaja: jamás encontrará un listón más bajo, jamás lo podrá hacer peor que su antecesor en el cargo.

En Miami

Aquello de que el capitán siempre es el último que abandona el barco nunca fue con Pat Riley. En estos últimos tiempos Riley se subió y bajó del barco según bajaba y subía la marea, y siempre que lo dejó fue para nunca más volver hasta que vinieron bien dadas y entonces volvió, y al menos esta vez aguantó hasta el final pero ahora de nuevo se vuelve a ir, y dice que ésta ya es la refinitiva… Y al final pasará como en mi trabajo, que después de cambiar veinte veces un informe, cuando parece que ya está le llamamos informedefinitivo.doc, pero luego vienen más cambios, y luego más y más, que hasta llegas a tener un informedefinitivo15.doc, que la palabra definitivo acabará siendo la más devaluada de la historia administrativa, tan sólo por detrás de la palabra urgente… (sí, ya lo sé, me he ido del tema)

Pues eso, que Riley se va después de haber capitaneado el viaje a los infiernos más espectacular del baloncesto moderno, del infinito al cero en apenas dos años… Riley se va del banquillo pero seguirá de jefe en la sombra, y allí se encontrará ahora mismo soñando con el draft, con que la fortuna, en agradecimiento a los méritos contraídos, se les aparezca con un número alto, el 1 a ser posible para así poder escoger libremente entre Beasley o Rose…

¿Y qué escoger? Beasley te garantiza estadísticas portentosas, espectáculo a raudales, unas cuantas presencias en el All Star en su zurrón; Rose en cambio te garantiza dirección, equilibrio, calidad inmensa desde el base, equipo de garantías para toda la vida… No sé qué pensará Riley pero sus chicos, Wade y Marion, lo tienen muy claro: quieren a Rose, y no se lo reprocho porque yo en su lugar querría exactamente lo mismo (y aún más en el caso de Marion, por aquello de la competencia). Parece que Riley está en la misma sintonía, que es consciente de que necesitan un base como el comer, que si no consigue a Rose ya anda pensando en Calderón (aunque de momento a quien le han ofrecido es a T.J. Ford…)

En Charlotte

Michael Jordan, fiel a sus principios, tiró una vez más por la calle de enmedio, que si su instinto le funcionaba de maravilla cuando era jugador, a ver por qué no le va a funcionar de directivo (¿quizás algún día acabará entendiendo que esto no funciona igual?): Sam Vincent ya es historia, y la nueva historia se llama Larry Brown, técnico a quien al parecer Jordan profesa una gran admiración (quizás por su pasado común en North Carolina... o quizás porque a lo largo de su carrera nunca le tuvo de entrenador).

Así que aquí tenemos de nuevo al amigo Larry Brown en el candelabro, digo en el candelero. La vida para los Felton, Gerald Wallace, Okafor, Jason Richardson, Morrison (especialmente para estos dos últimos, no sé muy bien por qué) será mucho más difícil a partir de ahora. Lo que no significa necesariamente que vaya a ser mejor. Me temo que este Brown metido en achaques y ya de vuelta de todo (de hecho siempre parece estar de vuelta de algún sitio) ya no garantiza resultados, ni a corto ni a medio plazo (y conociéndole, es evidente que no habrá un largo plazo). Me temo que este remedio puede ser peor que la (presunta) enfermedad. Ojalá me equivoque.

En Seattle

No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió, cantaba Sabina, y más o menos eso mismo me pasa a mí con Seattle. Nunca he estado ni probablemente estaré jamás en Seattle, pero es una de esas ciudades que aún sin conocerlas se convierten en referencia, por el cine, por la música, por tantas series de televisión, por sus gentes yendo en ferry a trabajar, su lluvia, su tren monorraíl, su Frasier Crane... y sus Sonics, desde Xavier McDaniel a Kevin Durant pasando por Chambers, Schrempf, Kemp, Cage, McMillan, por el incomparable e inimitable Payton, por tantos y tantos otros...

Todo eso ya es historia, me temo, por más que ahora su anterior propietario el señor Starbucks (que no se llama así, pero así nos entendemos) parezca haber descubierto que hubo fraude, que no es verdad que los nuevos propietarios se vayan ahora porque en Seattle no les quieran, que desde el mismo momento en que compraron los Sonics ya su única finalidad era llevárselos a Oklahoma, que hay correos de aquellos días que así lo demuestran... Y todo eso está muy bien, pero me temo que a estas alturas será ya demasiado tarde para cambiar nada.

Así que en Seattle ya poco les queda por hacer: llorar y lamentarse, y si acaso buscar algún resquicio por el que intentar remediar lo irremediable. Sí habrá más cosas que hacer en los Oklahoma City Sonics, o en los Oklahoma a secas Sonics, o en los Comodemonios Sellamen Sonics. Parece ser que ya tienen una franquicia, ahora ya sólo les falta tener un equipo. Kevin Durant está muy bien para empezar, pero a su alrededor parece haber más bien poco. Si al menos el sorteo del draft les fuese propicio...


Próximamente, más (o eso espero...)

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