lunes, 10 de noviembre de 2008

por mi gran culpa

La cosa ésta de haber salido yo más bien agnóstico (o ateo, no sé) a veces tiene sus contrapartidas, sus contraindicaciones. La del santoral, por ejemplo: yo nunca sé ni me importa en qué santo vivo, cuál es el santo del día; yo jamás felicito a nadie por eso que llaman onomástica, no tengo ni la menor idea de cuándo es el santo de mi madre, ni el de mi hermano, ni siquiera el de mi hijo. Sé cuándo es el santo de mi señora esposa porque coincide con su cumpleaños, y sé cuando es el mío porque todo dios lo sabe, porque es de esas fechas marcadas en rojo en el calendario, de esas que todo el mundo te felicita aunque tú no quieras. Sé muy poco de santos, lo cual jamás me ha representado el más mínimo problema...

Hasta ayer. Ayer, 9 de noviembre, era la Almudena (Nuestra Señora de). Un santo (una santa, en este caso) que habitualmente sí sé muy bien cuándo cae, por la sencilla razón de que aquí suele ser fiesta. Es (dicen) la patrona de Madrid, razón por la cual nos suele traer un puente que suele resultar toda una bendición (nunca mejor dicho), unos días ideales para viajar porque, aunque vayas donde vayas te lo encontrarás todo infestado de madrileños (como de costumbre), al menos sabes que esta vez apenas encontrarás gentes de otros sitios. Suele ser así, pero claro, no siempre es así. A veces no ha lugar a puente, a veces, como ayer, cae en domingo, no necesita que le hagan fiesta porque ya es fiesta de serie. Y entonces, claro está, te olvidas por completo de su existencia.

Como yo ayer, por ejemplo. Yo ayer olvidé que, si bien se supone que vivo en un estado presuntamente laico (aconfesional, para ser más exactos), igualmente se supone que vivo en una Comunidad Autónoma cuyas autoridades suelen pasarse esa laicidad y esa aconfesionalidad por el forro de los ropajes de su señora Presidenta, que dios guarde muchos años (pero bien guardada, a ser posible). Yo ayer programé cuidadosamente mi deuvedé para que me grabara en Telemadrid el Barça-Estu, y seguidamente me fui con mi mujer y mi hijo a disfrutar del otoño paseando por un parque en agradable mañana dominical. Para luego volver, comer, recoger y ya por fin desmoronarme en mi sofá, pulsar el play... y encontrarme un Especial Informativo (ya a cualquier cosa le llamamos información) consistente en la retransmisión, en directo y en rigurosa exclusiva (¿cuánto habrán pagado por los derechos?) de la santa misa y posterior procesión de la susodicha virgen, desde su Catedral hasta la mismísima Plaza Mayor. Toda la santa mañana.

Todo muy santo, ciertamente, pero a mí se me llevaban los demonios. Me agarré un cabreo de proporciones bíblicas, sólo atenuado en un principio por esos típicos mecanismos de defensa que a veces solemos utilizar para engañarnos a nosotros mismos: total pues qué más da, si tampoco habrá sido para tanto, si tal y como están uno y otro seguro que habrá ganado el Barça de treinta, si no habrá tenido ni la más mínima emoción... para seguidamente poner el teletexto (que era lo que tenía más a mano en ese instante), leer Barcelona 71 – Estudiantes 72... y entonces ya no es que se me llevaran los demonios, ya es que directamente me quería morir, sólo de pensar en cuánto habría podido disfrutar yo viendo ese dichoso partido.

Que no es que Telemadrid no lo diera (que no lo dio), sino que lo movió a La Otra, su fantasmagórico segundo canal visible apenas en tedeté. Algo es algo, dirán algunos, que otros hay (y no miro a nadie) que cuando es San Nadal (siempre es San Nadal) capaces son de mover cielo y tierra para que todos veamos al santo, y éstos lo movido no se lo llevan ni a su tercer ni a su cuarto ni a su quinto canal, no: lo hacen desaparecer, sencillamente (si alguien no sabe de qué estoy hablando, que acuda a la anterior entrada de este blog, denominada Telerrealidad). Decía que Telemadrid mandó el baloncesto a La Otra, y si hasta hubiera avisado con tiempo de dicho cambio pues quién sabe, no nos habría hecho mucha gracia pero al menos habríamos podido soportarlo (que no entenderlo). Pero siete días antes Felipe Galán se despidió anunciando que la próxima semana, aquí en Telemadrid, partidazo, Barça-Estudiantes, y así mismo quedó reflejado durante todos estos días en toda guía de televisión que se precie. Sí, yo pequé de ingenuo, de creérmelo todo, de no desconfiar, de no mirar su web (que ahí sí vendría, supongo) antes de salir de casa, de no haberlo ni tan siquiera sospechado, de no recordar tan señalada fecha... Pequé de ingenuo y no es poco pecado, en estos tiempos que corren.

Y en el pecado llevé yo la penitencia, encima. Mira que por grabar este partido (que no grabé) dejé yo de grabar otro, ese Granca-Unicaja, también sumamente apetecible, que ofrecía Andalucía TV (única Autonómica que se digna a dar ACB a través de sus canales por satélite), éstos sin santa patrona de por medio, que yo sepa. Y al final ni el uno ni el otro, si no quieres caldo pues toma dos tazas, y si quieres dos tazas pues te quedas sin ninguna. Pues qué bien.

Vamos, que estoy en racha: en poco más de una semana me he ido a perder dos de los partidos que más ilusión podían hacerme, aquel Olympiacos-Unicaja y este Barça-Estu: dos citas imprescindibles (y aquí es cuando mi señora, si leyera esto, aparecería para decirme que es que a mí todos los partidos me parecen importantes, todos me resultan imprescindibles, sin término medio; quizá tenga razón, pero aún así hay algunos que son más imprescindibles que otros). Y en aquella primera, San Nadal Bendito, muy poco podría yo haber hecho, pero esta segunda será siempre por mi culpa, por mi gran culpa, por mi grandísima culpa (golpeo mi pecho mientras escribo): por descreído, por ateo, por olvidarme de fecha tan señalada, de virgen tan principal como para que Telemadrid le consagre (nunca mejor dicho) medio domingo, así llueva o truene, así haya que mover el baloncesto o lo que se tercie, todo sea por ver el recorrido de Nuestra Señora de la Almudena a lo largo de la Calle Mayor.

Así que aquí me tienen, intentando poner los medios para que no me vuelva a suceder: poniéndome al día en cuestiones de santoral a estas alturas de mi vida. Investigando en el socorrido gúguel, que me informa puntualmente de que el próximo domingo 16 es Santa Margarita de Escocia (reina), el domingo 23 es San Clemente I (papa y mártir), el domingo 30 es San Andrés (apóstol), el domingo 7 de diciembre es San Ambrosio (obispo y doctor)... Sí, santos todos ellos aparentemente inocuos, inofensivos incluso, pero ¿quién me dice a mí que alguno de ellos no sea el santo patrón de Navalagamella, Torremocha del Jarama, Valdemaqueda o Buitrago de Lozoya? Esta Comunidad tiene casi doscientos municipios, y no osaré yo jamás imaginar que los sabios e insignes rectores de Telemadrid puedan caer en la tentación de dispensar trato de favor hacia San Isidro y la Almudena, patrones de esta Villa y Corte, en perjuicio de otros santos no menos meritorios, y cuyo único pecado (sospecho que no debería utilizar esta palabra) pueda ser acaso el de ser patrones de localidades de menor fuste. No, por dios, Telemadrid es una televisión pública caracterizada por su acendrado respeto a las minorías (basta ver cualquiera de sus informativos para comprobarlo), así que jamás podría caer en tan escandaloso caso de discriminación: si el patrón de Patones de Arriba es (pongamos) San Cucufato, pues hasta allí habrán de acudir sus unidades móviles en dicha fecha, para dar cumplida cobertura a los actos religiosos inherentes a tan magna celebración...

Vale, al menos hay algunos que son tan difíciles: puedo imaginar, no sin esfuerzo, que el patrón de San Lorenzo de El Escorial sea San Lorenzo, que el de San Sebastián de los Reyes sea San Sebastián, que el de San Fernando de Henares sea San Fernando, que el de San Agustín de Guadalix sea San Agustín, que el de Santorcaz será San Torcaz, por razones más o menos obvias. Pero ¿quién demonios (sospecho que esta palabra tampoco será la más adecuada) podrá ser el santo patrón de (por ejemplo) Móstoles, o de Torrejón de Ardoz, dado que no me consta que Iker Casillas o Jorge Garbajosa (respectivamente) hayan sido aún canonizados? No, me temo que no me va a resultar fácil ponerme al día en cuestiones de santidad. Me temo que son ya demasiados años, que será ya demasiado tarde, que nunca podré ya estar seguro de si Telemadrid me dará o no un determinado partido, de qué acto religioso se me aparecerá cualquier domingo por la mañana a la vuelta de cualquier esquina.

Si al final va a ser lo que me decían de niño en el colegio (de curas, por cierto), que Dios escribe derecho con renglones torcidos. Y mira que yo no entendí jamás aquello (joder, pues si es todopoderoso que empiece por enderezar los renglones y así ya luego le resultará más fácil, pensaba yo con infantil candidez), que he necesitado alcanzar la madurez (física, no mental) para entenderlo, para experimentarlo en mis propias carnes. Quién me lo iba a decir a mí, a mis años, con mis ideas (o mi falta de ideas, no sé) y aquí me hallo, explorando los intrincados recovecos de la santidad. Definitivamente, los caminos del Señor son inescrutables.

No hay comentarios: